Pequeño Cuervo había huido, como ya hemos dicho, y con un grupo de seguidores cada vez más reducido había vagado por Minesota y, posteriormente, por las dos Dakotas y Canadá. El 3 de julio de 1863, aproximadamente un año después de la batalla de Wood Lake, el jefe indio y su hijo se encontraron con dos colonos y hubo un tiroteo. Pequeño Cuervo murió de un disparo de bala y su cadáver fue mutilado. El 4 de julio, en los festejos del Día de la Independencia de Estados Unidos, su cabellera y otras partes del cuerpo fueron exhibidas y más tarde vendidas como recuerdo.
Estas expulsiones tuvieron consecuencias terribles para los supervivientes, que vivirían en la pobreza y serían perseguidos con frecuencia. Además, estaban separados de Minesota y las tierras que les habían alimentado y revestían un profundo significado espiritual y cultural para los indios. 82
A finales de 1863, la mayoría de los dakotas de Minesota estaban muertos o habían sido deportados. Se seguían produciendo pequeñas incursiones indias, que siempre daban pie al rumor de que había grupos más numerosos dispuestos a atacar a los blancos. El Gobierno del estado de Minesota y el Departamento de Guerra autorizaron la formación de fuerzas irregulares encargadas de matar a las partidas de asaltantes indias, ofreciéndoles una recompensa de veinticinco dólares por cabellera; más tarde, la suma aumentaría a doscientos. Era evidente que el Gobierno aceptaba que se castigase a los indios al margen de la ley. Al final se encontraron muy pocos, esas cuadrillas de justicieros obtuvieron apenas cuatro cabelleras. 83
No bastó con estas acciones; los escasos ataques contra los blancos y, lo que era más importante, el temor generalizado a que se produjeran otros más graves hicieron a las autoridades estatales y federales tomar la decisión de extender la guerra al Territorio Dakota. En 1863 (y en los dos años siguientes), y a pesar de la expresa prohibición de Lincoln, los destacamentos encargados de perseguir a los dakotas penetraron varias veces en Canadá.
En estas expediciones, el ejército masacraba a hombres, mujeres y niños. Cuando encontraban un campamento indio, los soldados destruían todos aquellos víveres que no pudieran consumir o llevarse. En el North Country, los inviernos eran inclementes. Del Ártico llegaban vientos muy fuertes que atravesaban Canadá y Estados Unidos, y la nieve formaba capas de hasta un metro. En estas condiciones casi no se podía encontrar comida mas que pescando en el hielo. Los indios solamente podían sobrevivir matando y desecando búfalos u otras presas, que engrasaban y mezclaban con bayas secas para hacer el famoso pemmican , del que también se habían alimentado tramperos y exploradores desde la llegada de los europeos a la región. Una vez se encontraron con soldados estadounidenses cerca de lo que hoy es Ellendale, en Dakota del Norte; a pesar de los desesperados ruegos de los dakotas, el general Sully se negó a parlamentar con ellos, ordenó matarlos a todos y luego hizo a sus hombres quemar unos doscientos mil kilos de carne de búfalo, así como los caballos, los perros, las tiendas de campaña y demás cosas de valor, incluidas bayas secas, pieles de animales, utensilios, sillas de montar y mástiles. 84
Seguiría ocurriendo lo mismo una y otra vez: los indios se veían aplastados por la potencia de fuego del Ejército de Estados Unidos, que luego destruía deliberadamente los recursos de los que dependía su supervivencia. Como los rebeldes griegos que habían quemado aldeas y granjas de musulmanes, los soldados estadounidenses hicieron imposible vivir a sus enemigos. Apenas unas cuantas personas, en su mayoría misioneros, reprobaron los desafueros que los Gobiernos federal y estatal y los colonos cometieron contra los dakotas. 85
Los dakotas habían sido expulsados de las fértiles y sagradas tierras del valle de Minesota. Quienes se habían unido a sus hermanos lakota también se verían forzados a abandonar las Montañas Negras del Territorio Dakota en 1874, cuando se descubrieron yacimientos de oro en la región. La derrota de los dakotas, las matanzas, las deportaciones a reservas y la destrucción de sus recursos vitales son apenas un capítulo en la historia de la incesante colonización europea del continente norteamericano.
Tras esta derrota y la incorporación de Minesota y las dos Dakotas como estados federales en Estados Unidos, ¿cuáles serían las condiciones legales y políticas de los indios?, ¿les sería aplicable la cláusula de igual protección que se había aprobado incluir en la Decimocuarta Enmienda de la Constitución después de la guerra de Secesión, y que establecía que ningún estado podía negar a persona alguna en su jurisdicción la protección de las leyes? En caso afirmativo, ¿gozarían de una protección real, y no solo teórica? ¿Eran los indios ciudadanos, individuos con el “derecho a tener derechos”, o miembros de naciones separadas dentro de Estados Unidos, esto es, naciones soberanas como aparecían definidas en los tratados entre Estados Unidos y diversas tribus indias? Quizá fueran las dos cosas. En esta cuestión tan compleja está el meollo del problema planteado por la formación del Estado nación y los derechos humanos.
Casi todas las batallas que se libraron en las guerras dakota fueron relativamente pequeñas para la época, no pueden compararse con las de otras guerras de mediados del siglo XIX, como la guerra de Secesión estadounidense, la guerra franco-prusiana y la Rebelión Taiping china, ni mucho menos con las guerras totales del siglo XX. Su significación histórica y mundial radica en su pertinacia y la implacable ferocidad de los combatientes. Se producían continuas escaramuzas en las que morían centenares de indios. Las tribus iban retrocediendo más y más y allanando así el camino para la agricultura comercial y el desarrollo industrial, que conectarían la región con los mercados internacionales, permitiéndole vender sus productos a una escala nunca vista. Pronto se empezaría a transportar trigo, maíz, madera y hierro de Minesota a Chicago, Saint Louis, Nueva Orleans, Nueva York y, una vez construida la red ferroviaria transcontinental, al oeste, a California; y de estos puertos y centros de distribución a Europa y Asia.
Los hombres que combatieron contra los indios eran de origen europeo, y ejemplificaban así los extraordinarios desplazamientos de población descritos en el capítulo I. Las mujeres trabajaban en las granjas y se ocupaban de las labores de la casa. Si los hombres cultivaban la tierra, ponían trampas a los animales, explotaban yacimientos, fabricaban productos y cortaban leña, ellas extraían, cosían y forjaban las mercancías que llenaban los mercados estadounidense y mundial y que necesitaba la creciente población de Estados Unidos. Además de hacer desaparecer a los indios matándolos y deportándolos, los estadounidenses arrasaron los espléndidos bosques de Minesota. 86
La mayor parte de los colonos eran inmigrantes de primera o segunda generación. Muchos habían llegado a Minesota desde el este del país, no empezarían a emigrar a la región directamente desde Europa hasta 1870 (como ya hemos observado). Llegaron entonces de Inglaterra, Escocia, Alemania, los países escandinavos e Irlanda, 87abandonando sus países de origen por las mismas razones que todos los blancos que emigraban a Estados Unidos: la necesidad de huir de la persecución religiosa o política o de la miseria, y el deseo de buscar nuevas oportunidades, una vida mejor. Algunos ensalzaban la “nueva Escandinavia”, el “glorioso” país y su productividad. “La leche y la crema” eran “más abundantes que en Noruega”. 88
Como colonos blancos disfrutaban de los derechos proclamados en la Constitución de Estados Unidos, en particular de los de propiedad, que los Gobiernos federal y estatal ponían mucho empeño en proteger. Temían los ataques indios, por lo que siempre llevaban armas cargadas. Esa amenaza se hizo real e inmediata con la rebelión de los dakotas. 89Hacía falta el poder del Estado para destruir el de los indios y hacer de Minesota una región segura para el asentamiento blanco y para los euroamericanos en cuanto ciudadanos con derechos. El desplazamiento de población de Europa a Estados Unidos condujo a otro: el desplazamiento forzado de los indios por parte de los euroamericanos del North Country.
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