La lucha global por los derechos humanos
ERIC D. WEITZ
TRADUCCIÓN DE PABLO SAURAS
Prólogo
IImperios y soberanos. El siglo XIX y su continuación
IIGrecia. Abandonar el imperio
IIIEstados Unidos. Expulsiones de indios del North Country
IVBrasil. Esclavitud y emancipación
VArmenios y judíos. La creación de las minorías
VINamibia. Los derechos de los blancos
VIICorea. Legados coloniales y derechos humanos en un país dividido
VIIILa URSS. El comunismo y el origen del movimiento de derechos humanos contemporáneo
IXPalestina e Israel. Trauma y victoria
XRuanda y Burundi. La descolonización y la importancia de la raza
Conclusión. Estados nación y derechos humanos. El siglo XXI y más allá
Notas
Bibliografía
Créditos de las imágenes
En 2015, una niña y su padre entraron en Estados Unidos por la frontera con México. Astrid y Arturo, indios quichés procedentes de Guatemala, huían de la discriminación y la violencia sistemáticas que su pueblo venía sufriendo desde hacía decenios. Las autoridades estadounidenses los retuvieron apenas un día, y luego los dejaron marchar. Padre e hija, que habían pedido asilo político, empezaron una nueva vida en Pensilvania mientras aguardaban la resolución de su solicitud. Tres años más tarde, en 2018, las autoridades migratorias los arrestaron en su casa en mitad de la noche. Abogados especialistas en derechos humanos sostuvieron que habían sido detenidos arbitrariamente. Amnistía Internacional emprendió una campaña en su favor. Las autoridades recibieron cerca de dos mil llamadas telefónicas y decenas de miles de cartas de casi todos los continentes exigiendo su puesta en libertad. Al cabo de un mes, el Gobierno estadounidense cedió: hoy, desde el otoño de 2018, padre e hija están en libertad, pero su solicitud de asilo sigue pendiente. 1
El de esta familia es apenas un caso entre muchos. Actualmente hay en el mundo 68,5 millones de inmigrantes solicitantes de asilo y refugiados (véase ilustración de la p. 8). 2La historia de Astrid y Arturo ejemplifica, sin embargo, las tres cuestiones de las que se ocupa este libro: ¿Quién puede gozar de derechos? ¿Qué entendemos por derechos humanos? ¿Cómo se adquieren esos derechos?
Los derechos humanos nunca son tan sencillos como cabría deducir del préambulo y de los treinta artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Por eso he escrito Un mundo dividido . No se trata simplemente de celebrar los derechos humanos: en este libro me propongo exponer sus complejos orígenes, su evolución y los significados que han ido adquiriendo desde el siglo XIX, estudiando la historia de varios Estados nación y una federación de nacionalidades (la Unión Soviética), así como los derechos humanos que proclamaban. Si he elegido este conjunto de casos particulares que se han dado en diferentes lugares del mundo en los últimos dos siglos y medio es porque abarca sistemas políticos y económicos muy diversos: república, imperio, esclavitud, socialismo, colonialismo, comunismo.
Concentración en apoyo a los refugiados en el centro de Sidney (2013)
A pesar de las violaciones de derechos y las atrocidades que seguimos presenciando en casi todos los continentes, los derechos humanos ofrecen a las personas en todo el mundo la posibilidad de vivir libremente y mejorar su situación. Constituyen un triunfo de la inteligencia y del espíritu humanos aun cuando no existen más que como una esperanza o aspiración y, allí donde se reconocen, nos protegen del ejercicio arbitrario del poder del Estado, asegurándonos que la policía no puede entrar en nuestra casa sin autorización judicial y que ninguna institución pública puede incautar nuestros bienes. Cada vez que un individuo, en cualquier lugar del mundo, acude a un colegio electoral y tira de una palanca o marca una X para elegir a sus representantes, está ejerciendo su libertad de expresión y participando así en su comunidad, ya sea un pueblo, una ciudad o un país. Cada vez que exige agua limpia o atención sanitaria adecuada, está ejerciendo sus derechos sociales. Con todos estos actos deja de estar sometido al capricho de un superior, que no puede manejarle ni disponer de él a su antojo: ya no es un súbdito que, con suerte, recibe beneficios de los poderosos. Los derechos nos confieren poder en el mejor sentido de la palabra: la capacidad para forjar nuestra vida y la sociedad a la que pertenecemos. Los derechos nos ayudan a ser plenamente humanos.
En un mundo dividido en 193 Estados nación poseemos derechos principalmente como ciudadanos nacionales. Ahora bien, ¿quiénes constituyen una nación? ¿Qué criterios hay que considerar? ¿Eran Arturo y Astrid ciudadanos nacionales en cuanto que indios, y por tanto capaces de ejercer derechos en Guatemala? ¿Quién tiene derecho a tener derechos, por así decirlo? Esta es la pregunta que se hizo Hannah Arendt y, antes que ella, el pensador de la Ilustración Johann Gottlieb Fichte. 3La posibilidad de ejercer derechos en el Estado nación es el primer tema central del que se ocupa este libro. Los rebeldes griegos de principios del siglo XIX y los militantes anticoloniales africanos del XX tuvieron que enfrentarse a las mismas cuestiones: ¿quiénes forman parte de una nación? ¿Quién es apto para convertirse en ciudadano con derechos, y qué clase de derechos puede tener? ¿Qué ocurre con aquellos que viven en el territorio del nuevo Estado nación, pero se distinguen del grupo dominante por su color de piel, religión, lengua o cualquier otra característica? Este problema subsiste en nuestros días, como bien saben Arturo y Astrid.
Un mundo dividido muestra la riqueza y la creatividad que han definido la historia de los derechos humanos desde finales del siglo XIX hasta hoy, pero también critica las limitaciones de derechos que se producen inevitablemente cuando estos se basan en el Estado nación y la ciudadanía nacional o racial. 4De hecho, el presente libro lleva este problema más allá, argumentando que la gran paradoja de la historia expuesta aquí es que los Estados nación crean derechos para algunos al tiempo que excluyen a otros, a veces brutalmente. El Estado nos protege, pero también puede ser nuestro mayor enemigo. 5En el mejor de los casos hace respetar los derechos humanos, pero también puede limitarlos a ciertas personas o grupos: he aquí el dilema que nos ha acompañado durante toda la historia y nos seguirá acompañando en el futuro. Lo más probable es que continuemos viviendo durante mucho tiempo en un mundo formado (aproximadamente) por 193 Estados nación soberanos e independientes.
Los derechos humanos internacionales, que no aparecieron hasta 1945, han ofrecido desde entonces un modelo de derechos universales, es decir, derechos que se extienden más allá del Estado nación. Según la DUDH, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, los derechos son inherentes a todas las personas, sean ciudadanos de una nación o no. Existen multitud de tratados internacionales que confirman que los apátridas también tienen derechos humanos y, por tanto, han de ser protegidos por los Estados y la comunidad internacional. 6Los solicitantes de asilo gozan de una protección especial: Arturo y Astrid por lo menos fueron puestos en libertad al cabo de un mes. Todo acto que lleve la protección de los derechos humanos a la esfera internacional, por parcial o limitado que sea, constituye, a mi juicio, un avance muy importante, así como el mejor remedio contra las limitaciones de los derechos humanos basados exclusivamente en la ciudadanía nacional. 7
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