Tal cual es, el alimento no está preparado para ser absorbido, asimilado y distribuido por todo el cuerpo. Hay que domesticarlo, volverle amigo, porque, si no, sigue siendo una materia extraña, no vibra al unísono con nuestro organismo. Si repito sin cesar que debemos acostumbrarnos a comer en silencio, con recogimiento, con amor, con gratitud, es porque esta manera de comer produce un cambio tan profundo en el alimento que éste ya no contiene ninguna partícula extraña. El organismo es perturbado por toda partícula que no vibra en acuerdo con él. Si hay tantas personas enfermas es porque no saben comer; han acumulado en ellos demasiadas sustancias mal domesticadas que se convierten en algo parecido a desechos. Únicamente el amor puede transformar la materia que absorbemos. Si no comemos con amor, hay una parte del alimento que el organismo no puede transformar, porque no vibra en armonía con él, y esta materia que se acumula obstaculiza las funciones del cuerpo. Es extremadamente importante saber comer, porque entonces el cuerpo astral y el cuerpo mental trabajan sobre el alimento para volverlo completamente asimilable para que las energías se distribuyan armoniosamente por todo el cuerpo.
A veces hace falta mucho tiempo para que el organismo acepte y digiera ciertas partículas simplemente porque no hemos sabido cómo domesticarlas; y provocan enfermedades, tumores, cánceres… Sí, ¡porque no sabíamos comer correctamente! Existen, claro, otras razones externas; por ejemplo, el hecho de que en nuestra época la mayoría de los alimentos estén envenenados por toda clase de productos. Ya no se encuentra nada puro, fresco; las frutas, las verduras, se cultivan con abonos nocivos, y el pescado se captura en ríos y mares polucionados… Pronto ya no se podrá vivir en la Tierra. Con tal de hacer negocios y ganar dinero, ¡a la mayoría de la gente le importa un rábano que los demás puedan morir envenenados!
Sin embargo, depende de nosotros que nuestro organismo acepte el alimento, y las oraciones, las bendiciones antes de las comidas, sirven, justamente, para influenciarlo favorablemente y prepararlo para ser bien asimilado. Las fórmulas, las oraciones, no pueden añadirle la menor parcela de vida, porque Dios ya ha puesto la vida en el alimento. Antes de ser bendecido ya contiene todos los elementos que son útiles para nuestra subsistencia. Si fuese posible introducir la vida divina con una simple bendición humana, ¿por qué no bendecir también trozos de madera, de piedra, de metal, para comerlos? Al bendecir una piedra, un trozo de madera o de metal, introducimos en ellos una especie de vida, desde luego, pero esta vida no puede alimentar a los humanos; puede tener una utilidad, pero no puede servir para alimentarles.
Si aprendéis a absorber conscientemente, cada día, la vida divina en todas partes en donde está contenida: en el alimento, en el agua, en el aire, en los rayos de Sol, en el espacio infinito, tendréis la vida eterna, conoceréis al Señor, Le bendeciréis cada día y llegaréis a ser seres enteramente nuevos.
Bonfin, 25 de septiembre de 1954
1“Y me mostró un río de agua de vida”, Parte III, cap. I: “El sistema de los seis cuerpos”.
2Armonía y salud, Col. Izvor n° 225, cap. V: “Respiración y nutrición”.
3El árbol del conocimiento del bien y del mal, Col. Izvor n° 210, cap. VII: “La cuestión de los indeseables”.
Capítulo I
Por la mañana, a mediodía y por la noche, todo el mundo se ocupa de alimentarse para mantenerse en buena salud. Todos conocen la importancia del alimento y saben que, si tienen de qué comer, estarán salvados; y para ello hacen guerras y revoluciones. Pero, al mismo tiempo, no saben comer; ¿cómo, entonces, comprender a los humanos?
El mundo entero pone la cuestión del alimento en primer lugar, todos procuran resolver esta cuestión lo primero de todo. Trabajan y hasta se pelean para ello; muchas guerras no tienen otro origen. Pero esta actitud con respecto al alimento todavía no es más que un instinto, una tendencia que no ha entrado en el dominio de la clara consciencia. Los animales siempre se han ocupado de buscar su alimento; ésta es la primera de sus preocupaciones. Los humanos también sólo trabajan para asegurar su subsistencia y todos piensan: “¡Claro que hemos comprendido la importancia de la nutrición! ¿A quién se lo dice?” Pero, en realidad, no han comprendido nada, porque su comprensión se ha quedado al nivel del instinto; todavía no han comprendido la importancia espiritual del acto de comer, y vosotros tampoco. Cuando lo comprendáis, la nutrición será para vosotros una fuente de beneficios y de maravillas, porque se añadirán a ella otros significados, otros conocimientos, otros trabajos que ejecutar, otras metas a alcanzar. En apariencia, comeréis como todo el mundo, y el mundo entero comerá como vosotros, pero, en realidad, habrá una diferencia tan enorme como entre la tierra y el Cielo.
No basta con saber que la nutrición ofrece posibilidades extraordinarias. Si no hacéis nada para emplear estos materiales, vuestros conocimientos, por muy grandes que sean no os servirán de nada. Muchos de vosotros se contentan con bellas teorías sin poner nada en práctica. Dicen: “Lo sé, lo sé”, y se paran ahí. ¿Por qué no utilizáis vuestro saber para desencadenar vuestra voluntad y hacer maravillas?
Os hablé esta mañana del nuevo Cielo y de la nueva Tierra…4 Pues bien, en la nueva Tierra, es decir, entre los nuevos comportamientos que los humanos deben adoptar, habrá una mejor actitud para con la comida. Todos apreciarán los regalos del Creador, sabrán recibirlos en armonía con las leyes del amor, de la luz y de la paz. Estos factores psicológicos son elementos que transforman realmente el alimento, y este alimento transformado, sublimado, iluminado, contribuye a la edificación de un nuevo cuerpo.
Así pues, mientras coméis olvidaos de todo, dejad todo de lado; aunque tengáis dificultades, preocupaciones y penas, dejadlos fuera por unos minutos y concentraos solamente en este proceso mágico. Después de la comida, si tanto las echáis en falta, volved a coger vuestras cargas. Pero mientras coméis, dejadlas aparte, porque si no estos estados negativos van a introducir en vosotros elementos extraños, tenebrosos, nocivos, que impedirán que vuestro trabajo de transformación se haga correctamente, y no lograréis extraer del alimento los elementos más espirituales para enviarlos al cerebro y tener fuerzas para llevar a cabo las mejores actividades durante toda la jornada.
Bonfin, 18 de agosto de 1971
4La Ciudad celeste – comentarios al Apocalipsis, Col. Izvor n° 230, cap. XVI: “El nuevo Cielo y la nueva Tierra”.
Capítulo II
En el momento de ponerse a la mesa, después de haberse lavado las manos, un Iniciado se pone en las mejores condiciones para recibir los elementos preparados en los laboratorios de la naturaleza. Se recoge, se conecta con el Creador, dice una oración, corta o larga, y, en el silencio y la paz, empieza este proceso de la más alta magia blanca: la nutrición.
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Yo siempre he deseado prolongar las meditaciones que hacemos antes de las comidas, porque eso produce unos resultados extremadamente favorables. En ninguna parte del mundo veréis a personas que, antes de comer, permanezcan en silencio tanto como nosotros (¡aunque sólo sean, en realidad, unos minutos de nada los que pasamos así!), ni siquiera dicen una oración; se lanzan inmediatamente sobre el alimento y comen como animales. Por eso no obtienen de él grandes beneficios: porque solamente absorben los elementos groseros del alimento, mientras que todo lo sutil, lo etérico, sigue siendo algo extraño para ellos, algo desconocido.
No hay que considerar el silencio durante las comidas como un hábito de convento. En los conventos observan silencio durante las comidas, eso es algo conocido, pero el silencio no pertenece a los conventos, pertenece a todos los ángeles, a todos los Iniciados, a todas las personas sensatas. En el silencio preparamos las condiciones favorables para la manifestación de las entidades divinas. Porque a estas entidades les gusta el silencio; esperan siempre estas condiciones que los humanos raramente les dan. Los que vienen por primera vez, claro, están desorientados, se preguntan lo que es este silencio tan raro al que no están habituados, y hasta tienen miedo de él… No, no hay que tener miedo del silencio, sino abandonarse a él, como un niño en los brazos de su madre… Yo permanecería horas enteras en este silencio, porque en él es donde podemos sentir el aliento de la eternidad. Cuanto más evolucionados estamos, más necesidad de silencio tenemos. En las ferias, en las clases de las escuelas, el ruido es el signo de la vida, pero no del grado superior de la vida. La vida intensa, la mayoría de las veces es como si no hubiese nada, ni sonido, ni movimiento. La vida intensa es el silencio absoluto y me gustaría que, de ahora en adelante, aprendieseis a amar este silencio, porque en el silencio es donde se preparan las condiciones ideales para la venida de seres muy poderosos.5
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