Nuestro trabajo habitual en tiempos de coronavirus es una mala tarde de antes. A veces pienso que me conformo con que en mi turno no les pase nada, sólo sobrevivir al turno.
Hoy ha habido mala suerte, ha fallecido un paciente, así que tenemos una cama libre, eso significa que tendremos un ingreso. En principio viene un paciente de la CMA, eso significa que traerá todo hecho (intubado, con vía central y arteria ya puestas), pero al final hay una emergencia en urgencias, sube un paciente para intubar. Cambio de planes. Hay que buscar mascarillas para intubar, ffp3, son de las que menos hay, monta corriendo las gafas nasales de alto flujo, hay que preoxigenar. Viene muy malito, tiene miedo, cojo su mano: “no te preocupes, te vamos a dormir y todo va a salir bien”. Está asustado, y yo también. No siempre van bien, pero hay que intentar que su último pensamiento no sea de pánico, tiene que confiar en nosotros, a pesar de que apenas nos ve los ojos tras el casco y la gafas, la boca tapada con la mascarilla y esa bata tan larga, parecemos extraterrestres.
Nos cuesta intubarle, pero al final el intensivista lo consigue, no remonta, lo habitual, cuesta mucho ventilarles, apenas les queda pulmón para meterles aire. Está muy malito, mientras el intensivista le canaliza la vía central yo me centro en canalizar un catéter arterial, casi no tiene tensión, cuesta, pero no sé ni cómo lo consigo, otra compañera le pone la sonda vesical, la naso-gástrica nos cuesta más. Los compañeros de rayos le hacen un portátil, para comprobar el tubo y los catéteres, todo está bien, nos cuesta, pero le conseguimos estabilizar. En total unas 3 horas dentro del box. Sales sudando, jadeando, apenas se respira con esa puñetera mascarilla. Hoy ha habido suerte.
Mis compañeras me están esperando con un vaso de agua fría para recobrar el aliento, pero aún me queda otro paciente por ver.
Así mis 7 horas de turno de tarde, entre medias los mejores momentos cuando estamos fuera, risas y bromas que nos permiten mantener la cordura dentro de esta sinrazón. Nos sirven para evadirnos y desahogarnos.
Las cartas que les leemos a los pacientes. Mensajes de voz de sus familias. No sé cómo pero nos encuentran, y claro que se los hacemos llegar, aunque a veces no sepamos si los escuchan, hay que hacerles llegar las buenas vibraciones de sus familias y de anónimos que quieren levantarles el ánimo.
Son las 20h, nos aplaudimos a nosotros mismos para levantarnos el ánimo, ya que, cada vez es más difícil mantener la moral de la tropa. Los días pasan y no nos desatascamos en la UCI, dicen que están mejorando las cosas, pero aquí no nos ha llegado aún, y no sabemos si nos llegará…
El turno ha sido duro, salgo cansada, respiro algo de aire al salir a la calle, a pesar de la mascarilla, “mañana será un día mejor, seguro”, eso me digo cada noche al salir del hospital. Me despido de una compañera que coge el bus para irse al hotel que han habilitado para sanitarios. No quiere estar en casa para no contagiar a sus padres, ese es otro de nuestros miedos, nuestras familias, no queremos ser un caballo de Troya en casa.
En casa es peor, agotada, toda la ropa a la lavadora, y directa a la ducha. En silencio mentalmente repasas el día, qué has hecho, qué podías haber hecho. Mi sensación es que no hacemos nada, sólo les damos soporte hasta que ellos mismos pasan la enfermedad. Pero sé que no es así, es que no podemos hacer nada más.
Capítulo 5
Una iniciativa solidaria
Acabo de salir de trabajar, las 22:30 de la noche ya nunca salimos a nuestra hora, estoy rendida, ha sido una tarde muy movida. Ceno y me tumbo un ratito en el sillón a ver la televisión. Me suena el teléfono, un mensajito. ¡Anda, una propuesta chula!
Una doctora de otro hospital nos anima a crear un correo, así la gente, desde sus casas, puede enviar cartas de animo a los pacientes.
Ni me lo pienso dos veces, me parece una buena idea, así los pobres se animarán un poquito y se distraerán un rato de todo. Manos a la obra, con la ayuda de las compañeras y de mis hijos creamos la carta de presentación del correo.
¡Nos ha quedado muy chula!
Solo hace falta subirla a la red, para que todo el mundo se entere y nos lleguen cartas. No estoy segura de cómo va a salir esto, ni de la respuesta de la gente, bueno ya veremos por lo menos lo hemos intentado.
Me está empezando a entrar el sueño, después de este día súper excitante en todos los sentidos, miro la hora y… las dos, ¡mierda! que tarde es y mañana trabajo.
Bueno la curiosidad me puede, tengo que mirar si nos han llegado cartas, ¡NO ME LO PUEDO CREER YA TENEMOS 50 CARTAS! GENIAL.
Estoy acelerada, eufórica, haber quien duerme ahora.
A la mañana siguiente el número de cartas fue en aumento, y a media mañana, tenía casi 300 cartas. Junto con mi hija nos pusimos a organizarlas e imprimirlas, ese día me lleve al hospital unas 116 cartas que distribuimos por todo el hospital.
Lo mejor la cara de los pacientes, fue una noche de las más emotivas que hemos pasado tanto yo como mis compañeras. Los pacientes se emocionaban leyendo las cartas y nosotros con ellos, a los que no podían leer por ellos mismos, por diversas razones se las leíamos nosotras, con mucha dificultad todo hay que decirlo, entre el empaño de las gafas y que estábamos tan emocionadas como ellos, para leer una carta estábamos tres.
Sería más de media noche, cuando nos damos cuenta de que una de mis compañeras no estaba, ¿dónde se habrá metido?, la llamamos para ver si necesitaba algo, nos responde que no.
Minutos más tarde aparece con las gafas súper empañadas, y nos dice: que estaba leyéndole cartas a una paciente que no se podía dormir, como si fuera los cuentos de los niños antes de dormir, pero a una abuelita, sin embargo, lo ha tenido que dejar, porque se había pillado la llantina del siglo, entre las gafas empañadas por la respiración y la llantina no veía nada.
Cuando tuvimos un ratito libre y todos estaban durmiendo y tranquilos aprovechamos para meternos en la página, y seguir clasificando respondiendo una por una todas esas cartas, e imprimiendo para el día siguiente. En seguida nos dimos cuenta que íbamos a necesitar ayuda para poder responder a tantas cartas, pero si este bicho a sacado algo bueno, es la solidaridad de la gente, al día siguiente ya tenía voluntarios para clasificarlas, responder e imprimir cartas.
La iniciativa ha sido todo un éxito, nos llegan cartas de todas partes, de personas de todas las edades, incluso de las prisiones, tanto los pacientes como nosotros estamos encantados, de haber vivido esta pequeña experiencia, que ha hecho tanto bien, no solo a nosotros o a los pacientes, yo creo que a todo el mundo en general, que ha encontrado una manera de hablar con alguien y contar lo que siente.
JUNTOS SOMOS EQUIPO
MUCHAS GRACIAS POR LAS CARTAS DE PARTE DE TODO EL EQUIPO DE ENFERMERÍA.
Cartasalhenares@yahoo.com.
Capítulo 6
El alta
Ya llevamos varios días a tope, el cansancio va haciendo mella en nosotros, no dormimos mucho, la ansiedad, la situación nos hace que estemos más tensos que de costumbre, y sobre todo muy sensibles, cualquier cosa aunque parezca insignificante nos hace saltar las lágrimas.
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