Perry S. W. - La marca del ángel

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Londres, 1590. El control de la reina Isabel I sobre su reino está resquebrajándose. En medio de un tumultuoso telón de fondo de conspiradores españoles, herejes católicos y guerras extranjeras que amenazan la frágil estabilidad del país, aparece el cadáver de un pequeño niño, con unas marcas extrañas que nadie puede explicar. Cuando, unos pocos días después, el médico Nicholas Shelby encuentra otro cuerpo con esas mismas marcas, se convence de que un asesino está atacando a los más débiles y desamparados de Londres. Decidido a descubrir quién está detrás de estos terribles asesinatos, Nicholas se une a Bianca, una tabernera misteriosa, que guarda secretos inconfesables. A medida que se descubren más cuerpos, la pareja se ve atrapada en una trama siniestra que los lleva al borde del abismo y la desesperación. Nicholas no tendrá opción, deberá salvar a Bianca o salvarse a sí mismo…

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Perry S W La marca del ángel S W Perry traducción Gina Marcela Orozco - фото 1

Perry, S. W.

La marca del ángel / S. W. Perry ; traducción Gina Marcela Orozco. -- Editora Alejandra Sanabria Zambrano. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2020.

440 páginas ; 23 cm. -- (Narrativa Contemporánea)

Título original : The Angel’s Mark

ISBN 978-958-30-6214-8

1. Novela histórica inglesa 2. Novela policiaca inglesa 3. Espionaje - Novela 4. Asesinatos - Novela I. Orozco, Gina Marcela, traductora II. Sanabria Zambrano, Alejandra, editora III. Tít. IV. Serie.

823.91 cd 22 ed.

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., febrero de 2021

Título original: The Angel’s Mark

Publicado por primera vez en tapa dura,

en Gran Bretaña, en 2018, por Corvus,

un sello de Atlantic Books Ltd.

© 2018 S. W. Perry

© 2020 Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000

www.panamericanaeditorial.com

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Edición

Alejandra Sanabria Zambrano

Traducción del inglés

Gina Marcela Orozco

Fotografías de carátula y guardas

© Shutterstock: Barandash Karandashich, Brocreative

Diagramación

Martha Cadena

ISBN 978-958-30-6214-8 (impreso)

ISBN 978-958-30-6399-2 (epub)

Prohibida su reproducción total o parcial

por cualquier medio sin permiso del Editor.

Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A.

Calle 65 No. 95-28, Tels.: (57 1) 4302110 - 4300355. Fax: (57 1) 2763008

Bogotá D. C., Colombia

Quien solo actúa como impresor.

Impreso en Colombia - Printed in Colombia

Para Jane La medicina es la más noble de las artes pero debido a la - фото 2

Para Jane

“La medicina es la más noble de las artes,

pero debido a la ignorancia de aquellos que la practican…

hoy está atrasada respecto a todas las demás”.

HIPÓCRATES

“… deja ese maldito libro a un lado

y no lo mires, o tentará tu alma”.

CHRISTOPHER MARLOWE

La trágica historia del doctor Fausto

Capítulo 1

Londres, agosto de 1590

ESTÁ TENDIDO SOBRE UNA SÁBANA de lino blanco fino de Flandes. Con sus párpados cerrados y sus brazos regordetes cruzados sobre su hinchado vientre infantil, bien podría ser un querubín dormido, pintado sobre el techo de una capilla romana; lo único que le falta es un arpa y una nube de pasteles sobre la cual flotar. Las hermanas de St. Bartholomew lo prepararon lo mejor que pudieron: le quitaron el cieno del río, le sacaron las crías de anguila que anidaban en su boca y lo dejaron más limpio de lo que nunca estuvo en su vida. Ahora solo apesta como cualquiera de las cosas que los pescadores podrían sacar del Támesis en un Día de Lammas tan caluroso como ese.

“Varón, con deformidades en las extremidades inferiores, de unos cuatro años de edad. Hallado ahogado en las escaleras de Wildgoose en Bankside. Nombre desconocido, salvo para Dios”. Es lo que dice el breve informe de la oficina del forense real, en cuyo ajetreado perímetro de diecinueve kilómetros a la redonda de la excelentísima presencia apareció aquel niño con tanta impertinencia.

La recámara es oscura y tan sofocante que es casi insoportable. Un hedor a estiércol de caballo, pescado salado e inmundicia humana se filtra desde la calle exterior por entre las contraventanas cerradas. En algún lugar más allá de Finsbury Fields se intensifica resonante una tormenta de verano. Varios opinan que es clima de plaga. Si nos libramos de ella este año, tendremos mejor suerte de la que merecemos.

La puerta de la recámara se abre con el suave gemido de sus bisagras antiguas. Entra un hombrecito de aspecto alegre con un delantal de cuero. El sudor resplandece sobre su cabeza calva. Entre su cuerpo y su brazo derecho sostiene con recelo una bolsa de lona, como si acaso estuviera llena de contrabando. Mientras se acerca al niño en la mesa, comienza a silbar una canción alegre, popular en las tabernas en esos tiempos: “En lo alto gorjea el bisbita”. Luego, con el esmero exagerado de un sirviente que prepara la mesa de su amo para un banquete, coloca la bolsa junto al cadáver, aparta la solapa y procede a organizar su colección de sierras, cuchillos, dilatadores, pinzas y escalpelos. Mientras lo hace, pule cada uno con la esquina de la sábana y escruta el metal como en busca de imperfecciones ocultas. Es un hombre meticuloso. Todo debería hacerse así. Tiene directrices que cumplir; después de todo, es miembro de la Excelentísima Sociedad de Barberos-Cirujanos y, mientras esté allí en la Casa Gremial del Colegio de Médicos —un edificio con estructura de madera, de inesperada modestia, apretujado entre los puestos de los pesca­dores y las panaderías que hay al sur del cementerio de St. Paul—, se encuentra en territorio enemigo. La riva­lidad entre carniceros y farmacéuticos ha existido, o al menos eso dicen, desde que el gran Hipócrates comenzó a atender pacientes en su polvorienta isla del mar Egeo.

Después de dos estrofas, el hombre deja de silbar y entabla una conversación amistosa y unidireccional con el niño. Habla del tiempo; de las obras que se presentan en el Rose; sobre si los españoles intentarán atacar Inglaterra de nuevo ese verano. Es su ritual. Como si fuera un verdugo compasivo, le gusta imaginar que está fortaleciendo la voluntad del condenado para lo que se avecina. Cuando termina, se inclina sobre el niño como si fuera a darle un beso de despedida. Coloca su mejilla izquierda cerca de las diminutas fosas nasales. Así culmina su ritual: se asegura de que el sujeto esté muerto en verdad. Después de todo, sería un desprestigio que se despertara con el primer corte del escalpelo.

* * *

—¿A quién planean cercenar hoy para divertir al público, Nick? —grita Eleanor Shelby a través de la pared de listones de madera y yeso que la separa de su marido—. No me sorprendería que fuera un pobre muerto de hambre condenado a la horca por robar una caballa.

Desde hace varios días, Eleanor y Nicholas se comunican solo a través del muro o por medio de notas garabateadas que se pasan en secreto con ayuda de su criada Harriet. Cada vez que Nicholas se acerca a la puerta de la sala de puerperio, Ann, la madre de Eleanor, que vino desde Suffolk para supervisar el alumbramiento y asegurarse de que la partera no se robe los utensilios de peltre, lo ahuyenta con gruñidos. La mujer está convencida de que, si logra siquiera entrever a su esposa, la expondrá a la inmundicia de las calles londinenses y de paso a una mala suerte terrible. Además, cada vez que tiene la oportunidad, lo reprende enfadada: “¿Quién ha sabido de un marido que vea a su esposa mientras está pariendo? ¡Imagine el escándalo!”.

Para empeorar la desgracia actual de Nicholas, cada campa­na desde la iglesia de St. Bride hasta la de St. Botolph comienza a anunciar la llegada del mediodía; los que van tarde compensan con esfuerzo el tiempo que perdieron. Ahora debe gritar aún más fuerte si quiere que su esposa lo oiga.

—Es aprendizaje, cariño. Los carniceros de East Cheap son los que cercenan en sus mataderos. Esta es una conferencia para el avance de la ciencia.

—Donde cualquier transeúnte puede asomarse por encima del marco de la ventana y ver todo gratis. Es peor que el hostigamiento de osos en Southwark.

—Al menos nuestros sujetos de estudio ya están muertos, no como esas pobres criaturas atormentadas. En todo caso, es una disertación privada. No se admite público.

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