1 ...6 7 8 10 11 12 ...24 El verdadero cristiano, también, después de recuperar el aliento, “se regocija en su tribulación”. ¿Cómo? Porque sabe que aun en medio de las tribulaciones es precioso para Dios. Porque sabe que sus problemas personales proporcionan la oportunidad de ejercer paciencia ante la provocación, de manera que logre persuadir a otros de hacerse cristianos también. (Véase Romanos 5:3 y Santiago 1:2 al 4.) Y en cuanto a las tribulaciones de los demás, se regocija por la oportunidad que le presentan de manifestar compasión cristiana.
“Las cosas reveladas nos atañen a nosotros y a nuestros hijos” (Deut. 29:28). Algunas tribulaciones recaen sobre algún miembro de la familia, por lo menos parte del tiempo. Dichosa es la familia que aprende a compartir las tribulaciones y a regocijarse en ellas.
V. Parábolas relativas a la preparación
En su Sermón Profético, Jesús no estaba preocupado en proporcionar detalles de los acontecimientos relacionados con la tribulación final. Su principal propósito en la mayor parte de Mateo 24 consistió en advertirnos, de modo que no fuéramos engañados por falsos cristos, falsos profetas y falsas señales. (Véase las páginas 20 a 22.) Hacia fines del capítulo 24 y en el capítulo 25, pone énfasis en el hecho de que debemos estar preparados para su Segunda Venida no importa cuándo ocurra.
Los cristianos debemos saber cuándo está “cerca” la venida de Jesús (Mat. 24:33). Pero el Señor no estableció ni “el día” ni “la hora” de su regreso; por el contrario, declaró que su aparición sería una sorpresa incluso para sus más ardientes seguidores.
“Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” (Mat. 24:42).
“También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre” (Mat. 24:44).
En los días de Noé, la gente se dedicaba inconscientemente a la rutina diaria. “Comían, bebían”, dijo Jesús, “tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos” (Mat. 24:38, 39).
El comer y el casarse no son pecados en sí mismos, pero dedicarse solo esas cosas no era lo suficientemente bueno en los días de Noé, ni tampoco lo es en los nuestros. También tenemos que estar “preparados” porque, como el diluvio de Noé, “así será la venida del Hijo del hombre” (vers. 37). La gente seguirá abocada a sus tareas diarias comunes; trabajará “en el campo” o “moliendo en el molino”; pero una será “llevada” y la otra “dejada” (vers. 40, 41).
Noé y sus tres hijos tenían esposas, de manera que sabemos que estaban casados. Almacenaron alimentos en el arca, de modo que sabemos que les gustaba comer. La construcción del arca era su trabajo de todos los días. Mientras cumplían su rutina diaria, vivían como los demás. Pero además estaban “preparados”. Fueron “llevados” a la seguridad, mientras que el resto de la gente que vivía en ese tiempo fue “dejada” para ser destruida.
No es pecado tener una familia, disponer de un trabajo, tomar vacaciones o pagar impuestos. Pero mientras llevamos a cabo todas estas tareas básicas, debemos estar permanentemente listos para el cielo.
A fin de ayudarnos a estar preparados para su segunda venida, el Maestro narrador de historias nos contó cuatro famosas parábolas. La primera tenía que ver con dos mayordomos . Uno de ellos era “fiel y prudente”; el otro era, sencillamente, “malo”. El mayordomo fiel era justo y honesto, y se aseguró de que los obreros a su cargo recibieran su paga regularmente. El mayordomo malo pensó que en vista de que su patrón se había demorado tanto, probablemente demoraría todavía mucho más. Se dedicó a francachelas con sus compinches, y maltrató a sus colaboradores. Jesús advirtió que cuando el patrón regresara, recompensaría al mayordomo fiel promoviéndolo a la gerencia, pero que castigaría al malo ubicándolo entre los “hipócritas”, en un lugar donde habrá “llanto y el rechinar de dientes” (Mat. 24:45-51).
En otras palabras, la preparación para la venida de Cristo implica fidelidad en el desempeño de los deberes diarios. Un mayordomo llevó a cabo su tarea con responsabilidad. El otro perdió el tiempo y el dinero, y finalmente se sintió frustrado con la misma gente con la que tenía que trabajar.
¿Por qué quedó el segundo mayordomo fuera del Reino de Dios? Evidentemente, porque el Señor se interesa demasiado por nuestra eterna felicidad como para dejar que la estropeen unos cuantos déspotas vividores. Esto significa también, probablemente, que no quiere poblar el cielo con padres pendencieros ni con cónyuges testarudos, que pierden horas interminables mirando televisión, y que después se insultan a rabiar porque el trabajo pendiente no está hecho. Parte de nuestra preparación para la eternidad consiste en aprender, por la gracia de Dios, a administrar nuestro tiempo sabiamente y a ser amables con la gente.
Las jóvenes que se durmieron. La segunda parábola de Cristo acerca de la preparación gira en torno de una boda. En una típica boda de los tiempos bíblicos, el novio viajaba, probablemente en una carreta tirada por bueyes, hacia la casa de la novia para cumplir con el primer paso del casamiento; entonces la llevaba a su casa, para la fiesta de bodas. Jóvenes solteras, generalmente adolescentes, esperaban cerca de la casa de la novia para dar la bienvenida al novio y compartir la alegría del momento. Cuando las ceremonias se llevaban a cabo de noche, las niñas llevaban lámparas alimentadas con aceite de oliva.
He observado que en Medio Oriente se practica hasta el día de hoy una costumbre semejante. Las lámparas que se usan hoy son modernas; pero tengo una lámpara que procede de los tiempos bíblicos. Descubrí que una carga de aceite dura seis horas, y que la llama no se apaga cuando se camina con ella.
En la historia de Cristo, diez damitas jóvenes se reunieron junto a la casa de la novia cierta noche, para esperar al novio. Calculando que todo sucedería normalmente, las cinco “necias” no se molestaron en llevar un frasco extra de aceite. Las cinco “prudentes”, por el contrario, reconocieron francamente que su amigo el novio bien podría no llegar a tiempo. Sabían que, por tradición, se esperaba que ayudaran a iluminar la fiesta tanto dentro como fuera de la casa. Por eso las “prudentes” llevaron aceite extra.
El novio se demoró; y mientras las diez jovencitas cabecearon, sus luces casi se apagaron. Cuando se despertaron a medianoche al oír el ruido del carro tirado por bueyes que venía acercándose, las prudentes en seguida pusieron más combustible en sus lámparas. Las necias, en cambio, pidieron a sus amigas que se lo proporcionaran. Pero incluso las prudentes tenían solo aceite suficiente para que sus lámparas iluminaran durante la procesión y la fiesta. Mientras las necias iban a la ciudad a despertar a los comerciantes, el novio llegó. “Las que estaban preparadas” entraron con él para la fiesta, “y se cerró la puerta”. “Velad, pues”, terminó diciendo Jesús, “porque no sabéis ni el día ni la hora” (Mat. 25:1-13).
El tema de este relato es que, a fin de estar listos para la Segunda Venida, debemos estarlo individualmente . No basta que nuestro esposo, esposa o madre estén listos. No basta tampoco pertenecer meramente a una iglesia, aunque en ella se hable mucho acerca de la Segunda Venida. Todas las jóvenes que se durmieron creían que el novio estaba por venir, y todas en cierto modo se prepararon. Pero las únicas que realmente estuvieron listas fueron aquellas cuya preparación individual era adecuada.
Podemos suponer que los niños pequeños llegarán al Reino de los cielos como resultado de la fe de sus padres. Al referirse a los hijos de sus seguidores, Jesús dijo: “Dejad a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como estos es el Reino de los cielos” (Mat. 19:14). Pero a medida que nuestros hijos crecen, necesitamos asegurarnos de que se desarrollen en Cristo y que desenvuelvan su propia espiritualidad. Tan pronto como sea posible, deben aprender a leer las Escrituras y a orar solos, como también en el culto familiar. Cuando llegue el momento en que se tengan que valer por si mismos, tendrán “aceite extra” para sus lámparas.
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