El autor identifica cuatro estilos distintos de aprendizaje, que ubica respectivamente en los cuatro cuadrantes que surgen del cruce de los ejes tratados en el módulo APRENDIZAJE – CICLO SEGÚN KOLB, conforme se muestra en el gráfico. Estos estilos son: convergente, divergente, acomodador y asimilador.
Las habilidades dominantes del aprendizaje de este estilo son la conceptualización abstracta (CA) y la experimentación activa (EA). El individuo con un estilo de aprendizaje convergente funciona mejor en situaciones como los tests convencionales de inteligencia, donde hay una única respuesta correcta a una pregunta o una sola solución a un problema planteado.
El conocimiento de las personas con este estilo de aprendizaje se organiza de tal manera que mediante razonamientos hipotético-deductivos puede focalizarse en problemas específicos. La investigación sobre este estilo de aprendizaje muestra que los convergentes son relativamente indiferentes e impasibles y que prefieren tratar con cosas, más que con personas. Las fortalezas de quienes tienen este estilo son:
• Resolver problemas.
• Tomar decisiones.
• Razonar sobre la base de deducciones.
• Definir problemas.
• Ser lógicos.
El divergente tiene las habilidades de aprendizaje opuestas a las de convergente. Se destaca en la experiencia concreta (EC) y la observación reflexiva (OR).
Se llama a este estilo “divergente” porque quien lo posee se desempeña mejor en situaciones que requieren la generación de nuevas ideas, como, por ejemplo, una sesión de brainstorming. La investigación muestra que los divergentes se interesan por la gente y tienden a ser imaginativos y emocionales. Tienen amplias inquietudes culturales y son proclives a especializarse en artes. Las fortalezas de quienes tienen este estilo son:
• Ser imaginativos.
• Comprender a las personas.
• Reconocer los problemas.
• Generar ideas nuevas.
• Tener una “mente abierta”.
Las habilidades de aprendizaje que predominan en el estilo asimilador son la conceptualización abstracta (CA) y la observación reflexiva (OR). El individuo que posee este estilo de aprendizaje sobresale en el razonamiento inductivo y en la asimilación de observaciones dispares o desiguales en una explicación integrada.
Como el convergente, esta persona está menos interesada en la gente y se preocupa más por los conceptos abstractos; pero, a diferencia del convergente, está menos inclinada por el uso práctico de las teorías. Para ella es más importante que la teoría sea lógicamente sólida y precisa. Las fortalezas de los asimiladores son:
• Planificar.
• Crear modelos.
• Definir problemas.
• Desarrollar teorías.
• Ser pacientes.
El acomodador tiene las fortalezas de aprendizaje opuestas a las de asimilador. Se destaca en la experiencia concreta (EC) y la experimentación activa (EA). Sus mayores habilidades consisten en hacer cosas (llevar a cabo planes experimentales) y en involucrarse a sí mismo en experiencias nuevas. Está más dispuesto a tomar riesgos que las personas de los otros tres estilos.
Se llama a este estilo “acomodador” porque suele sobresalir en aquellas situaciones en las que hay que adaptarse a circunstancias específicas de manera inmediata. En situaciones en las que una teoría o un plan no se adecua a los hechos, el acomodador probablemente desacredite el plan o la teoría. Tiende a resolver los problemas por medio de ensayo-error, apoyándose fuertemente en otras personas para obtener información, en vez de confiar en su propia capacidad analítica. El acomodador se siente a gusto con la gente, pero algunas veces se lo considera impaciente y agresivo. Las fortalezas de quienes tienen este estilo son:
• Lograr que las cosas se realicen.
• Liderar.
• Asumir riesgos.
• Iniciar proyectos.
• Ser adaptables y prácticos.
Es importante conocer el estilo de aprendizaje de cada persona, ya que nos ayuda a comprender:
• Cómo resuelve problemas.
• Cómo trabaja en equipo.
• Cómo soluciona conflictos.
• Cómo elige las opciones profesionales.
• Cómo aborda las relaciones personales y profesionales.
El autor del modelo ha diseñado un instrumento que comprende doce preguntas destinadas a identificar el estilo de aprendizaje de cada persona. El cómputo de las respuestas de un individuo a dichas preguntas permite identificar su estilo de aprendizaje según el modelo.
Ahora enfocaremos el rol de la memoria en el aprendizaje. Como punto de partida corresponde plantear la siguiente pregunta: ¿memoria respecto de qué? En este orden viene a colación la distinción que hace Russell L. Ackoff en la sección “Los tipos de aprendizaje” de su libro Recreación de las corporaciones (Oxford, 2000; Cap. 8). Ackoff distingue:
• Los “datos”, que se componen de símbolos que representan objetos y eventos y sus propiedades. Son productos de la observación.
• La “información”, que forma parte de descripciones y respuestas a preguntas que comienzan con palabras como quién, qué, dónde, cuándo y cuánto. Se considera útil decidir qué hacer o qué no hacer.
• El “conocimiento”, que está contenido en instrucciones. Se compone de un saber cómo, lo cual hace posible el mantenimiento y el control de objetos, sistemas y eventos. Controlar algo es hacerlo funcionar o comportarse de forma eficiente para un fin predeterminado.
• El “entendimiento”, que se encuentra en las explicaciones, en las respuestas a las preguntas que comienzan con un “por qué”.
• La “sabiduría”, que es la capacidad para percibir y evaluar las consecuencias, en el largo plazo, del comportamiento.
Ahora bien, no es lo mismo memorizar un dato o información que memorizar (retener y tener disponible) el producto del conocimiento o del entendimiento como expresión de un aprendizaje derivado de esa información. Estamos de acuerdo en que en la mayoría de los casos es inútil e incluso contraproducente exigir que un alumno memorice simplemente datos o información. Pero nos parece conveniente que en un proceso de enseñanza-aprendizaje, por ejemplo en un examen (o equivalente), se le pida al alumno que evidencie su conocimiento o entendimiento en términos que implican memorizar, en mayor o menor grado.
El párrafo precedente nos lleva a lo siguiente. En general, un método importante de aprendizaje radica en que el alumno recurra a la palabra escrita, u otro medio equivalente. Y aquí es fundamental la diferencia entre la mera lectura y el estudio propiamente dicho. Estudiar implica leer varias veces, analizar, relacionar con el conocimiento previo, aplicar juicio crítico, sintetizar, etc. Es común que en un examen, por ejemplo, se le pida al alumno que desarrolle un tema. Si el alumno solo leyó una vez los textos correspondientes, es probable que al momento del examen se acuerde poco y nada del tema. Y entonces se quejará diciendo: “me piden que estudie de memoria”. Sin embargo, si el alumno realmente estudió, no tendrá mayores dificultades para desarrollar el tema. Obviamente, en este caso está empleando la memoria, pero como manifestación de su conocimiento o entendimiento.
Relacionado con el párrafo precedente, vale la pena recordar lo dicho por Stephen Kosslyn, neurocientífico estadounidense, en una entrevista publicada por la revista Noticias del 1/11/14: cuanto más reflexiona una persona sobre algún asunto, más profundamente procesa la información, y más fácilmente se acordará de ella, porque la reflexión va a desencadenar asociaciones mentales entre aquel asunto y lo que ya está almacenado en la memoria. Al ser convocado a reproducir esa información, el cerebro usará tales asociaciones para llegar al lugar donde la misma está almacenada. Por otro lado, repetir una frase o una fórmula muchas veces no crea conexiones con cosas ya grabadas en la memoria, y por lo tanto el cerebro va a tener más dificultad para encontrar la frase o la fórmula en su banco de datos cuando eso le sea solicitado.
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