Añadamos a estos criterios que el chamán, el curandero, todavía surca la geografía de nuestros pueblos occidentales, sobre todo allí donde el racionalismo interesado no ha acabado con ellos. He conocido curanderos que curan a través del sueño, otros con las típicas hierbas, y otros más ocultos y extraños. Es obvio que nos visitan también desde hace un tiempo ciertos chamanes, como es el caso de Gerardo Pizarro, quien comenta con gracia su iniciación cuando fue lanzado a las pirañas del Amazonas.
Psicodélicos-Alucinógenos-Enteógenos
Como sabemos, la palabra droga tiene hoy una connotación negativa, puesto que en Occidente, por alguna razón no ajena a su propia crisis social, se ha convertido en un cáncer colectivo. Las drogas adulteradas y desacralizadas son verdaderos caballos de Troya para el organismo. Pero no es de estas drogas perniciosas, heroína, cocaína, etc., –saldos químicos sacados de plantas consideradas sagradas por los indígenas– de lo que lógicamente nos ocupamos aquí. Mas bien tengo que manifestar que muchos indios de los que conocí afirmaban de corazón haber sido curados en Huautla por el hongo y los buenos oficios de María Sabina, lo cual contrasta con estas drogas urbanas. El LSD es uno de los mayores exponentes en la cultura actual, derivado del cornezuelo del centeno, sintetizado en 1938 por Hoffman, S. Grof lo utilizó en pacientes terminales en Checoslovaquia y posteriormente junto a Joan Hali-fax, en Maryland (EE.UU.). Al parecer, esta planta ya se utlizaba en la antigüedad, en los misterios de Eleusis, camino del que nos dan una visión R. Gordon Wasson, A. Hoffman y C.A. Ruck. El LSD tuvo una rápida difusión no siempre conveniente, en el mercado. En psicoterapia se ha utilizado en numerosas ocasiones, y muchos terapeutas afirman que es el mejor fármaco. Su efecto positivo es esclarecedor, se accede a planos elevados de la realidad; desde allí se puede otear el horizonte personal y tomar nota al respecto. Es un proceso de autoconocimiento nada hedonista. El mal viaje es una visita a la negrura de los infiernos, por ello su uso ha de ser cuidadoso y orientado. Grof explica en sus obras, concretamente en Más allá de la muerte la gran importancia de las sustancias alucinógenas a lo largo de la tradición. Señala precisamente cómo desde tiempos inmemoriales de la humanidad se han utilizado plantas que contienen sustancias que alteran la mente, para diagnosticar y curar enfermedades. Al analizar el polen de las plantas que se encontraron enterradas junto a un chamán durante las excavaciones de un poblado neolítico en Çatal Hüyük, Turquía, se descubrió que eran alucinógenas. Se conocen informes de la utilización de drogas alucinógenas en la medicina china que datan de hace más de tres mil quinientos años. Como el mejor exponente de la droga como compañera de nuestras culturas se encuentra la recapitulación de Antonio Escohotado. Al mismo tiempo Grof afirma, con autoridad, que el efecto amplificador y catalizador sobre la mente humana que ejercen hoy los alucinógenos sobre sujetos elegidos al azar sugiere claramente que los elementos necesarios para estas sensaciones se encuentran en el inconsciente como elementos normales de la personalidad. Con respecto a la experiencia psicodélica, Grof nos comenta cómo las personas que se encuentran bajo los efectos del LSD sienten corrientes de energía poderosa que fluyen por sus cuerpos y una acumulación enorme de tensión alternada con descargas violentas.
Las experiencias inimaginables que se producen en las sesiones con LSD las atribuye Grof a que el enfrentamiento con la muerte es uno de los aspectos de la experiencia psicodélica. Otro aspecto importante es la lucha por renacer, en la que muchos individuos reviven el trauma del nacimiento. En el proceso de muerte-renacimiento, la muerte, el nacimiento y el alumbramiento se encuentran íntimamente ligados. La sucesión de sufrimiento físico y psíquico extremos viene seguida de experiencias de liberación, nacimiento o renacimiento, con visiones llenas de luz blanca o dorada muy brillantes. Sobre el viaje de curación, Claudio Naranjo desarrolló todo un libro poético y explicativo The Healing journey .
Además del LSD, la investigación ha descubierto otros productos entre los que podemos seleccionar algunos tan conocidos como:
El MDMA, Adam, también conocido como éxtasis, fue sintetizado en diciembre de 1912 y calificado como droga peligrosa por la ONU en 1985; se extendió por el mundo terapéutico por sus efectos menos duros que el LSD. Produce, como todo alucinógeno, un estado de salud mental artificial, como expresa Claudio Naranjo. Son cuatro horas en las que se anestesia el ego, la neurosis infantil, en un estado amoroso y sereno, donde evolucionan y se clarifican las relaciones. Si el uso es repetido se produce un agotamiento de los receptores, con sus consecuencias psíquicas y con el correspondiente peligro que proviene de utilizarla en fiestas para una satisfacción que obvia la limpieza personal y el dolor. El MDMA (metilendioxianfetamina) provoca sensaciones sociales y perceptivas no ordinarias; no es claramente un alucinógeno según algunos, sin embargo sí que hay que diferenciarlo del MDA o píldora del amor, de efectos aparentemente más tóxicos, lo que afecta a las consecuencias legales. Los efectos del MDMA, según son descritos, abren a la persona a sus sentimientos e intuiciones, a su propio despertar de la consciencia y a la empatía con los otros.
Otros tipos de sustancias, en este caso naturales, como el peyote de los hui-choles, los diversos hongos, sobre todo del sur mexicano psilocibina y psilo-cina, las ayahuasca en suramérica, las archiconocidas hachis, marigüana, las típicas de la tradición europea: beleño, mandrágora, amanita, belladona, estramonio, etc., han estado presentes en nuestra cultura. La bebida soma del Rig-Veda y el haoma del Zend-Avesta estaban hechas de amanita según Robert Gordon Wasson, quien además afirma su generalidad como mecanismos expansores de la mente en las culturas antiguas. Patañjali ya afirmaba que “los poderes sobrenaturales se obtienen de nacimiento o mediante drogas, el poder de la palabra, la autodisciplina o el samadhi ”. Aldous Huxley y otros clásicos nos pusieron al corriente sobre estos caminos, sobre los que Occidente apenas tiene nada sistematizado. Sin embargo, las tribus indias lo conocen con exactitud. La sustancia psicodélica en un trabajo organizado puede servir, si se desea, como un vehículo de profundización del propio investigador y del terapeuta, para explorar sus zonas desconocidas y cartografiar las distintas regiones de la mente, para atravesarlas y así tener las claves de los procesos por donde puedan encallar sus clientes. Sin embargo no se puede despreciar la dureza secundaria de los productos farmacológicos, ya que no es fácil controlarlos. Cuando el LSD sube, sube; es imparable, aunque se desee bajar fervientemente. A eso hay que añadir las molestias de los productos fijadores del ácido. Por el contrario, el chamán recalca el efecto beneficioso y curativo de sus productos naturales, usados para curar. No olvidemos que en nuestra cultura religiosa, en su núcleo, la misa, el sacerdote bebe y come, y da de beber y comer. Tal vez entre los antiguos cristianos de las catacumbas se llevaba más lejos la experiencia.
Como colofón de lo estudiado, no podemos confundir un trabajo organizado con personas responsables, con un indisciplinado y a veces perverso uso de lo que se llama comúnmente “drogarse”.
El producto psicodélico, la planta psicotrópica, no podemos ocultarlo, es un vehículo tan poderoso de transformación que nos abre a realidades que desde una consciencia ordinaria aparecen como imposibles. Por ello su uso es delicado en extremo.
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