Carolina Abadía Quintero - Por una merced en estos reinos

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"Este libro le permitirá al lector establecer un vínculo entre el Obispado de Popayán, así como de sus prelados y prebendados, y otros espacios más amplios del poder monárquico. Cuestiona si debe seguir definiéndose como un obispado de bajo perfil o si es posible identificar un protagonismo más determinante en las Indias Meridionales. Así, estas reflexiones presentan las formas en que los integrantes de las élites catedralicias hispanas idearon estrategias familiares, políticas y sociales para conseguir una promoción eclesiástica, y, entonces, al determinar las relaciones entre redes sujetos-conflictos-circulaciones en un obispado como el de Popayán, llevará a entender la conexión implícita entre la red de catedrales indianas en el periodo que va de 1546 a 1714, a comprender la mediación del Patronato Real en los ascensos eclesiásticos y en las tensiones entre poderes y, por último, a demostrar cómo la circulación de un obispo o un prebendado conectaba actitudes, clientelas, devociones, intereses, proyectos, gestiones y amistades entre las élites."

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En el sínodo diocesano realizado por el obispo fray Juan González de Mendoza (1609-1618) se determinó que fueran el deán y su cabildo los que decidieran la creación del seminario en el momento en que les conviniere, dado que la votación para una fundación formal quedó vacante. 27De acuerdo con estas disposiciones, en 1618, un año después de realizado el sínodo, el cabildo eclesiástico dispuso y decidió que, para que entrara en ejercicio el seminario, se debía conseguir una persona que leyera gramática y otras “buenas artes”. Además, se mandó a todos los eclesiásticos que residían en el obispado, tanto regulares como seculares del alto y bajo clero, a que pagaran 4 pesos de 20 quilates cada año para el mantenimiento de dicho seminario y la concesión de becas para los colegiales. 28Tres años después, el 26 de abril de 1621, 29se discutió que había sido imposible, con los réditos cobrados y las rentas que tenía el obispado, construir un edificio solo para el seminario por falta de dinero, material y peones, y que no había una casa que se pudiera dotar de aulas y habitaciones para los colegiales y sus maestros, agregando, además, que el dinero recaudado, del cual no se hace mención, no permitía sustentar ni a cuatro colegiales. Frente a este panorama tan desalentador, los capitulares decidieron aprovechar los recursos tanto humanos como materiales para corresponder a su obligación de establecer un espacio de formación de los clérigos del obispado, aunque no fuera un seminario en sentido estricto.

Así es como se decide, primero, aprovechar el estudio de gramática que en su casa había fundado y dictaba el clérigo Pedro Sánchez Triguero, que era ofrecido a los hijos de hombres pobres de la ciudad que no podían desplazarse a otros lugares a estudiar. Con esto, se dispuso que “el colegio se convierta en el dicho estudio que tiene el dicho Pedro Sánchez Triguero”, 30y los réditos de los eclesiásticos los que “han de entrar en el dicho estudio”. 31Además, se decidió lo siguiente: a) que Sánchez Trigueros y sus sucesores llevaran la cuenta de los 20 pesos que cada año debían pagar los seminaristas por sus estudios, determinando que, por los 12 seminaristas inscritos en 1621, debía tener 240 pesos, y si en caso de que algún colegial no pagara, se supliera la suma de las rentas colectadas, así tanto Trigueros no asumía los costos de su estudio y el seminario iría acrecentando con el tiempo más seminaristas; b) que por lo menos cuatro de los 12 seminaristas que había fueran enviados a la catedral todos los días en vísperas y los domingos para que sirvieren en lo que surgiere; c) que los ornamentos de estos cuatro seminaristas debían correr por cuenta de ellos o de sus padres; d) que todos los seminaristas estuvieren a la orden de Sánchez Trigueros para lo que le ocupase a él como encargado y responsable de vigilar la vida y costumbre de ellos, y e) que se ratificaba el pago a los eclesiásticos de todo el obispado a razón de 4 pesos cada uno para el sostenimiento del estudio de gramática. 32Tal como sucedió con la postergación de la construcción de la catedral, este proyecto de seminario se ajustó a las carencias y realidades que bien entendían en su momento los capitulares del cabildo catedral de Popayán. Esta iniciativa fue aprobada y apoyada por el obispo fray Ambrosio de Vallejo (1620-1631), quien dotó las becas de los 12 seminaristas con bienes eclesiásticos. 33

Tiempo después, en 1631, Luis de San Millán, provincial de la orden de la Compañía de Jesús, pasó por Popayán rumbo al Perú, 34y notó la falta de una casa de esta orden en la ciudad, y en general en el obispado. San Millán instó a los cabildos payaneses a pedir su apertura y logró que uno de los capitulares del cabildo eclesiástico, el deán Francisco Vélez de Zúñiga, ofreciera una de sus haciendas y otros bienes para la fundación de esta casa, 35al igual que varios vecinos de la ciudad donaron dinero, tierras y ganados para colaborar en proyecto tan loable. 36La creación de la casa jesuita es importante porque su presencia aseguraría a los prelados y al cabildo eclesiástico de Popayán la administración del futuro colegio seminario tridentino, que se refundaría y reabriría continuamente a lo largo del siglo XVII.

El obispo Francisco de la Serna y Rimaga (1640-1645) identificó la falta que hacía en la provincia un colegio seminario, puesto que, en la proposición que hizo al rey para la fundación de una casa de estudios en Popayán, mencionaba que esta carencia provocaba que no hubiera en el obispado sacerdotes eficientemente formados tanto para el culto como para la enseñanza de otros clérigos, idea que, en general, dilucida que los curas y eclesiásticos que había en el obispado no eran idóneos para ejercer su ministerio. 37Aprovechando, entonces, la llegada a la ciudad de la patente de fundación de la casa de la Compañía de Jesús, 38dada por el padre provincial en Santa Fe, el prelado aprovechó y puso en marcha este proyecto eclesiástico escribiendo al rey para obtener las licencias en que se aceptaba el colegio seminario con sus constituciones y al mando de los jesuitas. Cabe aclarar que José Abel Salazar señala que hay que diferenciar la casa de la Compañía con el colegio seminario, porque, al ser fundados en la misma época, se pueden confundir sus historias. Lo cierto es que el rey Felipe IV dio el visto bueno, por real cédula del 16 de diciembre de 1640, para la creación del Colegio Seminario de Popayán, dedicado a San Francisco de Asís, 39y coordinado por los jesuitas. El seminario inició clases con la apertura de las cátedras de “la latinidad y otras facultades de artes y teología”, 40adoptando las constituciones del Colegio de San Luis de Quito 41y asegurando el obispo Serna su futuro funcionamiento con rentas que saldrían de beneficios simples y curados. 42No fue hasta 1793 que el cabildo eclesiástico y el obispo del momento, Ángel Velarde y Bustamante (1789-1809), empezaron a considerar que el colegio seminario pudiera conferir títulos y grados. 43

Este primer proyecto no tuvo una larga existencia, pues la larga sede vacante obispal que tuvo Popayán entre 1645 y 1659, propiciada por las muertes inesperadas y las dejaciones y negaciones de nombramiento de cinco candidatos episcopales a ocupar la silla payanesa, llevó a que, en 1655, se extinguiera y se convirtiera la casa donde estaba ubicado en un hospicio de viandantes y forasteros, sin estudiantes ni colegiales, según como certificaba en 1660 el capitán Sebastián Guerrero, escribano de la ciudad. 44Con el nombramiento y la llegada de un nuevo obispo, en este caso el limense Vasco Jacinto de Contreras (1659-1666), se reabrió el colegio seminario de mano, de nuevo, de la Compañía de Jesús, en cabeza del maestro Bernardino de la Cueva. 45No sobra decir que estas constantes reaperturas y refundaciones del colegio seminario, como propone Leticia Pérez Puente, pueden entenderse también como estrategias de fortalecimiento de la autoridad episcopal, más en un episcopado pobre y con corporaciones como el cabildo catedral o las órdenes regulares, sin una fortaleza sustantiva en el contexto inmediato. Para 1680, el colegio seminario enseñaba gramática; en 1688, se dio apertura a los cursos de latín, “filosofía escolástica, teología dogmática y moral”, teniendo como uno de los profesores a Juan de Velasco; 46en 1712, tenía seis estudiantes, estableciéndose hasta 1744 la apertura de las cátedras superiores en filosofía y teología escolástica. 47

Hay que adicionar al análisis de los elementos que brinda la tabla 3 que los capitulares naturales de Popayán, dada la ausencia académica de una universidad y por la inmediata cercanía, realizaron sus estudios en Santa Fe y en Quito, ambas capitales de Audiencia y con diversos colegios seminarios y universidades, por lo menos para el caso quiteño. Resulta peculiar que en ambas ciudades la fundación de seminarios conciliares fue muy temprana, para Santa Fe en 1582 y para Quito en 1570, pero los vaivenes de la política y del gobierno eclesiástico de ambos episcopados llevaron a que estas dos instituciones pasaran a ser direccionadas por la Compañía de Jesús. 48

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