En Santa Fe, los clérigos también vivieron a la deriva con sus estudios, como se muestra en el caso del capitular Fernando de Oruña y Quesada, quien asistió a las cátedras tanto de franciscanos como de dominicos, pero sin obtener ningún grado, a pesar de su lucimiento como estudiante. Este caso, al igual que el de Popayán, muestra que no fue sino hasta la llegada de los integrantes de la Compañía de Jesús y la fundación que hacen del Colegio de San Bartolomé que se puede hablar de un primer recinto universitario de formación eclesiástica en el territorio neogranadino. Pérez Puente brinda un mejor panorama de los estudios que se ofrecían en Santa Fe para la época:
Si bien el Nuevo Reino de Granada estaba más cerca de Quito, en 1568 no había allí más oferta de estudios. Solo para 1582 cuando se fundó el seminario en Santa Fe, la ciudad presentaba un cuadro un poco más promisorio. En ella el convento dominico de Santa María del Rosario había recibido la bula donde se le erigía en Universidad, y contaba con cátedras de Artes y Teología, así como lecciones de gramática que, según fray Alonso de Zamora, habían dado inicio desde 1563. Sin embargo, todo indica que esas lecturas eran muy poco constantes. Fray Pedro Simón escribió que cuando los franciscanos abrieron sus cursos de Artes y Teología en Santa Fe en 1605, muchos habían asistido “por el deseo que tenían de estudios, por no haberlos habido hasta allí de propósito en ninguna parte de ella”. Más tarde, en el contexto de la disputa entre los dominicos y la Compañía de Jesús por el privilegio de otorgar grados académicos, el jesuita Pedro Calderón aseguró que solo hasta 1615 los dominicos habían comenzado a leer Artes y Teología en su convento. 49
Como también señala Salazar, dado el fracaso del seminario del arzobispo Barrios, fueron las casas de las órdenes dominica, franciscana y agustina recoleta en Santa Fe las que se dedicaron a ofrecer cátedras y cursos para sus religiosos, clérigos y juristas, hasta que, en 1604, establecida la Compañía de Jesús en esta ciudad, se hizo apertura del Colegio de San Bartolomé, que enseñó las disciplinas inferiores hasta que, en 1612, se inauguró el curso de Artes. 50No está de más pensar que Oruña y Quesada, quien era integrante de una de las familias de mayor prestigio en la sociedad santafereña al ser nieto del conquistador del Nuevo Reino de Granada Gonzalo Jiménez de Quesada, optara por estudiar entonces en aquellos colegios que hacían apertura de cursos y de cátedras, resignándose a destacarse en este círculo de estudios eclesiásticos superiores no universitarios. El caso de Quito fue distinto, pues las fundaciones conventuales fueron más tempranas que las santafereñas contando con dos universidades y colegios seminarios a finales del siglo XVIII. Un elemento más hay que añadir al respecto de los estudios de formación eclesiástica, y es que la constante que se denota en los capitulares naturales de la tierra fue la de estudiar en las casas de estudio dirigidas por la Compañía de Jesús, hecho que demuestra el rol protagónico de los jesuitas en la formación de las élites eclesiásticas en Indias.
Respecto de los grados y estudios, siete capitulares mencionaron haber estudiado Teología en conjunto con otras cátedras como las de Artes, Filosofía, Lógica, Física y Metafísica, mientras fueron pocos los canonistas o los que apelaron al estudio de ciencias civiles, como en el caso del bachiller Jacinto de Arboleda, quien se formó en la Universidad de Salamanca. A esto hay que adicionar que la mayoría presenta grados menores (bachilleres en Artes y Teología, o con órdenes menores), 51y solo siete capitulares alcanzaron el grado de doctor: Francisco Javier Salazar de Betancur, Laurencio Ruiz, Juan de Vargas Pecellín, Gonzalo Guiral, Pedro de Herrera Gaitán, Luis Rojas de Páramo y Gregorio Belín de Baños. Como menciona Maximiliano Barrio, poseer estudios superiores y un grado de maestro o doctor permitía a un clérigo apelar de manera certera al camino de la promoción eclesiástica de alto vuelo, a diferencia de aquellos curas que por impedimentos relacionados con la falta de dinero, la distancia o la satisfacción con su labor optaban por estar de manera permanente en el trabajo religioso de las parroquias y en las doctrinas. 52
Bien valdría pensar que, respecto de los méritos literarios y siguiendo la categorización propuesta por Rodolfo Aguirre, los clérigos que fueron nombrados como capitulares del cabildo catedral de Popayán, al ser parte de la élite eclesiástica provincial, no se caracterizaban por tener altos grados académicos, 53a pesar de que hubo capitulares, como Fernando de Oruña y Quesada, Francisco Ramírez Florián y Gonzalo Guiral, a los que distingue su erudición durante su ciclo de estudios. El primero cursó estudios tanto con los franciscanos como con los dominicos, fue colegial de ambos conventos y se destacó en el capítulo provincial de 1612, al que concurrieron todas las órdenes con presencia en Santa Fe, por la defensa que hizo de tres actos de teología, lo cual le valió un importante prestigio en los círculos eclesiásticos santafereños en que fue destacado por “su ciencia, mucho estudio y buen ingenio”, 54y como uno de los mejores estudiantes del reino. Con esto, se va demostrando que los méritos académicos estaban relacionados con los grados adquiridos en universidades y colegios seminarios de prestigio, pero también con la erudición académica que podía presentar un capitular independiente que tuviera grados menores o superiores; estimar que ambas situaciones eran consideradas en el proceso de promoción eclesiástica permite abrir el espectro de selección en aquellos que destacándose en sus estudios no los habían finalizado, pero los hacía idóneos para tener una carrera eclesiástica en un cabildo catedral. En este caso, habría que revisar si su procedencia familiar o su vinculación a alguna red clientelar o de poder les permitió acceder a la postulación en este tipo de cargos.
Los problemas de consolidación de la planta catedralicia payanesa
El cabildo catedral de Popayán fue una corporación en crisis desde su fundación, pues el obispo Juan del Valle (1546-1562) proyectó constituir una mesa capitular conformada por cinco dignidades, diez canónigos, seis racioneros y seis medio racioneros, 55a muchos de los cuales (deán, arcediano, maestrescuela, chantre y seis canónigos) se les remitió el título de nombramiento. 56No obstante, como refiere el mismo obispo Del Valle en una carta enviada al rey en 1549, en que solicitaba el nombramiento del deán Juan Cornejo, el arcediano Francisco Sánchez y el maestrescuela Melchor de Henao, “porque los otros que allá nombraré [en España] se quedaron”. 57Esto, aunado a las bajas rentas decimales del obispado, imposibilitaron tener una mesa capitular amplia, por lo que la primera planta catedralicia payanesa se redujo a cinco dignidades. 58
Esta situación no fue exclusiva del obispado payanés, pues la primera planta capitular de la Catedral de México estuvo compuesta, primero, por las cinco dignidades, dado que, como menciona José Gabino Castillo, las rentas decimales no fueron suficientes para ampliarla, como se logró años después. 59Para el caso payanés, solo hasta el siglo XVIII la planta capitular logró una incipiente consolidación que no solo se verá representada en la permanencia de prebendados, sino en la ampliación de la planta y en la aparición de un proyecto eclesiástico de fortalecimiento del seminario y de la catedral. Para exponer la falta de consolidación del cabildo eclesiástico, fue preciso elaborar la tabla 3 dedicada a mostrar la recurrencia de prebendados en las dignidades de la catedral que permitirá exponer cuál de estos cargos tuvo mayores y, por ende, mayores vacancias.
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