Julio Alejandro Pinto Vallejos - Luis Emilio Recabarren
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Como militante demócrata, Recabarren participó en 1897 en la campaña electoral que llevó al sastre Artemio Gutiérrez a la Cámara de Diputados por el Departamento de Santiago, un nuevo avance en la ocupación del espacio institucional por parte del esforzado partido obrero. Al año siguiente, relata Osvaldo López, y en virtud de habérsele conocido “su amor por la santa causa de la Democracia”, se le eligió para “el difícil puesto de Secretario” de la agrupación capitalina. Ese mismo año aparece su primer escrito de prensa conocido y conservado, una carta al director del diario La Tarde. En ella fustigaba duramente a otra figura emblemática del naciente movimiento obrero chileno, Luis Olea, y a través de él, a las ideas de “socialismo exaltado” que según Recabarren promovía el futuro líder del anarquismo nacional. Asoman aquí tempranamente algunas de las diferencias que posteriormente ventilaría con esa corriente ideológica, la que como se sabe tendría una importante figuración en las luchas obreras de inicios del siglo xx 24. Condenaba el joven militante demócrata en el futuro líder anarquista su “exaltación”, su “falta de afecciones de esposa, madre, hija o hermana” y su supuesta condición de “parásito”, afirmando que muchos de quienes lo habían tratado en persona lo consideraban derechamente un loco. Llevado tal vez por un exceso de ímpetu juvenil, mezclaba así descalificaciones personales con discrepancias políticas, cosa que él mismo criticaría posteriormente en más de alguna oportunidad a sus propios detractores.
Junto con ello, sin embargo, aparecía también en ese escrito una muy temprana identificación de lo que Recabarren entendía por “socialismo”, ideología a la que progresivamente iría ligando su propia identidad política y militante. Así, tras denunciar el “socialismo exaltado” de Olea, se cuidaba de reivindicar un “socialismo bien entendido” que sí apoyaba, expresado en ideales como la igualdad humana, la desaparición de las injusticias, el alivio de las clases proletarias, la nivelación relativa de las fortunas y la disminución de las grandes riquezas. Incluía también esa concepción un compromiso con la instrucción general y obligatoria para el pueblo, el fomento del ahorro popular y el combate a la embriaguez y al juego. Ese género de socialismo, concluía, que ciertamente no constituía “una amenaza para la humanidad”, se contraponía al principio destructor que en su opinión sustentaba el pensamiento protoanarquista de Olea 25.
El estreno de Recabarren como periodista obrero, siempre siguiendo a Osvaldo López, se produjo apenas un año después, cuando ya concluía el siglo xix. Efectivamente, en enero de 1899 aparece como secretario del Comité Directivo del periódico santiaguino La Democracia, afiliado obviamente al partido del mismo nombre. En octubre de 1900 ya figuraba como su director, asociando dicho órgano periodístico a la “emancipación de las clases oprimidas” y asignándole “la hermosa misión de enlazar las manos encallecidas de los obreros, al clarear el alba del siglo xx” 26. Tiempo después se explayaba con mayor detalle sobre lo que él entendía que era el deber de la prensa obrera, anunciando una “misión sagrada” que habría de acompañarlo durante el resto de su vida. Consistía tal misión en “contribuir a la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de los pueblos”, llevando “palabras de enseñanza y de ejemplo” y rebatiendo las ideas contrarias “con cultura, moderación y altura de miras, procurando convencer al que se crea que marcha extraviado con buenas razones y con argumentos que se basen en la lógica y en un criterio sano y despejado”–precisamente lo que él no se había cuidado de hacer en su polémica del año anterior con Luis Olea 27.
En lo sustancial, sin embargo, la temprana militancia demócrata de Recabarren se concentró en sus actividades políticas y electorales en la comuna Estación, destacándose su elección como delegado de la agrupación de Santiago para una convención extraordinaria en que el partido debía resolver su postura ante las elecciones presidenciales de 1901. En dicha instancia, para la cual fue elegido vicepresidente, se instaló una rivalidad que lo acompañaría durante el resto de su pertenencia a esa tienda política, al discrepar del líder partidario Malaquías Concha en su afán de apoyar la candidatura presidencial de Germán Riesco, que a la postre resultó vencedora. Su adhesión a una línea más autonomista encabezada por el médico y diputado Francisco Landa parece haberle atraído la animadversión de Concha y de la mayoría del directorio general del partido, quienes acusaron a su periódico de no representar fielmente la línea política de la organización. Tras una serie de confusas marchas y contramarchas en relación con la alineación electoral definitiva del partido, La Democracia dejó de aparecer en su edición número 64, del 30 de junio de 1901 28.
Las crecientes discrepancias partidistas, que como se dijo se venían arrastrando desde bastante tiempo antes, finalmente estallaron en la convención oficial celebrada en Chillán el 14 de julio de 1901, donde se materializó el quiebre en dos organizaciones paralelas, una dirigida por Malaquías Concha (la posteriormente denominada “reglamentaria”) y la otra por Landa (la “doctrinaria”). Recabarren se incorporó a esta segunda, en cuyo directorio figuró como secretario. Según una circular enviada a sus adherentes en septiembre de 1902, esta tendencia se definía como la legítima portadora del “querido estandarte de la democracia chilena”, como lo demostraba su opción por la autonomía total respecto de alianzas con partidos supuestamente liberales en las que se habían agotado “esfuerzos irreparables”, sin resultado alguno “que alivie la triste condición de los trabajadores” 29. En la opinión de la naciente fracción “doctrinaria”, la verdadera vocación de “la Democracia” radicaba en la priorización de las luchas sociales (lo que Sergio Grez ha caracterizado como “una práctica más apegada a los movimientos sociales populares” 30), sustrayéndose de un devaneo electoralista que a la postre solo acarrearía victorias intrascendentes, por su baja incidencia en la verdadera correlación de fuerzas al interior de las cámaras legislativas. Era en el mundo propiamente social, concluían, donde el Partido Demócrata debía concentrar sus mayores esfuerzos.
Como en un afán de ratificar su adhesión a tales juicios, durante ese mismo mes de septiembre de 1902, Recabarren participó en una convención o “Primer Congreso Social Obrero” convocado por diversas entidades gremiales y mutualistas articuladas en torno al Partido Demócrata, y presidido por el obrero gásfiter y (curiosamente) futuro parlamentario demócrata Zenón Torrealba. En representación de varias sociedades de provincias, entre ellas la de Socorros Mutuos de Tocopilla, la “Académica” de Antofagasta (así se llamaba) y la Federación de Obreros de Imprenta de Valparaíso, Recabarren sometió a la consideración de dicho cuerpo algunos proyectos de mejoramiento organizativo y social. Destacaban entre ellos uno sobre “reglamentación del trabajo de los reos”, otro sobre descanso dominical obligatorio –tema posteriormente recogido por los diputados demócratas “reglamentarios” para su transformación en ley–, otro sobre “gratificación a los obreros que le trabajen al Fisco o al Municipio” y un cuarto sobre supresión del pago en fichas 31. Es interesante constatar que ya a esta temprana fecha Recabarren hacía gala de contactos formales con organizaciones obreras del norte salitrero, y auspiciaba iniciativas, como la última mencionada, que iban en beneficio directo de esas regiones. Se anunciaba así una ligazón que, como se verá, ocuparía un lugar trascendental en su futuro político.
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