Manuel Salazar Salvo - Las letras del horror. Tomo II - La CNI
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Durante esa noche y a pesar de estar vendada, traté de ver a las otras personas que allí había. Reconocí a mi hija Haydée, a la señora que le arrendaba una pieza y a Germán Cortés –un joven que era amigo nuestro desde hacía muchos años–, al que lo tenían con las manos atrás, parado y apenas podía sostenerse en pie. Cada vez que a Germán lo llevaban a las sesiones de tortura, me ponían en una silla al lado de él para que yo sintiera todo lo que le hacían; pero a mí me pasó algo extraño, no sentía dolor, ni alegría, ni pena; me quedé en blanco, pero me daba cuenta de todo y escuchaba cuando a Germán lo golpeaban y le decían: ‘Oye cura, tú que fuiste cura llama a tu Dios para que te venga a salvar’. Otra noche llegaron otros hombres y le preguntaron: ‘¿Y bueno, este cura habló?’. ‘No ha hablado ninguna palabra, está mudo’. ‘¡Ah! Este que está mudo yo lo voy a hacer hablar para que su Dios lo venga a salvar’. Y le dio un tremendo golpe con la culata de la metralleta en el estómago, dejándolo inconsciente. Al día siguiente, de amanecida, lo llevaron a su casa, donde lo asesinaron disparándole en la cabeza.
Todos los días de esa semana y a cada momento llevaban a mis hijas a sesiones de tortura, aplicándoles corriente y otros tipos de flagelaciones y tormentos. Yo sentía los gritos desde lejos 11.
El viernes 20 de enero de 1978 fueron puestas a disposición de la Tercera Fiscalía Militar otras seis personas detenidas por la CNI. Se trataba de Bernarda Nubia Santelices Díaz, conviviente de Cortés Rodríguez, detenida en el domicilio de calle Estados Unidos; Guillermina Reina Figueroa Durán, Aurora Giadrosic Figueroa y Dinko Giadrosic Figueroa, domiciliados en San Isidro 1414; y Sofía Haydée Donoso Quevedo y Sara Eliana Palma Donoso, detenidas en el departamento de Riveros Rabelo.
1.6. Bultos secretos en un vapor alemán
El 27 de febrero de 1978 el embajador de Estados Unidos en Chile, George Landau, entregó a la Cancillería un exhorto de la justicia norteamericana relativo al asesinato de Orlando Letelier. El documento venía acompañado de las fotografías de dos hombres jóvenes y de pelo corto. A comienzos de marzo periódicos de Estados Unidos y de Chile publicaron cuatro fotografías, que correspondían a tres oficiales de Ejército y al ciudadano estadounidense Michael Townley, identificado como un militante del desaparecido Frente Nacionalista Patria y Libertad.
En las semanas siguientes, los nuevos mandos de la CNI y las jefaturas de la Dirección de Inteligencia del Ejército, DINE, conocieron la verdad del asesinato de Letelier.
El 2 de marzo de 1978 Manuel Contreras habló con Townley. “El gringo” estaba inquieto; temía ser traicionado y desaparecer en manos de ejecutores enviados a cerrar sus labios para siempre. Tres días después, hizo lo mismo con Fernández Larios, al que convocó a su casa en las Rocas de Santo Domingo. El capitán también se veía nervioso. Las instrucciones para ambos fueron perentorias: nieguen los viajes al extranjero.
Contreras intentaba tapar todos los orificios que dieran origen a una posible filtración. En eso estaba cuando el 20 de marzo de 1978, el vicecomandante del Ejército, el general Carlos Forestier, lo convocó a su oficina y le comunicó que Pinochet había decidido cursar de inmediato su baja del Ejército. El exjefe de la DINA recibió la noticia como un martillazo en mitad de la frente.
Aquella noche todas las luces de la residencia de la avenida Príncipe de Gales se encendieron para recibir a quienes llegaban a solidarizar con Contreras. A los oficiales de la DINA se sumaron mandos de la FACh, de Carabineros e incluso el ministro de Defensa, el general Herman Brady. Cerca de las 22 horas hizo su entrada la esposa del general Pinochet, Lucía Hiriart, que abrazó efusivamente al general en desgracia.
Los nombres de los generales Sergio Covarrubias, René Vidal y René Escauriaza sonaron en los pasillos y en los jardines. Los amigos de Contreras lo culpaban de haberse aliado con los ministros civiles y con Jaime Guzmán, el influyente líder gremialista que se había transformado en uno de los principales asesores de Pinochet.
En las dos semanas siguientes los acontecimientos se precipitaron. Townley, arrinconado por todos, decidió ponerse a disposición de Odlanier Mena; mientras, en Estados Unidos, emisarios de Pinochet acordaban los términos para la entrega del agente de la DINA que aparecía como el autor material del asesinato de Letelier. Una de las exigencias chilenas era que las confesiones de Townley no se emplearan para investigar otros episodios donde estuviera involucrada la policía política que había dirigido Contreras, especialmente el asesinato del general Carlos Prats en Buenos Aires.
En la noche del viernes 7 de abril del 78 Townley fue llevado al cuartel central de la Policía de Investigaciones convencido de que sería enviado a Concepción, donde tenía un juicio pendiente 12. En la madrugada siguiente, al llegar a la losa del aeropuerto y ver a dos agentes del FBI parados junto a la escalerilla de un avión de Ecuatoriana de Aviación, “El gringo” percibió que había sido traicionado y que su única salida era hablar, contarlo todo.
En medio de esos turbulentos días, el general Contreras llevó del brazo a su hija camino al altar para ser desposada por el subteniente Carlos Moller. Al término de la ceremonia religiosa, varios jóvenes oficiales desnudaron sus sables y se sumaron al tradicional arco nupcial que los militares realizan en esas ocasiones. Contreras estaba radiante.
Sin embargo, habituado a leer los pequeños indicios que revelan la cercanía de acontecimientos mayores, Contreras sentía el peligro. Si era eliminado se borraría para siempre cualquier vestigio que pudiera incriminar al régimen militar. Decidió ser precavido y con algunos de sus hombres más cercanos, optó por sumergirse en un seguro refugio en el litoral central.
Reapareció el jueves 20 de abril para dirigirse por vía aérea a Punta Arenas y embarcar 23 maletas en el carguero alemán “Badenstein” rumbo al puerto de Hamburgo. Otros bultos misteriosos los envió a través de Lufthansa con destino Nueva York-Frankfurt. Ese despacho, que Contreras ha negado hasta hoy, fue confirmado por fuentes seguras a la revista Qué Pasa y al vespertino La Segunda , medios que dejaron constancia del hecho en sus páginas. Versiones posteriores indicaron que la carga que iba en Lufthansa fue transferida a Braniff e interceptada en Nueva York por el FBI.
El 2 de agosto de 1978 se ordenó el arresto de Contreras junto al capitán Armando Fernández Larios, y los coroneles Pedro Espinoza y Vianel Valdivieso. Todos fueron instalados en el Hospital Militar.
Muchos de los hombres de Contreras le seguían fieles, pero el general sabía que Odlanier Mena era un peligroso enemigo. Ordenó entonces a algunos de sus hombres de mayor confianza que quemaran los archivos de la DINA.
Al promediar 1978 el coronel Pedro Espinoza cumplía una de las misiones más importantes de su carrera militar como comandante del Regimiento de Infantería N°10 “Pudeto”, en Punta Arenas. Las relaciones con Argentina empeoraban y la frontera se calentaba por la disputa de tres islas en el canal Beagle. Espinoza diseñó una cuidadosa red de servicio secreto que se extendió hasta Río Turbio y Río Gallegos, en territorio argentino, y que entregaba un permanente flujo de datos sobre las fuerzas aéreas y militares trasandinas que, desde abril de ese año, crecían progresivamente en el denominado Teatro de Operaciones Austral.
A fines de julio, cuando supo que sería detenido, Espinoza debió hacer rápida entrega de la comandancia del “Pudeto” y antes de salir hacia la capital, reunió a su plana mayor y le dijo:
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