Luis Eduardo Uribe Lopera - Conspiración África
Здесь есть возможность читать онлайн «Luis Eduardo Uribe Lopera - Conspiración África» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Conspiración África
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Conspiración África: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Conspiración África»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Tamara y David, dos luchadores incansables, soñadores, encuentran en el amor y el destino sus mejores y sus más dolorosos recuerdos.
Conspiración África — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Conspiración África», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—Debemos reunir cuanto antes el Consejo para trazar el nuevo rumbo. África es el siguiente paso. Y creo que imitar la estupidez española será útil.
—No entiendo. ¿A qué se refiere, señor Wilson?
—Simple. Necesitamos los recursos de África, pero además es indispensable implantar las semillas de la división, al igual que los españoles hicieron con sus colonias. Nos ayuda saber que en África abundan las discordias tribales. Será fácil dominarlos y agostarlos. No perdamos más tiempo. Debemos preparar un completo plan y presentarlo al Consejo. ¿Le parece bien si empezamos mañana mismo, señor Gordon?
—Estaré aquí a primera hora, señor Wilson. Que tenga una tarde placentera; Ah, y disfrute de su té.
El 4 de julio Jack Higgins, primogénito de uno de los cofrades titulares del Consejo, oficiaba como secretario de la reunión del Consejo. En 1752 el imperio había adoptado el nuevo calendario Gregoriano por mera conveniencia política y económica a pesar de su origen papal. Ese día estaban reunidos en la hacienda campestre del señor Sinclair. Nunca repetían lugar de sesión en un mismo año. Un salón subterráneo de setenta metros cuadrados, contiguo a una cava de añejamiento de vinos, era testigo de la nueva orientación. Una veintena de bujías mantenía iluminado el lugar. Usaban togas negras, símbolo de igualdad, que vestían durante las reuniones. Una mesa redonda de madera y veintiún sillas a su alrededor ocupadas por hombres poderosos decidiendo el destino del mundo. El secretario, sentado a escasos metros de la mesa, tomaba atenta nota de cada palabra; no le resultaba difícil hacerlo. Cada miembro exponía su punto de vista en breves palabras, siempre pausadas y libres de pasión, respetando el orden preestablecido. Una hora bastaba para decidir sobre los planes a desarrollar. Ni un segundo más. Afuera, el frío de la noche espantaba a cualquier intruso, a pesar de estar vigente el verano nórdico. La cotidiana niebla londinense acrecentaba la sensación helada. Para los cocheros era una de las tantas fiestas de sus patrones. En la casa principal, los invitados departían y bailaban sin extrañar la momentánea ausencia temporal de los señores del Consejo. Esposas, hijos, nietos, yernos y nueras, estaban para el disfrute. Solo primogénitos o elegidos sabían qué pasaba más adentro de la casa. Disfrutaban como de costumbre cuando no tenían que fungir de secretarios. La concurrencia se deleitó con Mozart, joven talentoso, invitado especial esa noche durante las primeras horas de la velada. Luego, para goce de concurrentes, la orquesta hizo tañer algunas danzas elegantes y divertidas que bailaron graciosamente.
Aquí algunos apartes del acta firmada esa noche:
—El destino del mundo lo trazamos nosotros; el de las almas, Dios dictará sentencia. Buenas noches. Hoy presidirá el señor Perkins. Para constancia se anuncia la fecha: Julio 4 de 1776, según el vigente calendario Gregoriano.
—El día de hoy nuestras colonias americanas están declarando su independencia del Imperio Británico —anunció míster Gordon, mientras exhalaba una imponente bocanada de humo de tabaco—. Pero eso ya lo sabíamos. Será el coloso de América. No vamos a retirarnos, por supuesto. Mantendremos a algunos de los nuestros luchando e informándonos.
— ¿Sacrificables? ¿Inversión, acaso?
—De todo un poco, señor Green. Orgullo, por ahora. No hay que nadar contra la corriente, hay que vadear el tumultuoso río de los hechos. Ya habíamos decidido dejar que los acontecimientos sucedieran; de hecho, fuimos parte del proceso. Tenemos aliados estratégicos en las fuerzas rebeldes. Hay dos bandos. En ambos operan los nuestros.
—Apeguemos al plan. Con el tiempo seremos aliados. Eso es seguro.
—Sí. Continuemos con lo planificado, Cook.
—Qué sigue…
—África, señor Cook.
—Ah, sí.
— ¿Y el rey?
—Qué con él, señor Wilkes.
— ¿Participará?
—Solo en lo necesario. Es lo mejor para el imperio. La realeza es buena para guardar apariencias e hipocresías de sociedad, pero no para mentir en política internacional. Mejor que crea que todo es verdad.
—Muy cierto, Señor Gordon —remarcó Wilkes desde su sillón, mientras paladeaba un trago de whisky .
—Expondré el plan para África —anunció Gordon.
Una hora después de iniciada la sesión, firmaron el acta. El destino de África sería forzado desde aquel momento.
IV
Támara
Támara nació en Londres, pero insistió hasta el cansancio en que era africana y así debo decirlo en este relato. Era hija de un desliz de Charles Gordon con una joven esclava africana que llegó a servir en casa de su adinerada familia. Por ese entonces, Charles Gordon, nieto de George Gordon II, recién había recibido de su padre, George III, el bastón de mando familiar. La madre de Támara fue regresada a su tierra después de parir a su hija, sin tener siquiera la oportunidad de conocerla. La niña fue educada en Londres bajo el auspicio secreto de su padre, quien fungía como benefactor de un orfanato administrado por religiosas católicas, ubicado en las afueras de la ciudad. Vale la pena destacar que por aquel entonces era bastante popular y casi heroico tener hijos ilegítimos en la clase alta del imperio.
¿Qué puedo decir de la ciudad de Londres en la época de los sucesos, es decir, la de los siglos XVIII y XIX? Ya ha sido descrita numerosas veces por grandes autores. Fría, opaca, misteriosa, ruidosa, sucia, casi todo igual a como está hoy; una ciudad atestada de edificios construidos en hierro y cemento, materiales que honran el imperio con el frío del primero y la dureza quebradiza del segundo, repleta de carruajes de tracción animal y de hombres que recién dejaban de lado los colores vivos de sus ropas para apropiarse del negro, el gris y el blanco, y, además, empezaban a usar pantalón, jubilando de paso el culotte. Por ello no voy a detenerme en largas descripciones de lo ya conocido. En cambio, Támara sí merece ser descrita. Era una anciana cuando la conocí, es verdad, pero algunos retratos primaverales, y ella misma, dejaban traspintar una belleza exótica. Profundos ojos azules en un lienzo de piel morena resaltaban a primera vista. Murió esmirriada, como se veía en su juventud. Su abuelo paterno pagó en secreto a tres de los mejores pintores de la época sendos retratos suyos. Ellos la abordaban con el pretexto de querer satisfacer veleidades artísticas, además de ofrecerle algún dinero honesto por posar para ellos. Su cabellera era una tormenta de bucles negros que caían arrogantes sobre sus hombros acaramelados. No necesitaba corsé para resaltar la voluptuosidad de su cuerpo, que era un conjunto natural casi perfecto. Anchas caderas, cintura estrecha y senos firmes, a la medida de sus formas más íntimas, la hacían ver como una diosa. Mirarla retratada hacía soñar con el amor de una mujer así. Pero escuchar de su boca la clase de persona en que se convertía a la hora de vengarse o de defender esclavos abusados, hacía dudar de esa posibilidad. No era persona religiosa, aunque sí espiritual y creyente de la palabra de Jesús. Los remordimientos la estaban devorando, según sus propias palabras. Pero no por actos y crímenes cometidos, sino por dejar que su amante acometiera lo que aquí conocerán, por no detenerlo a tiempo y, quizá, por no haber hecho vida de familia con él. Estudió derecho en Londres y aprendió medicina en Ciudad del Cabo. Una extraña combinación para una mujer que difícilmente podría ejercer alguna labor en un mundo de hombres. Cuando supo de su origen africano, decidió estudiar leyes «para ayudar a su gente». Su inteligencia alcanzaba para eso y mucho más.
—En África comprobé que era hija de un Gordon. Yo tenía veintitrés años y había viajado a buscar a mi madre. Diez años atrás una de las religiosas del orfanato me confesó en su lecho de muerte mi origen, aunque me aseguró no conocer nada de mi padre. Sospechaba que podía ser un Gordon, pues esta familia mostraba especial interés en mí. Ellos pagaron mis estudios. Decidí que la discreción sería mi mejor aliada, de manera que guardé silencio y me aproveché de los Gordon para cumplir mis metas. Durante los años de academia investigué sobre África y el posible origen de mi madre. Nunca supe con certeza la fecha de mi nacimiento. La religiosa me aseguró que fui llevada al orfanato en 1830, con apenas unos días de nacida, y que mi madre había sido devuelta a África profunda. En los registros del hogar infantil constaba que fui llevada allí el primero de mayo. Para obtener la información acerca del viaje de mi madre necesitaba acceder a los registros navieros de la época; la tarea no resultó fácil. Recién terminados mis estudios, a finales de 1852, me ofrecí varias veces como voluntaria sin pago para manejar el archivo de la compañía. Pero fue solo cuando seduje al gerente de la naviera de los Gordon que pude entrar. Se trataba de un viejo cincuentón y barrigón que sudaba como cerdo, a quien prometí mucho y solo recibió vergüenza. Después de conseguir lo que buscaba, lo dejé desnudo en su oficina a merced del escándalo. El viejo Roger pensó que por fin me tendría aquella tarde que escapé para siempre de su repugnante presencia. Había terminado la jornada de trabajo y me disponía a salir para no regresar, pues tenía cuanto necesitaba, cuando el baboso Roger me tomó del brazo e intentó besarme. Evité su repugnante boca y le advertí que no estábamos solos. Le sugerí esperar. Unos segundos después le pedí que se desnudara en su oficina mientras me aseguraba de que no quedaba nadie en las instalaciones. Esperé a que se quitara su ropa y, mientras se servía un whisky , tomé sus trapos y salí precipitadamente. Supe por boca de otros que su esposa ocultó el bochorno para guardar las apariencias, y un mes después lo abandonó para siempre. La mujer no le dejó ni un céntimo de sus ahorros. Hasta vendió la casa. El señor Gordon no perdonó su atrevimiento y lo despidió el mismo día del incidente.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Conspiración África»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Conspiración África» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Conspiración África» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.