No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Solo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión![31]. El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!
No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se ha prodigado con nosotros: nos ha instruido pacientemente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas, y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puede preguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿y aún no me habéis conocido? [32]. Ha llegado el momento de trabajar de verdad, de ocupar todos los instantes de la jornada, de soportar —gustosamente y con alegría— el peso del día y del calor [33].
En las cosas del Padre
53
Pienso que nos ayudará a terminar mejor estas reflexiones un pasaje del Evangelio de San Lucas, en el capítulo segundo. Cristo es un niño. ¡Qué dolor el de su Madre y el de San José, porque —de vuelta de Jerusalén— no venía entre los parientes y amigos! ¡Y qué alegría la suya, cuando lo distinguen, ya de lejos, adoctrinando a los maestros de Israel! Pero mirad las palabras, duras en apariencia, que salen de la boca del Hijo, al contestar a su Madre: ¿por qué me buscabais?[34].
¿No era razonable que lo buscaran? Las almas que saben lo que es perder a Cristo y encontrarle pueden entender esto... ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre?[35]. ¿Acaso no sabíais que yo debo dedicar totalmente mi tiempo a mi Padre celestial?
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Este es el fruto de la oración de hoy: que nos persuadamos de que nuestro caminar en la tierra —en todas las circunstancias y en todas las temporadas— es para Dios, de que es un tesoro de gloria, un trasunto celestial; de que es, en nuestras manos, una maravilla que hemos de administrar, con sentido de responsabilidad y de cara a los hombres y a Dios: sin que sea necesario cambiar de estado, en medio de la calle, santificando la propia profesión u oficio y la vida del hogar, las relaciones sociales, toda la actividad que parece solo terrena.
Cuando tenía veintiséis años y percibí en toda su hondura el compromiso de servir al Señor en el Opus Dei, le pedí con toda mi alma ochenta años de gravedad. Le pedía más años a mi Dios —con ingenuidad de principiante, infantil— para saber utilizar el tiempo, para aprender a aprovechar cada minuto, en su servicio. El Señor sabe conceder esas riquezas. Quizá tú y yo llegaremos a poder decir: he entendido más que los ancianos, porque cumplí tus mandatos[36]. La juventud no ha de equivaler a despreocupación, como peinar canas no significa necesariamente prudencia y sabiduría.
Acude conmigo a la Madre de Cristo. Madre Nuestra, que has visto crecer a Jesús, que le has visto aprovechar su paso entre los hombres: enséñame a utilizar mis días en servicio de la Iglesia y de las almas; enséñame a oír en lo más íntimo de mi corazón, como un reproche cariñoso, Madre buena, siempre que sea menester, que mi tiempo no me pertenece, porque es del Padre Nuestro que está en los Cielos.
[1]1 Cor VII, 29.
[2]Mt XXV, 1-2.
[3]Mt XXV, 6.
[4]S. Gregorio Magno, Homiliae in Evangelia, 38, 11 (PL 76, 1289).
[5]Mt XXV, 10-11.
[6]Mt XXV, 12.
[7]Mt XX, 1.
[8]S. Jerónimo, Commentariorum in Matthaeum libri, 3, 20 (PL 26, 147).
[9]1 Tim II, 4.
[10]2 Cor V, 14.
[11]Ioh XIII, 35.
[12]Cfr. Mt VIII, 20.
[13]Cfr. Mt IV, 2.
[14]Cfr. Phil III, 19.
[15]Gal VI, 2.
[16]Mt XX, 12.
[17]Mt XXV, 14.
[18]Mt XXV, 18
[19]Lc XIX, 13.
[20]S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae, 78, 3 (PG 58, 714).
[21]S. Jerónimo, Commentariorum in Matthaeum libri, 4, 25 (PL 26, 195).
[22]Mt XXI, 33.
[23]Cfr. Col I, 24.
[24]Cfr. Mt XXI, 18.
[25]Símbolo Quicumque.
[26]Mc XI, 13.
[27]Mc XI, 14.
[28]1 Cor VII, 29.
[29]2 Cor VI, 2.
[30]Ier VIII, 7.
[31]Ps XXXIII, 2.
[32]Ioh XIV, 9.
[33]Mt XX, 12.
[34]Lc II, 49.
[35]Lc II, 49.
[36]Ps CXVIII, 100.
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