2
Parecía un día como cualquiera. Fui a la universidad y después a tomar con mis amigos, tal como acostumbrábamos. Era nuestra rutina desde hacía tiempo: llegar temprano, juntar gente y luego irnos a beber. Mis clases poco importaban; estaba solo, cursándolas por tercera vez, sin conseguir buenos resultados.
Con posterioridad decidí dejarlo todo. Llegué a mi casa, escribí esto a un amigo y decidí no pelear más. Entonces descubrí que llevaba un buen tiempo muerto, solo me faltaba descansar en paz.
3
Cuando volví todo estaba igual. Todo, menos una cosa. Algo faltaba, la casa se sentía vacía. No comprendí el cambio hasta que lo divisé: vi mi adorno favorito en el piso, roto, destrozado en mil pedazos; incapaz de realizar su función.
Lo entendí entonces, todo terminó. Las risas, las alegrías, todo aquello que ese simple adorno me daba. Solamente quedaban los recuerdos de cuando me había ido para, al volver, ya no encontrarte.
Desde ese día todo cambió. Las fuerzas y las ganas me abandonaron. Intento recuperarlas; sin embargo, no lo consigo. El problema es que ese simple adorno era mi todo. La razón para levantarme, de continuar cada día, y que ahora se reduce a un pedazo roto, aquel que atesoro con mi vida.
4
La oscuridad parecía no terminar. Llevaba mucho tiempo viajando sin señales de luz, solo el tenue resplandor de mi teléfono, a minutos de quedarse sin batería.
Aunque no siempre fue así. Recuerdo que antes estaba lleno de brillo y los días parecían eternos, pues incluso de noche la luna iluminaba con fuerza todo a su paso. Todavía no estoy seguro de qué pasó exactamente, solo sé que, si no resolvemos este problema, no habrá más días como aquellos.
Pero ¿cómo? No veía a nadie a mi alrededor y, con mis 80 años, era difícil predecir cuánto podría aguantar en este cuerpo cansado.
Seguía buscando con quién poder hablar, tal vez caminando en círculos, quizás dirigiéndome a algún lugar. Estaba solo, hambriento, cansado y, sobre todo, asustado. No sabía qué esperar de esa oscuridad, tan semejante a la enorme boca de un lobo, haciéndome temblar bajo el sabotaje de mi percepción que parecía adentrarse más y más en ella.
Paré un segundo para analizar la situación; miré a mi alrededor y solo vi sombras, pero no de personas normales, sino de aquellas que parecen seguirte. Puede ser que estuviera algo paranoico, mas, entiendan lo que es estar rodeado de oscuridad por tanto tiempo.
Cuando me dispuse a seguir avanzando sentí un estruendo. Por un minuto pensé que era mi imaginación, pero luego volví a oírlo; más fuerte, más cerca. Y de pronto la vi. No podía ser otra más que ella, mi dama de compañía favorita en las frías noches de Santiago.
Fue entonces cuando me di cuenta de que la locura me había consumido y no estaba viviendo más en la Tierra. Fue ahí cuando me di cuenta de que había llegado a donde me esperaban; cuando comprendí que me cobraban todas mis andanzas; cuando entendí que todo había terminado.
5
Estaba listo, me había tomado mi medicina y quitado la ropa. Ella estaba sentada en la cama con cara de repulsión al ver mi viejo cuerpo desnudo. Yo vibraba de emoción y esperaba a que se sacase sus prendas. Costaba, pero después de un poco se lo quitaba todo. Así eran nuestras noches desde que nuestro hijo murió en aquel accidente. Vigilias en las que nos dábamos cuenta de que nuestra relación salía a flote solo por él y ahora que no está, lo que nos une es la repulsión que sentimos por el otro. Nos casamos jóvenes y tontos, confundimos el cariño con el amor y nunca pensamos en lo que significaba convivir con nuestros defectos, sin estar dispuestos a ceder ninguna de nuestras peculiaridades.
Un día ella decidió partir. Yo, tan macabeo como siempre, la dejé. Me sentí libre por un instante, pero pasado este comencé a pensar en qué haría con mi libertad. Fue entonces cuando noté que mi vida no era nada sin ella. Mis días se basaban en mirar nuestras antiguas fotos y pensar en qué iba a ser de mí. Después de un par de meses me propuse ir a buscarla; sin embargo, ella era feliz con otro; me había olvidado.
Cuando me di cuenta de que no tenía más que hacer, decidí salir con sustancias distintas a las frecuentes. Siempre me dio vergüenza admitir mi adicción, mas, me ayudaban a olvidar, me hacían feliz y no exigían nada más que un pedazo de mi vida cada vez que las probaba. Fue así como pasé mis últimos días atontado del mundo real, sin más que una botella en mis manos, tratando de descubrir qué había hecho para llegar aquí y cómo es que fui tan imbécil para dejar que todo se fuera a la mierda.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.