Con todo su corazón Rania deseó que fuera para bien, los viejos demonios semejaban aparecer nuevamente en su vida con la repentina venida del consentido de la casa. La mirada de Omar se posó sobre su cuñado Aldo.
―Cuñado, ¿no hay un abrazo para mí?
Amablemente Aldo extendió su mano para saludarlo y después ambos se unieron en un abrazo.
―Bienvenido a tu casa, cuñado, no esperábamos tu llegada tan pronto.
―Planeamos la sorpresa con Maité. Volví y esta vez será para quedarme.
―Tú debes ser…
―Gabriel, novio de Maité.
Omar estrechó la mano del joven, era todo tan distinto a aquella mañana de enero cuando había dejado la mansión para internarse en aquel aburrido instituto al otro lado de la ciudad. Su hermana ya tenía novio y recordar que la pequeña Maité se había quedado ahogada en llanto porque su hermano menor ya no jugaría con ella en los extensos jardines de su casa. Así es la vida de fugaz.
―Mira, nada más parece que todo mundo está en pareja menos yo, ¿eh? Espero que salgamos una noche de estas a buscar una mujer para mí.
A Gabriel le pareció agradable la presencia del hermano de la mujer que tanto amaba, era fresco y parecía tener un sentido del humor muy marcado, era agradable, quizá podrían llegar a ser amigos.
―Claro que sí. No puedes quedarte solo ―aseguró Gabriel sintiéndose extrañamente más cómodo con la llegada de su futuro cuñado.
La casa se llenó de música, de olor a comida, se llenó de vida, la cena fue una delicia, nadie se quedó con hambre, incluso todos los invitados calificaron de hermosa la fiesta que los millonarios árabes habían preparado. Fue una de las noches más felices para el viejo Farid, su amado hijo volvía y esta vez para quedarse.
―Te cuento que mañana mismo me incorporo a la Procesadora, quiero que me enseñes el eje y maneje de la Fábrica, cuñado.
Las palabras de Omar hicieron recordar a Aldo que la hora cero había llegado, era el momento de instruirlo para pasarle el mando de la Procesadora, pero era lógico, ese puesto no sería para siempre suyo.
―Por supuesto, ya tu padre me pidió que te enseñara y con gusto te muestro todo lo relacionado con la procesadora.
Omar sentía la lejanía de su hermana, aunque ella estaba justo frente a él en la mesa, su conducta le daba la idea de que no era bien recibido, por lo que intentó romper un poco el hielo con ella.
―¿Qué tal Egipto, Rania? ¿Te gustó la tierra de mi padre?
―Muy hermosa, me encantó El Cairo, nos lo pasamos bien, ¿verdad mi vida? ―preguntó intentando hacer partícipe a Aldo de la conversación.
―Por supuesto, mejor no pudo estar, conocimos las pirámides de Egipto, el Mar Mediterráneo es una belleza.
―Tú pronto visitaras Egipto, ¿no, Maité? Supongo que será la misma travesía que harás con tu prometido en la luna de miel, ¿no?
La pregunta de Omar hizo que Maité soñara conocer la tierra de sus antepasados, aunque en honor a la verdad hubiera dado su vida por conocerla con Aldo, pero este se le había adelantado con Rania, quizá jamás le perdonaría lo que su cuñado le había hecho, pero en un santiamén despertó del trance e intentó seguir la conversación en la mesa.
―Pues, claro que sí, nos casaremos, esperamos tener unas lindas vacaciones como las de mi cuñado y mi hermanita.
―Aún estoy esperando ver las fotos que tomaron ―argumentó Sidi Farid―, ni siquiera hemos tenido tiempo de verlas, mi hija ha de verse hermosa con velo.
―Hermosa, muy hermosa, ¿qué les parece si después de la cena vemos todas las fotografías que nos hicimos mi esposa y yo en nuestra luna de miel? ―propuso Aldo entusiasmado.
Omar estaba entusiasmado con la idea de volver a la mansión que lo había visto nacer, entró en su habitación, y luego de echar un ligero vistazo, se sentó en la orilla de la cama, había sido un día agotador. No quiso levantarse cuando escuchó que alguien tocaba a su puerta, así que autorizó a que entrara fuera quien fuera; su madre entró lentamente, y al verlo como si fuera un niño bueno sentado en su cama, se acercó y se acomodó a su lado.
―Está como la dejaste ―dijo refiriéndose a su recámara.
―Ya veo, ¿les gustó la sorpresa?
―Nos encantó, mi amor, estamos felices de que hayas vuelto.
―¿Por qué Rania está tan rara?
―Está embarazada, el doctor le quitó los medicamentos, por eso está tensa, nerviosa…
―Si no te molesta, mamá, quiero descansar, esta fiesta me dejó agotadísimo.
―Que descanses, mi vida, hasta mañana.
El beso en la frente hizo recordar a Omar cuánto había extrañado a su madre esos largos años en el internado, pero esa etapa había terminado por fin.
―Hasta mañana, mamá, por favor cierra la puerta al salir.
Aldo se había recostado en su cama, el regreso de Omar había puesto sin querer de cabeza el mundo de la feliz pareja, a Rania le molestaba que su hermano menor volviera y por su parte él automáticamente se sentía reemplazado por su cuñado en la Procesadora. Rania estaba parada junto a la ventana, miraba con tristeza el hermoso jardín.
―¿Qué te pasa? ―preguntó él extrañado.
―Te parecerá raro, pero… me incomoda la presencia de Omar en la casa, tengo miedo que él sea el autor de las bromas pasadas, si fue capaz de hacer una fiesta sin que nadie se enterara, ¿por qué no podría haber entrado en la casa y jugar conmigo?, ¡claro! Los guardias, las sirvientas…, todo el mundo aquí lo conoce bien, tengo miedo que quiera hacerme algo.
―Por Dios, mi vida, no seas paranoica, es solo producto de tus nervios, debes relajarte, más ahora que no podrás tomar tus calmantes debes mantenerte tranquila por el bien del bebé.
Marlen cerró la puerta tras ella.
―¿Estás segura que nadie nos vio? ―preguntó doña Magali, sentándose frente al escritorio de su marido, habían entrado sigilosamente en el despacho de Sidi Farid para tener aquella reunión clandestina con la única testigo del amor prohibido que sostenía con su yerno.
―Nadie ―dijo ella sentándose frente al escritorio del viejo árabe.
―¿Qué demonios quieres? ¿Por qué tanta la urgencia de verme? ―preguntó la señora, mirándola seriamente a la cara.
―Necesito que me ayude doña Magali, un aumento, lo que gano no me es suficiente.
―¿Un aumento? ¿Estás loca?, pero si de todos los empleados eres la que más gana, no pretenderás que te pague más si no haces mayor cosa aquí ―alegó doña Magali poniéndose de pie. Y continuó diciendo―: Si para eso me hiciste venir, pierdes tu tiempo.
―Doña, por favor, no quisiera que mi niña se enterara de que usted y don Aldo se entienden, sería fatal, ¿entiende?
―Maldita, ¿me estás chantajeando?
―Solo voy a pedirle 200 dólares más mensuales, ¿es eso tanto para alguien que se está pudriendo en dinero? Por favor.
―Ni un centavo más, maldita mal agradecida, ve a la cocina, hoy mismo te voy a liquidar esos asquerosos 200 dólares, no quiero que nadie nos vea aquí, si con 200 dólares te tapo la boca, está bien, hoy mismo empiezas a ganar más. Ahora lárgate, voy por tu dinero y que no se hable más, en la cocina, en cinco minutos te veo ―sentenció enojadísima.
Rania se había puesto su bata para dormir, unas chanclas muy cómodas y se dispuso a bajar a la cocina por un poco de agua, bajó lentamente las escaleras, la casa estaba semioscura. Al llegar al último escalón se percató que en la cocina había luz, así que fue lentamente hacia ella. Se dispuso a entrar, pero al inicio no vio a nadie.
―¿Hola? ―preguntó con miedo, automáticamente pegó un enorme grito al ver a Marlen bañada en sangre, con una enorme cortada en el cuello, estaba muerta. Su grito resonó por toda la mansión Tafur.
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