Es claro que para funcionar en el mundo necesitamos tener individuación, reconocernos como un ser aparte, para después contribuir con la comunidad, integrándonos. Sin la función psicológica del “yo”, no habríamos sobrevivido a los duros tiempos de la prehistoria y no podríamos resolver un asunto tan simple como cruzar la calle sin ser atropellados por el tránsito. Pero es evidente que esa función se ha desequilibrado en el contexto vital de nuestros tiempos, y que el “yo-identidad” está enfermo, intoxicado, lleno de obsesiones con respecto a sí mismo, los demás y el mundo que lo rodea.
En la hiena podemos apreciar que nuestra conciencia está dormida la mayor parte del tiempo.
La liebrerepresenta la consecuencia de ese estado de cosas: el parásito mental. El parásito es la manifestación personificada del interlocutor del “yo” durante el proceso del diálogo interno cuando éste se desboca. Es una construcción psíquica, una especie de “otro yo” con el que conversamos dentro de nuestra mente. Es el que nos hace pensar que somos el peor o el mejor, pero nunca nos permitirá ver nuestro auténtico valor. Es el que nos susurra que nadie nos entiende porque somos especiales o que nadie nos quiere porque somos feos. Es el que aviva el fuego de nuestras ansias por salir a comprar (o comer, o fumar, o coquetear) sin límites. Es el que nos dice “la vida es insoportable, tomemos un trago para apaciguar el dolor” . Es la voz estereotipada de mamá o papá, o la del niño herido, enojado o desesperado que fuimos.
Con argumentaciones engañosas, intenta hacernos caer en sus trampas, volviéndonos contra “los otros”, desnudando nuestras inseguridades y nuestra adicción al control, creando escenarios futuros de dolor para que actuemos con la certeza del fracaso, convenciéndonos de que todas las miradas están puestas sobre nosotros y de ese modo, alejarnos del amor y el disfrute.
A partir del juego del parásito –la “broma” de la liebre–, nos encontramos presos de fantasías especulativas que tarde o temprano terminan derrumbándose, exponiéndonos al ridículo o a la confrontación absurda, alejándonos de personas queridas, haciéndonos perder oportunidades creativas o construyendo problemas aun más graves que los que habíamos imaginado en nuestra mente excitada.
Cuando, a partir del diálogo mental, tomamos decisiones que nos conducen al dolor, podemos decir que la broma se ha consumado y que el parásito (la liebre) ha triunfado.
La liebre es quien aprovecha que nuestra conciencia está dormida para divertirse a costa de ella.
El búfaloy los otros animales invitados a la fiesta nos muestran a los “otros”. Aquí podemos ver cómo las otras personas, inconcientemente, forman parte de nuestro entrenamiento en el tema del parásito y sus trucos, convirtiéndose en ejecutores involuntarios de la “gran escena” final.
A partir de las reacciones emocionales o acciones irreflexivas que encaramos como consecuencia de escuchar demasiado al parásito, otras personas pueden llegar a abandonar los proyectos que comparten con nosotros, apartándose de nuestro camino. Algunos pueden intentar conducirnos a una mayor conciencia, aconsejándonos amorosamente, pero si estamos atrapados por el juego del parásito es probable que sus frases nos suenen como ataques personales y huyamos de allí, igual que la hiena. Sentimos como si una estampida viniera hacia nosotros, y nos preguntamos ¿de dónde salió esto?
La liebre/parásito insistirá en que veamos a estas personas como enemigos, cuando en realidad el único enemigo es nuestra falta de dominio sobre nuestros procesos mentales. Si pudiéramos tomar distancia de esa voz en la cabeza en el momento en que suceden los hechos, podríamos ver a estas personas como auténticos maestros para que nuestra conciencia despierte.
El lectordel cuento es el cuarto personaje. Es el observador. Representa la sabiduría interna, la parte de nosotros que comprende todo el proceso y que toma la decisión de cambiar. En algunas corrientes de pensamiento ha sido llamado “yo superior” o “supraconciencia”. Puede ver todo el desarrollo del guión desde una perspectiva amplia, y reconocer que es un juego. Le pone marco al drama, en lugar de enredarse en él, como la hiena. Puede encontrar patrones y revisarlos, hasta alcanzar la profundidad buscada. Luego, puede tomar esa información y convertirla en herramientas concretas para abandonar definitivamente el rol de la víctima que suele jugar en su propia vida.
Cuando estamos meditando, relajados mirando un paisaje, o en cualquier situación en donde podamos apartarnos de la habitual aceleración de nuestra mente, experimentamos esta clase de perspectiva fácilmente. Lo difícil suele ser mantener la claridad todo el tiempo, sobre todo cuando sentimos que se ataca nuestra personalidad o que se nos rechaza. En esos momentos, perdemos la lucidez de la conciencia y caemos en la trampa del parásito. Es como si el actor olvidara que está representando un personaje.
En el lector, la conciencia ha despertado y elige una vida mejor.
El Círculo de nuestro cotidiano
La pradera es nuestra realidad cotidiana. Allí suceden cosas todo el tiempo. Diversas especies interactúan entre ellas. Hay predadores, hay presas. Hay carnívoros, herbívoros y animales que comen lo que encuentran. Hay quienes viven de día, hay quienes prefieren la noche. Hay quienes se mueven en grandes manadas y hay quienes prefieren las largas caminatas en soledad. La sociedad animal nos muestra que en la diversidad está la armonía, que en el Gran Círculode la Vida cada uno tiene su lugar y su rol esencial.
La noción de círculoes muy importante en la filosofía de los pueblos ancestrales. El círculo es la única figura geométrica en donde cada punto se encuentra a la misma distancia del centro. En toda visión del mundo que considere la existencia como un círculo, cada ser humano, animal, planta, roca o fenómeno natural, tiene el mismo valor espiritual. Cada uno resulta imprescindible para el funcionamiento del Todo. Si alguno falta o es excluido, la integridad del círculo se rompe, afectando a la totalidad. Es la forma ancestral de explicar el principio de la diversidad . Hoy sabemos que el quebrar ese principio –sobre todo en cuestiones del medio ambiente– provoca innumerables e irreparables daños. En la sociedad humana no es tan visible, pero el impacto es igualmente dañino.
Los animales con cuernos de la sabana africana expresan la sabiduría del círculo a la perfección. Existen muchas especies diferentes y sin embargo, uno puede ver esas diversas especies compartiendo territorio amigablemente, armónicamente. Búfalos, cabras, gacelas y antílopes beben agua de las mismas lagunas y comen en los mismos pastizales. Sus colas espantan las mismas moscas y sus hijos disfrutan del mismo sol.
Los animales que tienen cuernos comparten varias características que podemos apreciar desde un punto de vista de la maestría espiritual, lo que explica que los zulúes los hayan elegido al componer esta historia.
Aunque a primera vista uno pudiera pensar que los cuernos están hechos para atacar, en realidad sólo los utilizan en forma social. Apelan a ellos en los rituales de competencia entre machos durante la época de apareamiento y como estrategia de cortejo. En ciertos casos puede que ahuyenten a sus predadores mostrando la cornamenta, pero no constituyen elementos demasiado eficientes para atacar. Recuerden que los animales con cuernos son herbívoros, y su comportamiento en general es pacífico y sereno.
Los maestros de sabiduría ancestral zulú agregan que los cuernos tienen como propósito señalar hacia las estrellas, donde se encuentra nuestro hogar original, el sitio del cual ha venido la vida y la materia. Con su presencia, los animales con cuernos nos instan a no olvidar que este planeta es sólo un lugar de paso.
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