Con un sentido similar, Max Weber definió una relación social de lucha
cuando la acción se orienta por el propósito de imponer la propia voluntad contra la resistencia de la otra u otras partes. Se denominan «pacíficos» aquellos medios de lucha en donde no hay una violencia física efectiva. La lucha «pacífica» llámase «competencia» cuando se trata de la adquisición formalmente pacífica de un poder de disposición propio sobre probabilidades deseadas también por otros. Hay competencia regulada en la medida en que esté orientada, en sus fines y medios, por un orden determinado. 32
Lo anterior permite profundizar en las condiciones desencadenantes del proceso; el duelo sólo comienza con el acto de defensa. La guerra surge siempre con el momento de defensa y tiene como objeto directo el combate,
ya que la acción de detener el golpe y el combate son, evidentemente, una misma cosa. Detener el golpe es una acción dirigida por entero contra el ataque y, por lo tanto, lo presupone necesariamente; pero el ataque no está dirigido contra la acción de detener el golpe, sino hacia otra cosa: la posesión de algo y, en consecuencia, no presupone a la primera. 33
De esta manera, el territorio pleno de la guerra comienza realmente en la defensa, pero en el carácter estratégico de ésta, no en su carácter puramente táctico de estímulo y respuesta. Por tanto, la sugerencia consiste en captar el inicio del duelo, porque este inicio sólo es inteligible en el momento de la resistencia: si hay resistencia hay guerra.
Es así como, tanto Weber como Clausewitz, elaboran su concepto de relación social de lucha en el sentido de que hay una determinación, de parte de un individuo, de oponer resistencia (desobediencia) 34al intento que tiene el otro de imponer su propia voluntad. A través de este mecanismo, los contrincantes se convierten en «adversarios». Aquí tenemos el observable de una relación de lucha. Podemos decir que comienza con el encuentro de dos voluntades con direcciones opuestas; tal encuentro se observa en la «acción de lucha».
Por su parte, la acción de lucha encierra un atributo epistémico que permite el pasaje de un menor a un mayor conocimiento de la realidad en que se lucha y de la conciencia de quienes llevan a cabo la acción. Según Piaget, el conocimiento no surge espontáneamente del funcionamiento psíquico de los sujetos. No es un atributo innato del ser humano, surgido a partir de categorías a priori ; tampoco es producto de una «iluminación» subjetiva cuya fuente radica en condiciones psicológicas primarias como la percepción, la sensación o la razón; es la resultante de una construcción compleja en la que intervienen factores de orden biológico, psicológico e histórico-social. En tal sentido, se postula que la génesis de todo conocimiento se instala en la acción como su punto de partida, ésa es su condición necesaria aunque no suficiente. Todo conocimiento se funda o comienza en la acción; pero la realización de la acción no implica, inmediatamente, conocimiento de la misma. La acción y su conceptualización son dos actos diferentes. 35
Uno de los dos principales resultados de nuestras investigaciones, junto al análisis de la toma de conciencia como tal, es el de demostrarnos que la acción constituye, por sí sola, un saber, autónomo y de un porvenir ya considerable, porque si sólo se trata de un «saber hacer» y no de un conocimiento consciente en el sentido de una comprensión conceptualizada, constituye, sin embargo, la fuente de ésta última, dado que la toma de conciencia se halla, en casi todos los puntos, retrasada —y a menudo de manera muy sensible— respecto de ese saber inicial que tiene una eficacia notable aunque no se conozca… El problema estriba en saber cómo evoluciona la acción en sus relaciones con la conceptualización que caracteriza la toma de conciencia. 36
Por tanto, si bien la fuente de todo conocimiento se encuentra en la acción, no toda acción logra su inteligibilidad inmediata y, en algunos casos, hay un retraso de la conceptualización de la acción respecto de la acción. Piaget investiga el proceso mediante el cual el ajuste en una acción pasa a elaborarse a nivel conceptual. Es a esta elaboración a la que se le da el nombre de «toma de conocimiento» ya que cualquier conocimiento compromete siempre una conceptualización y una transformación en los esquemas de acción del sujeto. De esta manera, dicha toma de conocimiento es, más bien, una elaboración, una reconstrucción conceptual en distintos niveles de lo realizado en el plano de la acción. Esta toma de conocimiento supone la construcción simultánea de una toma de conciencia de lo que cambió en los esquemas de acción de quien actúa y reflexiona sobre su acción.
La toma de conciencia consiste en una conceptualización propiamente dicha, o sea en un paso de la asimilación práctica (asimilación del objeto a un esquema) a una asimilación por conceptos.
El mecanismo de la toma de conciencia aparece en todos esos aspectos como un proceso de conceptualización, que reconstruye y luego sobrepasa, en el plano de la semiotización y de la representación, lo que se había adquirido en el de los planos de acción (Conclusiones generales). 37
En segundo lugar, es especialmente significativo que decir acción es, en realidad, un modo de referirse a un sistema de relaciones entre sujetos y objetos, y entre sujetos y sujetos. 38Predicar que la acción es la piedra fundacional de la construcción del conocimiento humano es colocar en su génesis un complejo sistema de relaciones y, entre ellas, las relaciones sociales, tanto intersubjetivas como las que estructuran el funcionamiento de los grupos sociales en sus distintas escalas de complejidad: de los agrupamientos interpersonales a la formación social en su conjunto. En otras palabras, se desplaza la subjetividad como origen unívoco del conocimiento, instalando en su lugar su carácter relacional.
A partir de esta propuesta, el conocimiento consiste en un proceso complejo de elaboración, en una construcción cuya fuente no radica excluyentemente en el sujeto o en el objeto sino en la relación dialéctica entre ambos, procediendo mediante mecanismos e interacciones muy específicas, con una legalidad que las anula. Las propiedades del objeto no son cognoscibles para el sujeto si prescinde del conocimiento de las acciones que realiza respecto de él mismo para conocerlo. Abordar la región central de un objeto, y sus características intrínsecas, compromete al sujeto a aprehender sus propias acciones o a hacer evidente para sí mismo los medios que emplea en relación con dicho objeto (ruptura epistémica o transformación de los obstáculos epistemológicos). 39En otras palabras, la comprensión de los objetos o, lo que es lo mismo, la raíz de las acciones causales es correlativa a la conceptualización de las acciones del sujeto. 40
La ley general que parece resultar de los hechos estudiados es que la toma de conciencia va de la periferia al centro, si se definen tales términos en función del recorrido de un comportamiento dado.
La toma de conciencia, que parte de la periferia (objetivos y resultados), se orienta hacia las regiones centrales de la acción cuando trata de alcanzar el mecanismo interno de ésta: reconocimiento de los medios empleados, razones de su elección o de su modificación durante el ejercicio, etcétera.
¿Por qué periferia y centro? La primera es que esos factores internos escapan precisamente, por lo pronto, a la conciencia del sujeto. La segunda muy general, es que atendiéndonos a las reacciones de éste, el conocimiento parte no del sujeto ni del objeto, sino de la interacción entre los dos. 41
FIGURA 3. EL PROCESO DE LA TOMA DE CONOCIMIENTO
Donde: S= Sujeto / O = Objeto / C = Centro del sujeto / C’ = Centro del objeto P = Periferia.
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