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Director de la colección: Fernando Sapiña Coordinación: Soledad Rubio |
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electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.
Títuo original: La scienza dei Simpson
Guida non autorizzata all’Universo in una ciambella
(© 2007 Alpha Test S.r.l.)
© Del texto: Marco Malaspina, 2007
© De la traducción: Enric Salom, 2011
© De la presente edición:
Càtedra de Divulgació de la Ciència, 2011
www.valencia.edu/cdciencia
cdciencia@uv.es
Publicacions de la Universitat de València, 2011
www.uv.es/publicacions
publicacions@uv.es
Producción editorial: Maite Simón
Diseño del interior y maquetación: Inmaculada Mesa
Corrección: Communico, C.B.
Cubierta:
Diseño original: Enric Solbes
Imagen: Pere Fuster
Grafismo: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-8019-2
Realización ePub: produccioneditorial.com
PRÓLOGO
Me los encontré por primera vez una noche de mayo de 1995. Hacía poco que me había licenciado. Unos días después tenía que partir hacia Palestine, una pequeña ciudad anónima y deprimente en el corazón de Texas. Una pequeña ciudad que no puede ser más americana, con más de cuarenta iglesias para menos de veinte mil habitantes, y el Badulake abierto las veinticuatro horas como único lugar de reunión. Una ciudad pequeña destinada a tener sus trágicos quince minutos de fama ocho años después, el 1 de febrero del 2003, cuando del cielo de Palestine llovieron los fragmentos del transbordador espacial Columbia, que había explotado al entrar en la atmósfera, con siete astronautas a bordo, debido al desprendimiento de un fragmento de espuma aislante.
Tenía que reunirme con un grupo de astrofísicos del entonces Instituto para el Estudio y Tecnologías de las Radiaciones Extraterrestres del cnr. Mis colegas ya estaban allí, en la Columbia Scientific Balloon Facility (una base de la NASA para el lanzamiento de globos estratosféricos), para enviar un telescopio a cuarenta kilómetros de altitud para estudiar la radiación del fondo cósmico. Estábamos preocupados: los dos primeros intentos habían fallado, y casi habíamos agotado los fondos. Ese lanzamiento desde Palestine era el último que nos permitirían.
Así pues, era un domingo por la noche de mayo de 1995, debían de ser las diez o diez y media. Me estaba relajando frente al televisor, en el Canal 5. Sin prestar atención, sin ni siquiera intentar seguir lo que estaban diciendo desde la pantalla unos horribles personajes amarillos. Ya los había visto alguna vez, al zapear. También había oído hablar de ellos, creo, en periódicos y telediarios: parecían vulgares. Algunos padres se habían quejado, preocupados porque pudieran ejercer una influencia negativa sobre sus hijos. Por otra parte, unos dibujos animados que se emiten en horario nocturno algo deben tener, pensaba para mí. Y, efectivamente, algo tenían. Pero no eran las palabrotas. Más bien eran las palabras. El protagonista, un tal Homer, estaba sentado en el sofá con el mando a distancia en la mano mirando la televisión, igual que yo. También había unos tipos de la NASA que hablaban de lanzamientos espaciales –hasta aquí todo normal: cuando se habla del espacio siem-pre aparece la NASA, incluso en los dibujos animados–, solo que aquellos personajes usaban los mismos argumentos y las mis-mas palabras que utilizábamos diariamente en mi grupo de investigación: «Compañeros, corremos el riesgo de perder nuestra financiación», decían. «A América ya no le interesa la exploración espacial». 1
Aquel fue mi primer encuentro con Los Simpson, la serie de animación televisiva más longeva de todos los tiempos. Estrenada en 1989, el episodio 400 se emitió en mayo del 2007, al final de la decimoctava temporada, y todo hace pensar que aún va para largo (sobre todo ahora que también se ha estrenado la versión cinematográfica, Los Simpson. La película). Unos dibujos animados con una media de sesenta millones de espectadores semanales, repartidos por más de setenta países. Existe incluso una versión en árabe, Al Shamshoom, convenientemente adaptada y censurada (donde Homer es Omar, no bebe y se mantiene alejado de las costillas de cerdo), y han sido prohibidos en Costa Rica y en la República Dominicana por su irreverencia. Los son-deos sobre el share los sitúan regularmente en los primeros lu-gares en la franja de espectadores entre los dieciocho y los cua-renta y nueve años. 2Time los ha definido como el mejor programa televisivo de los años noventa y son innumerables los premios que han conseguido, 3entre otros un Peabody Award, prestigioso galardón destinado especialmente al periodismo de investigación, concedido en 1996 a Los Simpson por «la incisiva sátira social».
De todos modos, al volver de Texas no tenía la menor idea de todo eso, ni de cómo, unos años después, Los Simpson se convertirían en un fenómeno, ni mucho menos la gran influencia que los personajes amarillos tendrían en mi vida. Sencillamente, me había olvidado de ellos. Cuando se emitió la serie por Italia 1 y luego también por la FOX, mi hijo se encargó de hacer que volvieran a mi memoria. Comenzó un periodo –que todavía dura– en el que, si emiten Los Simpson, no se puede ver nada más. Un largo periodo durante el cual, gracias también a las numerosas repeticiones, hemos visto y revisto prácticamente todos los episodios emitidos en Italia.
Y así ha sido como, episodio a episodio, comentario a co-mentario (claro, porque el impacto de la serie sobre la vida familiar tiende a alargarse más allá de los veintidós minutos de cada episodio, llegando casi a imponer un monopolio sobre cualquier tema de conversación), me he dado cuenta de que las referencias a la ciencia son un recurso muy frecuente y preciso. Y no solo porque Springfield, la pequeña ciudad donde se ambienta la serie, se parecía cada vez más a la Palestine de mi misión científica en Texas. No, había mucho más: tanto como para escribir un ensayo.
¿OTRO ENSAYO SOBRE LOS SIMPSON?
No es que falten los libros sobre esta serie, más bien al contrario. Además de la guía oficial de los episodios, The Simpson, 4una biblia en volúmenes autorizada por el creador de la serie, Matt Groening, con los años han aparecido numerosas monografías.
De 1999 es The Simpsons and Philosophy, una colección de ensayos de carácter académico, pero no por ello menos recomendables, que proponen una relectura de la historia del pensamiento basada en la filosofía de la vida de los personajes de la familia de Springfield. 5Otro clásico es The Gospel According to the Simpsons, del periodista religioso (lo que en Italia se llama un vaticanista) Mark Pinsky: un ensayo brillante, su evangelio según Los Simpson, sobre las referencias simpsonianas a las Sagradas Escrituras y el variopinto panorama religioso de la América contemporánea. 6Para quien esté interesado en los media studies, posiblemente el libro más indicado sea The Simpsons and Society, de Steven Keslowitz, dedicado a las influencias mutuas entre Los Simpson y la cultura contemporánea. 7Para una lectura menos académica y con un espectro más amplio, en cambio, está Planet Simpson: escrito por un fan incondicional, Chris Turner, cada una de sus cuatrocientas cincuenta páginas derrama anécdotas y pasión. 8Así pues, un panorama editorial en continua evolución: del 2006 es un volumen dedicado a la psicología de los protagonistas, The Psychology of The Simpsons. 9Un panorama destinado a ampliarse aún más con el estreno de la película, en la que la ciencia y en especial la ecología tienen un papel muy relevante.
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