El Tano, en cambio, era escaso con la comida. Siempre se servía la mitad de lo que ponía en mi plato. Nunca lo vi con ánimo de comer demasiado. Más bien comía como si hubiese nacido con el estómago lleno. Se servía lo que tuviéramos, un caldo de gallina, o unas papas, o un arroz, y cuando terminaba de comer, apartaba enseguida el plato y después me miraba y me ofrecía una ginebra, o una caña, y ahí sí se le notaba la avidez. Bebía con un placer que le brillaba en esos ojos azules, a veces verdes, y se servía una o dos veces más, siempre con el mismo destello en esos ojos que parecían haber reencarnado una y mil veces. Porque así tenía los ojos, antiguos, como si detrás de ellos se escondieran mil vidas y él pudiera consultarlas todas cuando le viniera en gana.
Por eso no me extrañó, cuando la conocí a Luisa, que sus ojos también fueran azules y que miraran con la misma certidumbre.
Luisa tampoco sentía avidez por la comida, pero se preocupaba por alimentarme como si yo fuera un niño vacío al que había que rellenar por dentro.
19
Tano, quiero volver. Era tan simple como decirle eso. Pero no me terminaba de salir. Se había instalado un silencio avieso entre nosotros. No podía ya concentrarme en nada que no fuera mi necesidad de volver. Pero el Tano me conocía mejor que nadie. Un día me dijo: Manoel, ¿por dónde andás? La pregunta me incomodó. O más bien me incomodó lo que traía: separarme del Tano. Me vencía la idea de dejarlo. De volver solo. Tuve que sincerarme: sin el Tano, no quería irme a ninguna parte. Tampoco podía seguir así, en silencio. Le sonreí, como si estuviera distraído, o como si eso no tuviera la menor importancia, y me mantuve callado. Pero el Tano era bravo: va mal la distancia, ¿eh? Apreté los labios, me costaba ocultar mi alivio: el Tano sabía; sin que yo se lo dijera, el Tano sabía. Asentí, vencido, pero mudo, solo con la cabeza. Me miró serio y me dijo: ya volveremos. Te prometo, Manoel, pronto volveremos.
Desde ese día aprendí a amansar el viento ese que me venía por dentro todas las mañanas, como si lo estuviera domando para más adelante, para cuando el Tano me dijera: ahora, Manoel, que el viento te empuje ahora.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.