Siguiendo con el mismo ejemplo, si entendemos el alcoholismo de la madre exclusivamente como una crisis evolutiva (nido vacío), y no como una crisis estructural (problema de pareja), el diagnóstico sería insuficiente y, por tanto, el enfoque de la intervención quedaría limitado.
3. Clasificación de las etapas del ciclo vital familiar e intervención desde la psicoterapia emocional sistémica
Basándonos en la clasificación de los modelos tradicionales de S. Minuchin 12 y Carter y McGoldrick 13 , y teniendo en cuenta a su vez factores sociales de la actualidad, desde la psicoterapia emocional sistémica hemos adaptado y construido una clasificación propia que refleja los nuevos modelos y tipologías familiares, con el objetivo de aunar las etapas del ciclo vital familiar ya descritas en los anteriores modelos y recoger nuevas realidades familiares.
Es evidente que la realidad familiar ha cambiado, existen nuevos tipos de familia distintos al modelo tradicional. También han variado, por tanto, los ciclos vitales familiares.
3.1 Individuación del joven adulto
Es la etapa en la que el joven adulto debe ganar en autonomía y consolidar su identidad como adulto independiente a sus progenitores. Durante este periodo, el individuo puede abandonar el hogar de los padres, buscar trabajo, relacionarse con una pareja o ajustar la relación con sus padres a una relación de igual a igual.
Si esta tarea de diferenciación de su familia de origen se realiza adecuadamente, el joven podrá reconciliarse con los diferentes subsistemas familiares que lo rodean (parental, fraternal y de otras generaciones) y mantener un adecuado equilibrio entre la autonomía y la pertenencia a esta. Si esta tarea no se resuelve, podría romperse la relación con la familia de origen o, en el extremo contrario, mantenerse la dependencia de esta evitando la propia identidad y autonomía, o buscando un sustituto de la familia de origen como pareja. Cualquiera de estas alternativas es un intento de solución a un conflicto no resuelto.
A una familia entrampada en esta etapa, que comienza a hacer psicoterapia, el psicoterapeuta debe ayudarla a resolver este conflicto de diferenciación. Para ello, trabajará con el paciente la construcción de su propia identidad, para que pueda elegirla desde la libertad y el deseo, y no desde sus heridas o carencias familiares.
La diferenciación 14 (Bowen, 1991) es el proceso en el cual se da la desvinculación del hijo de la figura paterna y materna, y se pasa de la fusión inicial a la autonomía emocional.
Por ejemplo, un joven que elige trabajar en un sector que no le gusta para obtener la aprobación de sus progenitores estaría construyendo parte de su identidad («a qué me quiero dedicar») desde una herida de valoración paterna o materna. Si este joven acudiese a consulta, podríamos ayudarlo a manejar el duelo de no haber tenido unos padres que lo valorasen por su persona, en lugar de hacerlo a través de circunstancias externas que respondieran a sus expectativas. El siguiente paso en el proceso terapéutico sería ayudarlo a asumir esa carencia y a responsabilizarse de ella buscando esa valoración desde sí mismo (sus propias elecciones profesionales y personales, habilidades, etc.).
Una técnica vivencial, procedente del psicodrama, para trabajar la elaboración del duelo podría ser pedir al joven que recrease una escena en la que le dijera a sus padres cómo le afectan las expectativas que depositan en él y qué es lo que hubiera necesitado para sentirse aceptado y valorado. En una fase más adelantada, una vez que el paciente hubiera expresado su dolor y su rabia, se podría trabajar otra escena reparadora, en la que el paciente pudiera reconciliarse con sus progenitores (si está en ese punto y así lo desea).
A través de las técnicas vivenciales, se trabaja directamente sobre la emoción, facilitando la expresión y la elaboración de esta. No suele ser posible trabajar la emoción a través del discurso verbal, ya que en él se activan mecanismos de defensa, como la racionalización, que evitan el contacto directo con la emoción.
Técnica de la «maleta»: Esta técnica está inspirada en la técnica de la «mochila», de Alfredo Canevaro 15 . Para trabajar la construcción de su identidad se puede simbolizar qué valores son para él importantes en la vida, metas que le gustaría alcanzar, tipo de vida que le gustaría llevar, etc. Esto se puede representar pidiéndole que meta en una maleta lo que le gustaría llevarse, incluidos los aprendizajes de su familia de origen, y que tire a una papelera lo que le gustaría eliminar. Posteriormente, psicoterapeuta y paciente hacen una reflexión acerca de lo que el o la paciente se lleva en la maleta y lo que elimina, explorando ejemplos de experiencias vividas, las razones por las que para él o para ella son importantes esas elecciones, la manera en que puede conseguirlas y la forma de desprenderse de las que desea eliminar.
A través de estas técnicas, se facilita la diferenciación del hijo de sus padres. En la técnica original, la técnica de la «mochila»de Alfredo Canevaro, los padres regalan a su hijo sus aprendizajes, valores o cualidades para que este pueda emprender un «largo viaje». Así, como el propio autor afirma:
«El hijo recibe la aprobación de los padres tan necesaria y estos, por su parte, permiten el crecimiento del hijo. También les ayuda a replantear su vida menos en función del hijo y afrontar la fase del nido vacío, momento muy difícil de la pareja, ya que, en nuestra cultura mediterránea, la pareja vive casi exclusivamente de la paternidad y mucho menos en función de una intimidad que debe ser construida y enseñada. De la aceptación de esta despedida recíproca puede depender la evolución futura de su relación y del proyecto existencial del hijo/a» 16 (Canevaro, 2014).
3.2 Formación de la pareja
Como señalan Carter y McGoldrick, durante esta fase se produce «la unión de dos personas que provienen de sistemas familiares diferentes, lo que supondrá aunar y negociar creencias, expectativas, valores y conductas, conformando una nueva organización distinta a las de los sistemas anteriores» 17 (Carter y McGoldrick, 1989).
El reto principal, en esta fase, es establecer el nuevo sistema. Para ello, la pareja deberá buscar una nueva manera de funcionar, más allá de su propia individualidad, y construir un equilibrio en el que ambos miembros se sientan cómodos. Esto pasa por negociar valores, expectativas, roles, y también por aceptar las diferencias del otro. Además, se establecerán fronteras con el mundo exterior y, una vez más, se buscará un equilibrio entre la intimidad de la pareja y el contacto con este 18 . (Carter y McGoldrick, 1989).
Por ejemplo, se negociará la frecuencia con la que se va a casa de los suegros. Si un miembro proviene de una familia aglutinada y el otro de una familia menos fusionada, probablemente exista un desencuentro en la frecuencia con la que cada uno desee visitar a su respectiva familia de origen que habrá que negociar y definir.
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