al igual que en el resto de España se han polarizado las opiniones y simpatías para los beligerantes del mismo modo que lo estaban cuando sufrían la guerra nacional (...) espontáneamente no se ha observado ningún apasionamiento, cosa natural si se tiene en cuenta la frialdad con la que se comentó por estas latitudes la ocupación de Tánger por nuestras fuerzas. 22
De igual manera, la sensación de buen ambiente y mansa tranquilidad que predomina en los informes que entrega la Dirección General de Seguridad de la provincia de Pontevedra varía a la altura de 1942 y, como motivos de ese cambio, se apunta a «la Guerra en Europa» y a las «influencias de la población de otros lugares». 23 Según estos informes, el conflicto mundial era un elemento de distorsión para la población y, además, en su opinión, Galicia, y sobre todo la provincia de A Coruña, era un lugar donde la actividad del Servicio de Inteligencia Británico en España tenía un mayor despliegue a través de súbditos ingleses afincados en dicha provincia que se encargaban de «reclutar» a los descontentos con el franquismo y a los «sedimentos que en gran cantidad quedaron del Frente Popular». 24
Pese a los intentos de las autoridades por negar que hubiera algún tipo de concienciación e interés por parte de la población, la evolución de la guerra europea era sentida como un problema en relación con el ambiente reinante en Galicia. En los casos en los que el ocultamiento no era expreso, los informes dan cuenta de que la opinión popular era mayoritariamente «simpatizante de Inglaterra» y de que había una
mayoría muy absoluta de partidarios de los aliados, lo son los ricos por su creencia de que una orientación inglesa pudiera satisfacer mejor sus ambiciones y también lo son los pobres por la tendencia a conseguir su redención a través de las democracias. En estos sectores, a través del bulo y del comentario clandestino, se abriga cierta seguridad de que las naciones del Eje perderán la guerra.
El análisis del jefe de Falange de Lugo acaba con la conclusión de que esta situación se debía a «una tenaz incomprensión general». En la provincia de Pontevedra se insiste en que la población rural «apenas sigue las incidencias de la guerra», pero
en cambio atribuye la carencia de algunos artículos de primera necesidad, pero en un sentido derrotista y mal intencionado como suponer que la falta de aceite y trigo es porque se exporta a Alemania e Italia. Estos rumores son diseminados por elementos contrarios a la actual situación y no simpatizantes con el Partido... 25
Lo que está claro es que, como expone Francisco Sevillano (2000), la Segunda Guerra Mundial dio lugar a una intensa politización de los sectores más concienciados de la sociedad, pero más allá de esto, añadimos nosotros, supuso un revulsivo para el conjunto de la población. No estamos hablando de un interés general por las cuestiones políticas, sino de la movilización y aprovechamiento de informaciones contradictorias y de los bulos extendidos por grupos opositores que demuestran cierto grado de independencia con respecto al ascendente de lo establecido por el poder. Oficialmente, el rural gallego era un espacio en comunión con las directrices dadas desde el sistema, un espacio en el que no había lugar para la existencia de una opinión popular que no fuera totalmente seguidora de los preceptos de Falange, un espacio, en fin, donde no tendría cabida la intranquilidad debida a un comportamiento no afín.
La Segunda Guerra Mundial vino a demostrar que la sociedad rural no era apática, que era permeable a la labor de los grupos opositores y que no era favorable a las potencias del Eje, rompiendo así con la publicitada «comunidad nacional». Insultos cada vez menos escondidos, comentarios sobre «arreglar las cuentas» realizados por familias de represaliados, rumores tramposos sobre la situación de la guerra expandidos a conciencia, multas más duras por escuchar la radio, etc., dejan entrever que la «calma», siempre aducida por las autoridades locales, no era total. Como diría P. Morgan, existe un comportamiento que, si bien no se puede tildar de descontento político para con el régimen, denota «distancia psicológica» (Morgan, 1999: 163) con respecto a las disposiciones oficiales.
Los vaivenes de la contienda mundial aparecen como un elemento destacable en la redacción de los partes de Falange. «Es indudable que la evolución de la guerra en los últimos días tiene repercusiones favorables en el sentido de imponer silencio a los desafectos y decidir a muchos indecisos a medida que la Victoria se perfila más claramente», se advierte cuando la confrontación parece franca para el Eje. 26 Cuando la marcha de la guerra no invita al optimismo para su bando, el régimen comienza a preocuparse por el rebrote del «peligro comunista» interior. Por ello, y como también ha constatado Alfonso Lazo (1998) para la zona sevillana de Aljarafe, en 1943 vuelve a demandarse a las autoridades locales de Falange un mayor control de los vencidos. Debían redoblarse los esfuerzos para controlar la situación: enviar una relación de todos los que habían pertenecido al Partido Comunista, de los relacionados con el Socorro Rojo, de los familiares de los represaliados, de los antiguos dirigentes de Frente Popular e incluso de aquellos que tuviesen algún familiar en el extranjero. Basta seguir los partes de Falange en los que se refleja la opinión popular de la Galicia rural entre los años 1443 y 1945 para darse cuenta de la efervescencia que la perspectiva de la pérdida de la contienda por parte de Alemania supuso tanto en la oposición, con una guerrilla que reactivó sus actividades, como en la resistencia civil.
En un informe sobre la provincia de Lugo de enero de 1943 se hace referencia explícita a que la población del rural, a través de bulos, rumores y comentarios, muestra una mayor confianza en la victoria de los aliados dado el resultado del cerco de Stalingrado. Un mes después se reconoce que si bien «ha decrecido el bulo insidioso que tiene su germen en los focos de elementos contrarios al Régimen, no por eso debe omitirse consignar que dichos elementos ven con satisfacción cualquier fracaso de carácter político-militar sufrido por las potencias del Eje, en la esperanza de que estos determinarán la victoria de las potencias democráticas y, por ende, la instauración en España de un orden político por ellos deseado». «Se nota la labor de zapa que con bulos y comentarios realizan los activos izquierdistas que aún tienen su última esperanza en la victoria de los aliados de la que pueden sacar como fruto la devolución a España de los jefes del Frente Popular», indicaba un informe del delegado de Falange en el Ayuntamiento lucense de Valadouro. En la misma línea, en enero de 1945 se reconoce que «el ambiente está impresionado por la marcha de la Guerra Mundial (...) los éxitos militares de la URSS tienen repercusión en grupos de intelectualismo rojo que considerándose ya dentro de posiciones más fuertes abandonan su peculiar cobertura realizando comentarios poco favorables...». 27
La incertidumbre causada por la cambiante situación internacional afectó no solo a los antifranquistas, sino también a los apoyos del régimen e hizo avanzar el proceso de desfascistización. 28 En A Coruña el jefe provincial de Falange recibe en marzo de 1945 la consigna de realizar actos conmemorativos que demostraran el éxito del encuadramiento del partido y su hondo calado social. Como se entendía que estas movilizaciones forzosas causaban el desánimo de los «desafectos», tenían una doble virtualidad, como demostración de adhesión y como pieza del aparato represor, en lo que se consideraba «un momento delicado». 29
Así pues, los años de más preocupación con respecto a la opinión popular son los que van de 1945 a 1948, en línea con la derrota fascista, que suscita expectativas fuera y dentro de España, y coincidiendo con los años de lucha más intensa por parte de la guerrilla y el «rearme» de las secciones clandestinas de los partidos políticos de izquierdas. Como ha señalado Abel Paz (1982), durante 1945 y 1946 la CNT consiguió niveles de militancia notables en Galicia, igual que en Canarias, Alicante y Murcia, a la vez que recuperaba su «fuerte» en Barcelona. 30 Con respecto a la lucha armada, no se trata de que la debilidad del régimen estuviera provocada por la intensidad de las actuaciones de la guerrilla, sino al revés. Fue el esfuerzo de la guerrilla el que pudo redoblarse a causa de ese «momento delicado» que atravesaba el régimen y porque entre la población calaban con más facilidad los rumores y comentarios sobre la posibilidad de que el sistema político pudiera cambiar.
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