—Esos son nuestros aliados, muchachos —anunció Hércules emocionado—. Pero tenemos que ingeniárnoslas para poder pasar, porque como lo intentemos volando nos querrán derribar sin hacer preguntas —puntualizó. Era razonable pensar que no era buena idea volar en dragón sobre un ejército con armas de fuego.
Nos quedamos pensativos, intentando averiguar cuál era la mejor manera para poder entrar sin que nos dispararan antes de poder presentarnos. Después de unos minutos a Cristina y a mí se nos ocurrió algo.
—Hemos tenido una idea, pero es arriesgada —intenté decir mientras trataba de empezar a contar el plan de actuación, pero antes de que pudiera empezar a explicarlo Natalie me cortó y me contestó con una de esas frases supuestamente hirientes que tanto le estaba gustando soltarme.
—¿Cómo no? Tener malas ideas y tomar malas decisiones es tu fuerte. Ya estamos acostumbradas, tranquilo —afirmó Natalie irónica, poniendo los ojos en blanco, pero yo hice caso omiso de su comentario y su indirecta.
Después Cristina empezó a explicarles el plan a los demás.
*****
Quince minutos después decidimos bajar a pie hasta la planta baja del edificio, haciendo lo posible por no encontrarnos con ningún inferi directamente. Cuando conseguimos llegar hasta la calle empezamos a avanzar hacia el parque a través del secarral que había antes de llegar al río. Estábamos todos ya preparados. Esta sería la primera vez que nos enfrentaríamos a una horda de inferis en buenas condiciones.
—Más nos vale que funcione —me dijo Hércules al oído.
—Funcionará —le respondí, aunque había muchas probabilidades de que algo no saliera como habíamos pensado. En cualquier caso, decidí no pensar en ello y me ceñí al plan.
A medida que íbamos avanzando todos nos notábamos más y más tensos. Yo intentaba apartar los malos pensamientos de mi mente para no perder el control, ya que si lo hacía lo más seguro era que nos dispararan o que matara yo a alguien.
Cuando llegamos al río y pisamos el puente todos nos miramos y, con caras de decisión, empezamos a avanzar por el puente. Al atravesarlo y llegar al parque empezamos a acelerar nuestro paso, ya que cuanto más tardáramos en actuar más probabilidades teníamos de que alguno se llevara un tiro.
—¡Vamos a ello! —gritó Cristina y en cuanto lo dijo empezamos a correr todos juntos hacia la horda de inferis que se aproximaba a la muralla. A medida que nos acercábamos a los inferis, estos empezaron a percatarse de nuestra presencia y a volcar su atención en nosotros—. Preparaos —nos alertó Cris, ya que a ella se le había ocurrido esta parte del plan, que era la más arriesgada y difícil.
Todos desenfundamos y sacamos nuestras armas. Kika desenvainó dos espadas, tanto la normal como la de oro; Cristina se descolgó su tridente de la espalda; Natalie tomó también su arco y, en un rápido movimiento, sacó una de sus flechas del carcaj y la colocó en su arma para después tensarla elegantemente y apuntar a los inferis más próximos; yo desenvainé mis espadas y vi que sus hojas volvían a brillar con fuerza, y Hércules hizo un movimiento extravagante con su túnica y de la nada hizo aparecer ese extraño y deforme garrote con el que hizo frente a la horda de inferis en el bosque hacía unas semanas. Todos nos pusimos en posición, juntamos nuestras espaldas como hicimos aquel día y nos preparamos para actuar.
Los inferis parecían confundidos y tardaron un buen rato en reaccionar. De repente dejamos de escuchar los disparos y cesó la lluvia de flechas del cielo. Entonces supimos que había llegado el momento.
—Cuando digas, muchacho —comentó Hércules, el cual estaba a mi derecha. A la suya estaba Natalie.
—¡Esperad! —ordené en voz muy alta mientras les daba más tiempo a los inferis para acercarse en masa hacia nosotros, ya que se movían muy lentamente debido a su confusión.
—¿Percy? —dijo Kika desde mi izquierda cuando vio que se estaban aproximando demasiados muertos.
—¡Esperad! —les volví a gritar para que no se movieran, pues cualquier movimiento brusco haría que los inferis empezaran a correr y a la distancia a la que estaban de nosotros era muy peligroso, ya que no nos los podríamos quitar a todos de encima sin más. Decidimos que lo mejor era esperar a tenerles a una distancia suficiente como para luchar cuerpo a cuerpo; así reuniríamos al mayor número de muertos posibles para después matarlos a todos de golpe usando nuestros poderes. Los inferis ya se encontraban a diez pasos de nosotros, siete, seis, cinco, cuatro, tres…—. ¡Ahora! —grité a pleno pulmón.
En ese momento una lluvia de colores y de confusión inundó el parque. Tras quitarnos de encima a la primera línea de enemigos utilizando nuestras armas, empezamos a usar nuestros poderes para así atraer la atención de los soldados.
Kika lanzaba sus rayos con furia y precisión, Cristina había recogido en una cantimplora algo de agua del río y la usaba de la misma manera que lo hizo en las montañas en el primer entrenamiento, dándole forma de puntas de lanza y haciéndolas volar entre los muertos con complicados giros de muñeca. Yo iba intercambiando. Cuando alguno se acercaba demasiado ayudaba a Hércules y a Natalie en el combate cuerpo a cuerpo, el cual requería de suma precisión, ya que era importante acertar los golpes a las cabezas de los monstruos; y cuando me veía con algo más de libertad prendía mis brazos con ese fuego negro para hacer estallar a grupos enteros de inferis.
Los no muertos caían fácilmente, sin suponernos muchos problemas, y cuando nos hubimos quitado de encima los que nos quedaban más cerca Kika, Natalie y yo salimos del círculo para mantenerlos a raya mientras dejábamos a Hércules y a Cristina trabajar.
Kika me miró y ambos sacamos nuestras espadas. Entonces volví a cerrar los ojos y a pensar en la muerte, en lo cerca que había estado de ella en tantas ocasiones. Empezamos a movernos todo lo rápido que podíamos para distraer la atención de los inferis mientras nos llevábamos por delante a los que se apresuraban y se acercaban demasiado a nosotros.
—¡Kika, ayuda a Cristina! ¡Nosotros nos encargamos de esto! —le dije a Kika al ver que Cristina estaba tardando más de lo esperado en llevar a cabo la parte más importante del plan. Si no lo conseguía, seguramente acabaríamos por vernos saturados de muertos. Kika intentó replicar, pero la miré muy seriamente y después le rebané la cabeza a un inferi. Cuando volví a mirar en su dirección ya estaba yendo hacia Cristina y Hércules. Los muertos caían rápidamente, puesto que llegaban en grupos relativamente pequeños y tanto a Natalie como a mí nos era cómodo acabar con ellos después de tantos entrenamientos enfocados a afrontar ese tipo de situaciones—. ¡Daos prisa! —grité cuando vi que los muertos empezaban a formar un grupo demasiado grande como para enfrentarlos directamente.
—¡Estamos en ello! —me respondió Hércules—. ¡Vamos, hija de Poseidón! —le gritó a Cristina, la cual estaba sentada en la hierba con las piernas cruzadas entre sí, en una postura que parecía estar diseñada para hacer yoga.
Varios segundos agonizantes después escuchamos cómo el agua del río se salía de su caudal y se levantaba en el aire débilmente para después arremolinarse con fuerza sobre nosotros. Y unos momentos después el agua verduzca empezó a envolvernos y rodearnos mientras se movía con fuerza, hasta que formó una cúpula a nuestro alrededor, la cual hacía que ningún inferi pudiera pasar, ya que por la fuerza del agua salían disparados en otras direcciones. Poco a poco la cúpula comenzó a llenarse de agua con nosotros dentro, ya preparados para contener la respiración cuando se llenara por completo.
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