―Bueno, hasta que no encuentre un alojamiento mejor, me adaptaré, luego ya veremos. Ahora estoy demasiado cansada para buscar otro alojamiento. Y además, de todos modos, estoy habituada a vivir en el lugar en que trabajo.
Di una ojeada a mi escritorio, donde ya destacaba una gran caja, que contenía todas las carpetas de las investigaciones sobre personas desaparecidas en Triora. Realmente no tenía ganas de ponerme manos a la obra de momento, también porque temía que cualquier cosa encontrada allí dentro podría modificar las ideas que me había hecho en el transcurso de la jornada. ¡Mejor razonar en el momento adecuado y no dejarse influenciar por el trabajo de otros! En cualquier caso, mi ojo se posó en una copia de una revista mensual. La cogí, la hojeé y me paré en el artículo que hablaba de los misterios de Triora, salido con ocasión de la desaparición de los tres periodistas que formaban parte de la redacción de la revista: Stefano Carrega, Giovanna Borelli y Dario Vuoli. En un recuadro estaba reproducido un extracto de los apuntes del cuaderno de Vuoli, encontrado en el interior de la tienda abandonada por los tres.
¿Qué sentido tiene buscar brujas? Sobre todo, ¿quiénes son y cómo se reconocen hoy las brujas? Ya no hay una Inquisición que las señale. Quizás todavía existen, quizás sólo tienen un aspecto distinto. En el año 1587 era más fácil reconocerlas: “Las veréis poner imágenes de cera y sustancias aromáticas bajo el retablo del altar. Reciben la Comunión del Señor no encima sino debajo de la lengua, porque así pueden, fácilmente, sacarse de la boca el cuerpo de Cristo para servirse de él en sus prácticas odiosas. Además de esto, lo que distingue a una bruja de una pecadora, o de una mujerzuela, es la capacidad de volar por la noche”…
Ya, a lo mejor a finales del siglo XVI todavía la gente común no sabía reconocer los trucos y las ilusiones de estas charlatanas y las tomaba por magia o brujería. ¡Pero en el siglo XXI, por Dios! ¡Estos tres periodistas habían ido a buscar las brujas en su pueblo, y quizás las habían encontrado! ¿Y se habían dejado raptar por ellas? ¡Venga ya! Esto es todo un montaje, pero ¿con qué fin? ¿Esconder un delito, querer hacer desaparecer el propio rastro o por cuál otro motivo? ¿Y qué tiene que ver la secta, cómo demonios se llamaba? Nomolas ed sovreis. ¿Qué podía significar?
Con la mente llena de estos interrogantes, me fui a lavar y me retiré a la habitación indicada por Mauro. Las jornadas eran largas y aunque eran casi las nueve de la noche, afuera todavía había luz. Me extendí en el lecho sin ni siquiera bajar las colchas. Me estaba quedando sopa cuando sentí llamar a la puerta. Era Mauro que traía un vaso de papel con una bebida humeante.
―No es de los mejores, es té de la máquina distribuidora automática, pero he pensado que podía ser agradable antes de dormirte. ¿Te apetecería comer algo?
―No, gracias, todavía debo digerir los trofie .
―Bueno, de todos modos tengo una información que darte. Tu perro, Furia, estará aquí, como muy tarde, antes de mañana por la tarde. He hecho limpiar el cubículo del patio, donde tu predecesor tenía su pastor alemán. Pienso que, por el momento, pueda ser un buen sitio.
―¡Gracias por todo, Mauro! Pero ahora déjame reposar. Estoy muy cansada y mañana deberemos enfrentarnos a otro día realmente intenso. Buenas noches.
Busqué en la maleta un ligero camisón, me desvestí y me metí en la cama. Me dormí y soñé con brujas que volaban encaramadas en sus escobas, que se reunían para invocar a Satanás, que participaban en Aquelarres bajo grandes nogales. Y luego, inquisidores que las capturaban, las torturaban, las procesaban y las hacían quemar en la hoguera. Pero el fuego no conseguía consumir sus cuerpos y reían y bromeaban, a pesar de los vestidos y los cabellos en llamas. Y, al final, las brujas se alejaban del lugar del suplicio, lanzándose entre ellas niños en pañales.
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