El otro aspecto está relacionado con la regulación de la cual fueron objeto por parte de las autoridades coloniales y republicanas. Durante los últimos años del siglo XVII y comienzos del XVIII, dichas regulaciones estuvieron orientadas al control del desorden social identificado con ellas (Vargas 1990), mientras que a finales del XVIII lo que proporcionó el material que sirvió de base para justificar su persecución fue la lucha contra la ociosidad y la intención de fomentar hábitos de trabajo útil entre la población (López-Bejarano 2002; Ojeda 2007). Las anteriores significaciones se mantuvieron durante el siglo XIX y comienzos del XX, pero a ellas se sumaron el alcoholismo, la degeneración de la raza, la criminalidad y la prostitución como ideas asociadas al consumo de chicha y, por tanto, a las chicherías, por lo que su regulación y persecución se expresó como una lucha moral en contra de dichos “males sociales” (Calvo 2002; Hering 2018; Quiroga 2018).
Acerca de estas investigaciones sobre los espacios de diversión se considera importante la manera en que buena parte del análisis se funda en los cambios socioculturales experimentados desde mediados del siglo XIX por la clase alta bogotana. Sin embargo, se observa una brecha entre el análisis de los cafés o teatros —por ejemplo— y la reflexión sobre los parques bogotanos, lo cual conduce a la pregunta sobre si más allá del gusto burgués es posible encontrar otra clase de conexión entre plazas coloniales, parques y espacios de la llamada sociabilidad burguesa, pues el surgimiento de estos últimos se enmarca —en estos trabajos— en la imitación del gusto burgués europeo, sin dar cuenta de procesos conectados localmente con el desarrollo de dichos lugares y sus diversiones. Por otro lado, los análisis se concentran en un periodo que da cuenta del cambio de siglo, pero no observan relaciones de mayor plazo que puedan indicar elementos analíticos adicionales a la imitación de las prácticas europeas.
Para finalizar este balance se dirán unas palabras sobre su relación con los propósitos de la presente investigación. La pregunta por las implicaciones del proceso de adopción de diversiones en la élite de Bogotá a finales del siglo XIX se inserta en una discusión directa con la historiografía sobre el ocio en Colombia. En estos trabajos dicho proceso es interpretado como el resultado de la imitación del estilo de vida burgués característico de ciudades como Londres y París, pero si bien esta interpretación puede ser acertada, desconoce cuáles fueron las características del proceso de recepción de las diversiones y si este se produjo de manera armónica —sin sobresaltos— o si, por el contrario, fue un proceso caracterizado por selecciones y resignificaciones de las prácticas, así como por tensiones entre los sujetos que las adoptaron.
Como consecuencia de lo anterior, al ser analizadas a partir de la imitación sin mediaciones del estilo de vida burgués europeo, las actividades de ocio —esto es, las diversiones— son descritas de forma separada a las dimensiones de espacio y tiempo, las cuales aparecen en las investigaciones como simples receptáculos de objetos y prácticas. No se analiza, por tanto, la forma como se constituyen unos lugares específicos para el ocio (parques, teatros, escenarios) ni la construcción de una idea de tiempo equivalente a dichas actividades. En este sentido, un análisis del proceso de adopción de diversiones en la élite bogotana debe tener en cuenta que aquel no se produjo de forma aislada, sino que fue posible porque de manera imbricada también se desarrollaron transformaciones en los espacios urbanos y en las concepciones de tiempo.
La desatención de la dimensión de tiempo conduce, entonces, a la aplicación desprevenida de la categoría ocio, y esto genera otro problema. Si esta categoría responde a una relación de tipo temporal derivada del tiempo de trabajo industrial, tal como se usa en las investigaciones comentadas en el balance historiográfico, no es comprensible qué clase de tiempo estaría vinculado al desarrollo de tales actividades por parte de la élite bogotana, puesto que el trabajo industrial aún no se había desarrollado en el siglo XIX. Pero, por otro lado, si se tiene en cuenta que esas actividades no serían de ocio ni ociosas , se crea un vacío respecto al sentido que ellas habrían tenido para dicho sector de la población.
La respuesta a estos cuestionamientos sobre el proceso histórico y el sentido espacio-temporal de las diversiones de la élite bogotana se podría encontrar en las investigaciones sobre los espacios de diversión y las festividades colombianas. Sin embargo, las conclusiones de las primeras se basan en el mismo argumento de los trabajos sobre ocio, a saber, la imitación del gusto burgués europeo, al igual que desconocen el proceso histórico de constitución de dichos espacios. Por otro lado, la historiografía sobre la fiesta en Colombia aporta elementos valiosos para una compresión que amplíe el marco temporal —puesto que la historiografía sobre ocio se concentra en el periodo comprendido entre 1880 y 1930—, pero, lastimosamente, por las características de su objeto de estudio, en esas investigaciones la reflexión sobre las diversiones queda desprovista de cualquier vínculo con los nuevos divertimentos de finales del siglo XIX. Sobre estas dificultades se han trazado los argumentos que siguen.
NOTAS
1 Este asunto será tratado más profundamente en la segunda parte de esta introducción.
2 Las corridas de gallos y las riñas de gallos eran diversiones de diferente carácter. Las primeras se realizaban especialmente durante las fiestas de San Juan y San Pedro y consistían en quitarle la cabeza a un gallo, ya fuera cortándola con machete —por un hombre o una mujer vendados— una vez el animal estuviera enterrado hasta el pescuezo, o arrancándola, luego de ser colgado aquel de las patas, por hombres que montados en caballos pasaban raudos tratando de agarrar la cabeza con sus manos. Las riñas de gallos, más conocidas que la diversión anterior, se realizaban por lo general los domingos y no necesariamente en festividades. El objeto del juego consistía en hace pelear dos gallos entre sí hasta la muerte de uno de ellos, evento alrededor del cual giraba un gran número de apuestas entre los asistentes.
3 Dos análisis interesantes sobre la difuminación de los límites entre lo privado y lo público en torno a la aparición de los cafés en Europa se pueden encontrar en los textos de Roger Chartier (2004) y David Harvey (2003, 204-218).
FIESTA REPUBLICANA Y DIVERSIÓN
En 1849 se conmemoró, por primera vez mediante disposición normativa, el aniversario de la Independencia en la ciudad de Bogotá. 1Aunque en años anteriores se hicieran otros intentos de celebración, la fiesta del 20 de julio de ese año tuvo un significado especial. 2Según Marcos González, dicha fiesta constituyó “la primera celebración del partido liberal triunfante” durante los años posteriores a la guerra de los Supremos, entre 1839 y 1841 (González 2012, 234), a partir de la cual comenzaron a delinearse las fronteras entre los partidos Liberal y Conservador (Palacios y Safford 2002). Con esta conmemoración, continúa el autor, el liberalismo buscó vincular su ideario político a la memoria de la lucha de independencia, al mismo tiempo que interpelaba a los sectores populares como parte de su proceso de legitimación política y social (González 2012, 240). La relación entre el festejo de Independencia y el ideario liberal está expresada en el siguiente pasaje de un documento publicado en 1849, en el que se describen los distintos eventos de la celebración en ese año:
He aquí por qué el 39 aniversario de nuestro Gran dia 3ha sido uno de los que con más pompa i solemnidad ha celebrado la capital de la República. Consolidada la paz, elemento indispensable de vida para los pueblos i condición esencial para su prosperidad; asegurado el orden público, imperando la lei y nada más que la lei, rejido el país por una Administración popular, obra de una inmensa mayoría; por una Administración a cuyos actos preside la buena fe, la pureza de sentimientos, i el deseo de hacer el bien; el pueblo que nada más apetece, que nada más necesita, porque le bastan estas condiciones de bienestar; se entrega al goce de los bienes presentes, i se anticipa la risueña ilusión del porvenir […]. Bien merece tan grande objeto que se le consagren exclusivamente algunas páginas, que circulando en toda la República i aun fuera de ellas hagan ver la pompa y el decoro con que el Gobierno ha propendido a solemnizar el glorioso aniversario de nuestra existencia política, unido con el pueblo siempre liberal, siempre ardoroso i entusiasta por la causa de su Independencia i libertad, i por el triunfo de la democracia. ( 20 de julio Fiestas Nacionales 1849 , 3)
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