Registro de la Propiedad Intelectual Nº 2021-A-10162
ISBN: 978-956-6048-70-1
ISBN digital: 978-956-6048-71-8
Imagen de portada: Soledad Pinto, Acecho (2017-2018). Fotografía © Daniel Reyes. Cortesía de la artista
Diseño de portada: Paula Lobiano Barría
Corrección y diagramación: Antonio Leiva
Colección: Filosofía & Teoría Social
Dirección: Rodrigo Cordero, Daniel Chernilo, Aldo Mascareño y Margarita Palacios
Los libros de la Colección son sometidos a un doble proceso de referato.
Las propuestas son evaluadas por pares y, una vez aceptadas, los manuscritos son revisados en un taller de discusión con el o la autora.
© ediciones / metales pesados
© Rodrigo Cordero
Todos los derechos reservados.
E mail: ediciones@metalespesados.cl
www.metalespesados.cl
Madrid 1998 - Santiago Centro
Teléfono: (56-2) 26328926
Santiago de Chile, noviembre de 2021
Diagramación digital: Paula Lobiano Barría
Para Sole
Índice
Introducción. Cómo seguir a (y perderse en) los conceptos
Introducción Cómo seguir a (y perderse en) los conceptos
Lo fundamental para el dialéctico es
tener en las velas el viento de la historia.
Para él pensar significa: izar las velas. Cómo se icen,
eso es lo importante. Para él las palabras son solo las velas.
El cómo se icen las convierte en concepto.
Walter Benjamin, Parque Central, Obras I, 2, p. 282
I
En las evaluaciones docentes de los cursos de teoría sociológica que me ha tocado enseñar en la última década, siempre me ha llamado profundamente la atención la marcada recurrencia de un comentario: que mis clases son innecesariamente complicadas, abstractas y, en consecuencia, que ofrecen una aproximación a la sociología distanciada de la realidad del mundo empírico. No entraré aquí en una reflexión sobre prácticas pedagógicas ni tampoco intentaré defender mi desempeño docente, pero no deja de llamarme la atención lo que subyace y conecta las observaciones críticas de mis estudiantes, a saber: el cuestionamiento a un tipo de reflexión que se encontraría muy alejada de los saberes de la experiencia inmediata o del estudio empírico de los problemas sociales que a ellas y ellos les parecen relevantes. Dicho de otra forma, las y los estudiantes señalan con mucha razón que la sociología, en vez de embriagarse con los destellos de la teoría y el fetichismo de los conceptos, debería, ante todo, ser capaz de trabajar con problemas reales y estudiar procesos sociales concretos.
Desde la primera vez que recibí tales comentarios, he querido tomarme en serio el alegato en contra de la abstracción, o al menos brindarle la atención que merece. No para refutar la validez de lo que las y los estudiantes dicen, ni mucho menos para persuadirles acerca del valor intrínseco del trabajo teórico (algo que, sin embargo, me parece importante defender). Más bien, he tomado la incomodidad que esta crítica produce (tanto en mí como en ellas y ellos) como una incitación a reconsiderar el lugar de las abstracciones conceptuales en la vida social y, en último término, para pensar en las posibilidades de seguir tales abstracciones más allá de los libros de teoría, filosofía e historia intelectual. Lo que me interesa señalar, para decirlo de otro modo, no es tanto la necesidad de reforzar el vínculo epistémico entre teoría y métodos en el proceso investigativo (sobre lo cual hay tanto escrito), sino que problematizar y desestabilizar la rígida distinción entre lo conceptual y lo empírico que alimenta nuestros hábitos investigativos y de pensamiento.
Para avanzar en esta exploración, no es necesario ir demasiado lejos. En mis cursos, a menudo recurro a la lectura de textos y de autores y autoras que todavía no están constreñidos ni por las divisiones disciplinares ni por el afán de sofisticación metodológica. Basta leer las conclusiones de las Formas elementales de la vida religiosa de Emile Durkheim, por ejemplo, para que comience a hacer sentido plantear la pregunta acerca del rendimiento e implicancias de operar con la división entre lo conceptual y lo empírico como principio de observación sociológica. El propio Durkheim sugería que la sociedad se hace y rehace constantemente por medio de actos de producción conceptual, los cuales no están escondidos en definiciones bajo las tapas de libros, ni tampoco en algún rincón de las cogitaciones de la conciencia individual. Ocurren en la construcción práctica de distinciones clasificatorias que constituyen simbólicamente y organizan moralmente el tejido del espacio social (sagrado/profano, justo/injusto, correcto/incorrecto, público/privado, etc.). En efecto, una sociedad no está compuesta por la simple suma de individuos ni tampoco por la pura fuerza de las determinaciones materiales, sino que por «la idea misma que tiene [y reproduce] sobre sí misma». Esto quiere decir que los conceptos «no son abstracciones que solo tendrían un espacio de realidad en las conciencias particulares, sino representaciones concretas [que] corresponden a la manera en que ese ser especial que es la sociedad piensa las cosas de su propia experiencia» (Durkheim 1995: 404).
De modo similar, una lectura atenta de El Capital de Karl Marx permite apreciar la centralidad que tiene seguir, en distintos lugares y escalas, las formas de abstracción conceptual producidas por el modo de producción capitalista como una clave metodológica para explorar las lógicas, formas y contradicciones que estructuran a una sociedad basada en el intercambio de mercancías. Los conceptos operan allí no como meros objetos epistémicos, sino que como abstracciones reales que emergen desde las relaciones sociales y que habitan, circulan y modelan la existencia cotidiana, la vida concreta de las personas. Este es uno de los principios estructurantes de la crítica de Marx a la economía política. Para él, el análisis de la configuración concreta de las relaciones sociales en el intercambio capitalista de mercancías debía ir de la mano del examen de los conceptos a través de los cuales este tipo de sociedad se comprende a sí misma y materializa en formas objetivas. La necesidad de establecer una mediación entre la realidad empírica y la abstracción conceptual, viene dada por el hecho histórico de vivir en una sociedad que «transforma cada producto del trabajo en un jeroglífico social», en objetos suprasensibles que desafían la comprensión directa (Marx 1990: 167). De esta manera, si aceptamos que en la sociedad capitalista «los individuos están gobernados por abstracciones», resulta necesario entonces comprender que el proceso de abstracción de la sociedad (su transformación en concepto) tiene lugar «no tanto en el pensamiento científico» sino que en la propia manera en que las relaciones sociales se organizan históricamente (Marx 1993: 164).
Lo que Durkheim y Marx indican es que existiría algo así como un elemento conceptual que se despliega en el propio funcionamiento de la sociedad: en la reproducción práctica de las representaciones sociales y en la circulación ordinaria de las mercancías. Pese a la simpleza del planteamiento, siempre ha sido un desafío persuadir a mis estudiantes que el trabajo teórico –entendido como un trabajo cuyos principales materiales son conceptos– no se restringe a la formulación de hipótesis que pueden ser empíricamente testeadas por medio de la recolección de datos. En vez de oponer abstractamente los conceptos a los hechos, intentando mantener la formulación de nuestras definiciones conceptuales libre de ambigüedades y contradicciones, el desafío más interesante, a mi juicio, consiste en observar dónde están los conceptos, en identificar sus múltiples rastros, en describir cómo circulan y en descifrar qué trabajo hacen.
Читать дальше