Max Caspar - Johannes Kepler

Здесь есть возможность читать онлайн «Max Caspar - Johannes Kepler» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Johannes Kepler: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Johannes Kepler»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Este trabajo monumental de Max Caspar (1880-1956), la biografía más completa y fidedigna del padre de las leyes del movimiento planetario, abarca todos los aspectos de la vida de Johannes Kepler, la figura más atractiva entre las que protagonizaron la revolución copernicana y la fundación de la astronomía moderna en la Europa del siglo XVII. Su trabajo y su obra estuvieron siempre marcados por una combinación fascinante de especulación mística y rigor científico y matemático. Fue astrónomo, matemático y astrólogo. Como creyente fervoroso, estaba convencido de que Dios había diseñado la creación según un plan y que el ser humano estaba capacitado para descifrarlo. Dedicó todo su esfuerzo intelectual al descubrimiento del plan universal divino y, en el curso de esa búsqueda apasionada de la armonía del cosmos, alcanzó sus mayores logros científicos y sus ensoñaciones místicas más desenfrenadas.

Johannes Kepler — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Johannes Kepler», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo que el ser humano practicaba entonces no eran todavía las ciencias naturales tal y como hoy las entendemos. Aún no se sabía cuánta paciencia y cuánto esfuerzo indecibles que se precisan para desentrañar los secretos de la naturaleza a través de la observación y de la experimentación. Todavía desconocían el concepto de las leyes naturales que establecen una relación causal entre los fenómenos y los traducen a fórmulas. Aún no se conocía el método de conocimiento inductivo, según el cual a partir de una hipótesis se extraen conclusiones que deben comprobarse empíricamente para demostrar su exactitud o, al menos, su probabilidad. ¿Cómo podían encontrar respuestas acertadas en la naturaleza si aún no habían aprendido a formularle las preguntas adecuadas? Ante todo, no se practicaba ciencia, sino filosofía de la naturaleza. Querían acceder de golpe a lo que el mundo alberga en su interior más profundo. Percibieron el orden y lo denominaron armonía . Se especuló sobre el alma de la Tierra y del universo, sobre la simpatía y la antipatía entre los objetos, sobre elementos y espíritus vivos, sobre macrocosmos y microcosmos. No pensaban tanto en causas como en efectos. Se plantearon cómo sería posible el conocimiento de la naturaleza y en qué consistiría. El platonismo y el neoplatonismo cautivaron las mentes con su hechizo. Para muchos, Platón y Plotino reemplazaron a Aristóteles; se entusiasmaron con la idea de que Dios creó el mundo con la belleza máxima, y en las ideas platónicas admiraban los pensamientos de Dios, que se hacían patentes en los fenómenos sensibles.

Como ilustran estas pinceladas breves, el cuadro del pensamiento teórico durante el periodo histórico que solemos denominar Renacimiento, exhibe un rico colorido en cuanto a la diversidad de las tendencias y de las orientaciones. Rebasaríamos con creces los límites de esta introducción si detalláramos los nombres y las aportaciones de las principales figuras que contribuyeron a amasar y esculpir la intelectualidad de la época. Solo la mención de Nicolás de Cusa o de Paracelso ya lanza una profusión de ideas difícil de expresar en pocas palabras. En este momento cada sabio edifica su propio mundo, cada cual vaga y se regodea en sus fantasías y en sus conocimientos, o en lo que considera como tales, cada uno pretende asir la verdad desde algún otro cabo. Lo viejo y lo nuevo se empujan entre sí. Este jura en el nombre de Platón, aquel en el de Aristóteles, un tercero busca una síntesis de ambos. La escolástica todavía permanecerá vigente durante mucho tiempo y su creación de conceptos continúa prestando unos servicios excelentes. Alquimistas y astrólogos escarban en busca de nuevos tesoros del conocimiento. También en el mundo conceptual de Kepler se entrecruzan, como ya veremos, las distintas tendencias. Está poseído y fascinado por la idea de armonía, construye todo un sistema astrológico basado en su sicología, abraza la idea de un alma de la Tierra y profesa la teoría idealista del saber platónico. Asimismo, se revela conocedor del espíritu de la escolástica, defiende su principio de observación, se sirve de sus conceptos básicos para interpretar la evolución orgánica y, siempre que puede, orienta sus consideraciones hacia la senda de la teoría aristotélica sobre la materia y la forma; esto con la misma decisión con que se opone a su física, para la cual sigue una vía personal, nueva, prometedora.

EL DESPERTAR DE LA INVESTIGACIÓN ASTRONÓMICA

La astronomía fue la primera en beneficiarse, y en mayor profundidad, de este retorno a la naturaleza. Los estímulos llegaron desde varias direcciones. El mundo de los astros colocó el pensamiento estético-metafísico ante un reino natural al que él mismo atribuyó el apelativo especial de cosmos por su belleza majestuosa, y descubrir sus misterios había sido uno de sus anhelos más fervientes desde la Antigüedad. Ahora, con el renacer de aquellas consideraciones estético-metafísicas, el espíritu sintió una llamada al observar que la estabilidad y continuidad inalterables del firmamento se oponían al fluir perpetuo de los fenómenos terrestres, a su aparición y a su extinción, a su nacer y a su perecer, que la diversidad inmensa de aquí abajo contrastaba con la armonía y la sencillez inmutables del cielo. ¿No resplandecía en él claramente la armonía, la misma que se oculta en el resto de la naturaleza bajo un velo casi inescrutable? ¿Acaso no se revelaba allí lo que justamente debe entenderse por armonía, un sistema de exquisitas relaciones numéricas? Y ese mundo rutilante, lejanía inalcanzable para el ser humano, ¿no es acaso imagen de la mismísima divinidad, origen primero de la armonía, para que la humanidad pueda sentirla más de cerca mediante la contemplación del firmamento?

Pero los estímulos llegaron, en efecto, por más vías. Las necesidades prácticas se volvieron evidentes. Hacía tiempo que era indispensable ajustar el calendario porque ya no se correspondía con los movimientos celestes. Quienes acometían viajes aventurados en aquella época para descubrir tierras nuevas, solicitaban y hasta precisaban la ayuda de los astrónomos para determinar ubicaciones geográficas. Y la creencia en el influjo de los fenómenos celestes sobre el acontecer terrestre, no alentó en menor medida el empeño por precisar los movimientos de las estrellas errantes. 1 La necesidad de levantar de algún modo el telón que oculta el futuro, siempre sirvió para estimular con fuerza los empeños del ser humano intimidado por su temor ante el mundo.

Hasta entonces se había creído que el cielo consistía en esferas de cristal, bolas huecas concéntricas que sostenían las estrellas fijas y cada estrella errante en particular. Para explicar el movimiento de los astros, especialmente el de los planetas, con todas sus desigualdades, Aristóteles había concebido un sistema formado por gran número de aquellas esferas. Al otro lado de la esfera de las estrellas fijas radicaba el empíreo, que en la Edad Media cristiana, al igual que para Dante, constituía la morada de los bienaventurados. Desde allí arriba descendía, por orden, la jerarquía de las partes en que se dividía el mundo. De todas ellas, la Tierra, en el escalafón más bajo, ocupaba el último lugar. Cada una de las esferas estaría impelida por ángeles u otros seres espirituales. Pero ahora volvió a recordarse la gran producción del alejandrino Claudio Tolomeo, quien en el siglo II de nuestra era ideó un sistema admirable para calcular los movimientos celestes sin utilizar tales esferas. Con la conquista turca de Constantinopla llegaron a Occidente, a través de Italia, numerosos manuscritos griegos entre los que se encontraba el de su obra más importante, la que vulgarmente se tituló Almagesto y hasta entonces solo se conocía por una traducción latina del árabe. Su análisis dio un empuje significativo a un interés que ya era creciente por la astronomía. Pero el estudio de esta obra no se limitó a comprender su contenido; mediante la observación y el uso de instrumentos sencillos, se procuró hacer coincidir mejor los datos de Tolomeo con la realidad observada y completar los cálculos necesarios. Entre los hombres que favorecieron el renacer de los estudios astronómicos, se cuentan en primer lugar Georg Peuerbach, natural de la Alta Austria, y su pupilo Johannes Müller, también conocido como Regiomontano por haber nacido en la ciudad de Königsberg, 2 en Franconia. Aunque ambos vivieron pocos años, ejercieron una influencia extremadamente eficaz y amplia a través de su frenética actividad en Alemania e Italia. La invención de la imprenta fue crucial para su actividad.

COPÉRNICO

Pero aún tenía que llegar alguien más grande que no solo remendaría lo antiguo, sino que además abriría las puertas a una nueva visión del mundo. Fue Copérnico el que trajo ese cambio, y con ello marcó un hito en el desarrollo del saber occidental. Este hombre estaba llamado a sacar el mundo de quicio. Al igual que los navegantes de entonces, abandonó el rumbo en el que se movía el pensamiento de su época. Puso el timón del revés con una maniobra audaz y siguió un norte distinto en el que su genio le anunciaba nuevas tierras. A lo largo de varios decenios escribió y pulió su gran trabajo: De revolutionibus orbium coelestium , publicado el mismo año de su muerte, 1543. Como todos saben, esa obra sitúa el Sol en el centro del universo, alrededor del cual se desplaza la Tierra, como un planeta más, que gira a su vez sobre su propio eje. Copérnico consiguió evidenciar que esa hipótesis explicaba con mucha más sencillez los movimientos de los astros. Y puesto que la naturaleza ama la sencillez, siguió aferrado a esa idea a pesar de todas las objeciones que él mismo tuvo que plantearse desde el pensamiento de aquellos días. ¿Llegó a intuir las consecuencias revolucionarias que conllevaría su teoría en el futuro?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Johannes Kepler»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Johannes Kepler» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Johannes Kepler»

Обсуждение, отзывы о книге «Johannes Kepler» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x