Su vida estuvo plagada de ironías, y la última de ellas fue quizá la más significativa. El hombre que escribiera Original Child Bomb: Points for Meditation to be Scratched on the Walls of a Cave fue devuelto cadáver a Norteamérica a bordo de uno de los aviones bombarderos del ejército norteamericano en Vietnam. En ese mordaz informe poemado Merton había descrito con estremecedora frialdad el proceso político que condujo a la devastadora explosión de la bomba en Hiroshima. 6
No podemos pensar en el talante místico de Merton al margen de su producción escrita; su lealtad hacia su profesión monástica y su vocación de escritor estuvieron en conflicto permanente hasta asumir por completo que sus escritos constituían otra forma de plegaria, un modo muy íntimo de comunicación personal y de comunión universal y una opción libre a la vez que una estricta expresión de obediencia. Lo que sorprende de la obra de Thomas Merton no es tan sólo la calidad de su profusa producción sino su acogida por parte de un público muy amplio y diverso, mucho más allá de la comunidad de católicos, y hasta a veces en declarada confrontación con la misma, si bien es natural que la prodigalidad y variedad de su pluma susciten la simpatía en círculos de intereses bien dispares. En el año 2002, los editores de The Thomas Merton Encyclopedia calculaban su producción por encima del centenar de libros, que comprenden prosa ensayística, hagiografías, diarios, meditaciones, una amplia producción poética, literatura epistolar compilada en una decena de volúmenes, una novela y numerosas traducciones del latín, del francés y del español.
En esta sucinta aproximación intentaremos dar a conocer la obra de este autor prominente dentro del catolicismo estadounidense del siglo XX haciendo especial hincapié en la perspectiva de su contexto americano. La orientación didáctica del libro explica el exceso de simplificación en la presentación de los argumentos, que privilegian la voz del propio contemplativo en detrimento de mayores modulaciones críticas o estudios contextualizados, y mucho más matizados, sobre aspectos específicos que se recogen en otros volúmenes referenciados en notas a pie de página, al hilo del discurso, y en la sección bibliográfica. Ahora bien, no podemos comenzar a asumir siquiera la óptica de los estudios norteamericanos sin señalar que nada pudo quedar más lejos de la intención de Merton que la de erigirse en embajador cultural, y mucho menos ideológico, de los Estados Unidos, y menos todavía suscribir su ambición imperial. Sin embargo, también es de justicia reconocer que, junto al clima de barbarie y decadencia moral que Thomas Merton denunció de un modo implacable en Norteamérica, posiblemente ningún otro espacio podría haberle ofrecido la oportunidad de reunir y proyectar universalmente sus ensayos y meditaciones en torno a aspectos tan diversos como los que vierte en sus escritos. Merton fue adquiriendo cada vez mayor conciencia de estar habitando una tierra secular e históricamente situada, producto de acontecimientos temporales y terrenos, y no tan sólo una topología extemporánea como cabría pensar de un monasterio en la Norteamérica que llevó al primer hombre a la luna. El compromiso con la sociedad de su tiempo ha quedado bien patente en sus escritos sobre la amenaza nuclear, sobre la discriminación racial y la alternativa de la no violencia, sobre el genocidio de los habitantes originales del suelo americano, los indios nativos, y sobre tantos temas de interés nacional como mundial: los campos de concentración, el existencialismo, la contribución de Oriente a las formas de vida occidentales, el papel de la ciencia y de la tecnología en el mundo contemporáneo, y un largo etcétera, que no fueron, no obstante, sino el corolario y una derivación natural de todos aquellos otros escritos sobre cuestiones de carácter estrictamente monacal: lecturas de la Biblia, directrices sobre la vida monástica, la espiritualidad de san Juan de la Cruz, san Bernardo, Juliana de Norwich..., el estudio de las figuras del escolasticismo, los padres del desierto, así como del misticismo sufí, la espiritualidad zen, etc.
No cabe duda de que le corresponde a Norteamérica la fortuna de haber albergado en su suelo a un crítico excepcional cuyo mensaje ha tenido repercusiones de alcance global. Hay quien ha llegado a comparar la hondura de su palabra contemplativa con la de Juan de la Cruz. Desde el recinto claustral supo romper barreras temporales, geográficas y disciplinares, y hoy su reconocimiento procede tanto de los ámbitos católicos como de otras religiones y de esferas muy diversas del saber y del quehacer humano: sociológica, literaria, antropológica, política, psicológica, económica y ecológica.
El título del libro responde a la triple configuración de la hermenéutica cristiana, constituida en primer lugar por el texto, que comprende el contenido de la memoria y tradición fundadas en la Sagrada Escritura; en segundo lugar por el contexto, referido a la realidad compleja en sus aspectos sociopolíticos, económicos, culturales y religiosos; y finalmente, por el intérprete, creyente individual o suma de fieles, esto es, la comunidad eclesial en su conjunto. En esa clave, la memoria se enciende, se actualiza e ilumina la vida del mundo cuando, a la escucha del Espíritu, personas como Merton entregan su vida entera y se dejan abrasar por el fuego fundante de un amor sin límites a la vez que absolutamente personal, transformándose así en profetas 7 contemporáneos y luminarias para los demás. A ese respecto el discurso del papa Francisco en el Congreso de los Estados Unidos de América el 24 de septiembre de 2015 destacó a Thomas Merton como uno de los grandes referentes norteamericanos junto a las figuras de Abraham Lincoln, Martin Luther King, y Dorothy Day, definiéndolo como “un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz entre pueblos y religiones.” 8
En cuanto a la organización del libro, su núcleo se erige en torno a la dinámica que se establece entre la experiencia de sociedad y de soledad en la vida y en la obra de Merton. El bosquejo cronológico inicial, tras este preámbulo, se propone situarlo en un mapa de su tiempo para recoger someramente la secuencia de los acontecimientos más destacados de su itinerario y de su producción escrita. El acercamiento a su persona tiene lugar desde tres perspectivas diferentes aunque complementarias: el testimonio personal de aquellos que le conocieron y tuvieron trato de cercanía con él, la convicción íntima del autor de que todos aquellos rostros que los demás vieron en él no constituían su auténtica identidad o su “rostro original”, en la imagen de ese conocido koan 9 en el que un maestro zen desafía a su discípulo a que le muestre su rostro antes de haber nacido, y finalmente, la huella inestimable de sus propios diarios que, remontando la línea de su vida, habrían de establecer una continuidad casi directa con la tarea ya iniciada por su madre al tomar notas sobre el niño desde su nacimiento; hay que observar que, a excepción de ciertos periodos críticos en los que Merton se abstuvo de escribir, la redacción de los diarios constituyó una disciplina a la que habría de ser fiel hasta el término de sus días; 10 de hecho, su obra entera —incluyendo poemas, cartas, ensayos, meditaciones— se puede leer como un exhaustivo registro de los movimientos de su alma.
El contenido de esta aproximación a Merton se ha organizado de manera especular, respondiendo a un esquema de viaje espiritual que refleja un arquetipo de búsqueda, transformación y retorno consustancial al desarrollo humano. Como veremos, al hilo de sus obras fundamentalmente, se aprecia un sendero de progresión desde una experiencia de soledad en sociedad hasta otra, al final de sus días, de sociedad en soledad: la primera corresponde al periodo que el propio Thomas Merton describe en su famosa autobiografía, The Seven Storey Mountain , que culmina cuando ingresa en la abadía de Nuestra Señora de Gethsemani, en Kentucky, mientras que la última se inicia en el momento en que el autor obtuvo permiso para viajar a Asia, con ocasión de un encuentro ecuménico en Bangkok, lo que le brindó la oportunidad, hasta entonces resuelta casi exclusivamente por vía epistolar, de entrar en contacto con representantes vivos y destacados de distintas corrientes de espiritualidad oriental. Los diversos capítulos hacen evidente cómo, aún en medio de tensiones e incomprensiones entre sus hermanos y sus seguidores, las exploraciones interiores del autor, su vivencia monacal y la indagación de su identidad última iban a conducirle necesariamente a una apertura compasiva hacia el mundo que antes deseara o creyera haber abandonado; esa nueva eclosión tomaría la forma de un genuino compromiso y de su implicación plena en los órdenes político, social y cultural de su nación y de su siglo mediante el vehículo de la palabra. Es de destacar en ese contexto que, tras su primera etapa de conversión y después de abrazar la regla monástica, Merton tomó la decisión, libre y consciente, de adoptar la ciudadanía estadounidense, a lo que concedió casi tanta importancia como a su profesión de fe; lejos de procurarle amparo en un nacionalismo triunfalista, ese paso decisivo iba a legitimarle en no pocas ocasiones para hacer fuertes críticas sociales desde su doble condición de peregrino hacia un horizonte escatológico de trascendencia y de ciudadano norteamericano del siglo XX.
Читать дальше