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© De los textos Ángeles Malonda, 2015
© De esta edición: Publicacions de la Universitat de Valencia, 2015
Publicacions de la Universitat de Valencia
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Diseño de la maqueta: Inmaculada Mesa
Fotografía de la cubierta: Archivo familiar
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-9880-7
ÍNDICE
PRESENTACIÓN, Luis Hernández Alfonso PRESENTACIÓN No se trata de un «diario» ni de las «memorias» de una de tantas víctimas de la tragedia que hundió a España en la guerra civil de 1936 y que aparentemente concluyó el 1 de abril de 1939. Este libro es un conjunto de vivencias, de impresiones inmediatas, de pensamientos y reflexiones relativos a la que se denomina «postguerra», pero que fue realmente una prolongación, para muchos inesperada y para todos cruenta, de la persecución de los vencidos por los vencedores. El mero hecho de no haberse unido al «glorioso Movimiento» era considerado como «delito de adhesión a la rebelión». De este modo, resultaban delincuentes las tres cuartas partes del total de los españoles: se daba por obligatorio sumarse a la rebelión para no ser acusado de rebelde. Desde el punto de vista jurídico, no puede darse nada más monstruoso. En las guerras civiles intervienen factores diversos: rencores, revanchas, pugnas locales, envidias, intereses creados, apetencias inconfesables, que aprovechan las circunstancias bélicas para satisfacerse. Esos factores se manifestaron, al abrigo de la impunidad, al término de nuestra guerra civil. Justo es declarar que no todos los triunfadores abusaron de su victoria; hubo personas ecuánimes que, lejos de contribuir a la injusta persecución, se opusieron a ella y procuraron paliar los efectos de la misma, incluso, en ocasiones, arriesgando su propia seguridad. Ahora, cuando por la fuerza de las circunstancias se ha abierto un periodo de libertad –apertura a la que se vieron obligados los mismos adversarios de ésta– parece expedito el cauce de una convivencia normal, deseada por la mayoría. Cicatrizadas en lo posible las profundas heridas pausadas por la guerra civil y la postguerra, ni la autora de este libro ni su prólogo pretenden resucitar resentimientos ni afanes vindicativos. Todo lo contrario: refiriéndose a los amargos instantes pretéritos, se desea prevenir a los hombres de hoy contra los peligros que entraña cualquier intento de reproducir la tragedia que vivió España en aquella lucha fratricida, cuyas secuelas perduran. Los gravísimos problemas que se le plantean al pueblo español exigen el común esfuerzo para su solución. Que todos, pues, aun sin renunciar a sus ideales respectivos, contribuyan con respeto mutuo a la obra positiva de la restaurada democracia. LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO Septiembre de 1979
PRÓLOGO, Carmen Conde PRÓLOGO Ángeles Malonda es autora del doloroso informe escrito durante los años de su larga prisión. Lo más triste para los que fueron vencidos en la guerra que nos tocó padecer a todos es que esa guerra no se acabó realmente. Añejas victorias españolas merecieron el pincel de Velázquez ante unos y otros contendientes. Ya, no. Terminan las guerras y a los que fueron vencidos se les va rematando por medios que llegan a ser inhumanos. Es innegable que antes de ser derrotados algunos cometieron desmanes y hasta a veces crímenes: el castigo se cobró sobradamente sus víctimas. Por ambas partes se hizo más de lo que se supo objetivamente. Lo del ojo por el ojo y el diente por el diente se llevó a cabo con frialdad y como revancha justificada. Sucia palabra la revancha en todo momento. Considero que, al publicar sus desdichadas vivencias persecutorias y carcelarias, lo que busca la autora es que otros aprendan cómo se comportó la paz: no cumpliendo tampoco lo que prometió para ser creída. Algo semejante ocurrió con la historia que se imbuía a nuestros escolares y estudiantes adultos. ¡Cuántas palabras fueron traicionadas en nombre de voluntarios errores! El libro titulado Aquello sucedió así (uno más a favor del tema guerra y paz españolas) es alivio del trauma feroz que padeciera su autora, volcando en él sus angustias. Ángeles Malonda tardó cuarenta años desde escribir hasta decidir publicar sus ásperas experiencias. Que el relato de todas ellas sea una llave más que pueda cerrar para siempre aquel desdichado tiempo que fuimos sobrepasando a toda costa. Sin olvidarnos de las exigencias de la libertad: respeto, solidaridad en lo justo, tolerancia, convivencia y ¡también! heroísmo para vencer la propensión a considerar justas e inapelables nuestras propias creencias y decisiones. Algo bueno pasó por la existencia de la autora a través de sus prisiones: el primer fiscal, Santa Clara y sus monjas. CARMEN CONDE
SENDA, Luis Hernández Alfonso SENDA Hemos vivido la tragedia, Hay que avanzar sin derrotero, y es un abismo lo que media sin norte, fe ni paradero, entre el ahora y el ayer. en la vorágine brutal… Se ha desplomado nuestra obra Necesitamos otra senda, en este mar donde zozobra lejos del caos de la contienda, nuestro sentido del deber. donde renazca nuestra fe. Como entregados a la suerte, Porque del mal que padecemos hemos vivido entre la muerte, nada nos cura, y no sabemos embrutecidos de dolor. el cómo, el cuándo ni el porqué. ¿Dónde estarán nuestras quimeras, ¡Desvanecer la noche oscura, las ilusiones lisonjeras, poner un fin a la tortura, las esperanzas y el amor? hacer concreto nuestro afán! El porvenir ya no nos llama; ¡Vivir sabiendo que vivimos envenenados por el drama, y que seremos lo que fuimos ya no sabemos dónde ir. y que hallaremos un Jordán! Y nuestros nervios, destrozados, Luz, ilusiones y ardimiento, nos abandonan, amarrados una esperanza en el tormento, al ciego instinto de vivir. rutas y anhelos que seguir… Nuestro sendero se ha perdido ¡Algo que salve lo que media y nuestra llama se ha extinguido entre el dolor de la tragedia en un crepúsculo mortal. y la alegría de vivir! LUIS HERNÁNDEZ ALFONSO Prisión «La Campana» Granada, 1940
LA RECLUSA, Ángeles Malonda LA RECLUSA Sobre su duro petate y van pasando las horas, la reclusa está tumbada. los días y las semanas; Por los hierros de la reja, y van pasando ¡los años!; la luna su luz irradia. y ya estoy sin esperanza. Besa su serena frente, Ya no veo a mis amigos, besa su carita pálida mis padres ni mis hermanas. y le dice muy quedito: Ya no me besan mis hijos, –Dime, nena, ¿qué te pasa? como antes, cada mañana. –¡Ay!, luna, luna querida, –Calla –la luna, muy quedo, luna bella, luna clara, dice–, niña, calla, calla, que va siendo mucho el tiempo que muy pronto volverás que me veo aquí encerrada; a la libertad soñada. ÁNGELES MALONDA Prisión Provincial, 1942
VIVENCIAS RETROSPECTIVAS
Año 1920
Residencia de señoritas
Facultad de Farmacia
AQUELLO SUCEDIÓ ASÍ
Inicio de la guerra civil
Sindicato de Farmacia
Año 1936
El funesto «Pancho Villa» (Gandía, 1937)
La guerra ha terminado
El fin de la contienda (marzo de 1939)
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