Philip Daileader - San Vicente Ferrer, su mundo y su vida

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San Vicente Ferrer, su mundo y su vida: краткое содержание, описание и аннотация

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Los siglos XIV y XV fueron tiempos de cambios tumultuosos en la Europa medieval; fueron testigos de la Peste Negra, del Gran Cisma de Occidente, de la agudización de los temores del Apocalipsis y de la eliminación de la población no cristiana de España. Pocas figuras estaban tan amplia e íntimamente involucradas en las luchas de la Europa medieval tardía como san Vicente Ferrer. Tal vez el predicador más importante de su época, Ferrer pasó las últimas dos décadas de su vida recorriendo Europa, preparando al mundo para su inminente destrucción. «San Vicente Ferrer, su mundo y su vida» reevalúa los motivos, métodos e impacto del controvertido predicador, trazando el viaje de Ferrer desde el oscuro lógico hasta el ángel del apocalipsis, como se le conocía. Además, el libro ofrece nuevas perspectivas sobre la profundidad y la amplitud de la anticipación apocalíptica medieval tardía, y sobre los procesos que finalmente condujeron a las expulsiones de judíos y musulmanes de España.

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Ante dicha oposición Eymerich se retiró a Aviñón, donde pasó los dos años siguientes. Pero a comienzos de la década de 1390 regresó de nuevo a la Corona de Aragón y predicó contra Valencia, especialmente en Lérida en 1392. Valencia, por su parte, continuó su lucha contra Eymerich, reclutando a otras ciudades como Barcelona, Zaragoza y la misma Lérida entre 1390 y 1392 para apoyar su causa. 155 Valencia trató también de reclutar como aliado al cardenal Pedro de Luna, ordenando al representante de la ciudad en Aviñón que informara al cardenal de lo que estaba sucediendo. 156 El apoyo de Juan a Eymerich vaciló de nuevo para finalmente derrumbarse. Aún en junio de 1391 el rey escribió a Clemente VII y le pidió que ignorara cualquier cosa negativa que pudiera estar oyendo sobre el inquisidor, pero con tantas ciudades y villas importantes unidas contra él la marea iba contra Eymerich y Juan cedió ante ella. En julio de 1392 el rey nombró a un nuevo inquisidor general para remplazar a Eymerich y en abril de 1393 le desterró de nuevo de la Corona de Aragón. Tras postergar la orden durante quizá un año, finalmente Eymerich se marchó a Aviñón. 157 Allí continuó escribiendo tratados contra los lulistas como su Contra prefigentes certum terminum fini mundi , redactado en 1395 o 1396. 158

Algunos de los testigos valencianos que declararon contra Eymerich en 1388 mencionaron que los propios dominicos se dividieron a causa de las actividades del inquisidor, algunos alineándose con Eymerich y otros con Bernat Armengol, quien encabezó una comisión que investigó los escritos de Llull en tres puntos específicos y encontró que Eymerich había traducido mal a Llull, de forma tendenciosa, en todos ellos. 159 Por lo que respecta al partido tomado por Vicente, Josep Perarnau i Espelt informa que se alineó con el inquisidor y predicó contra Pere Saplana en Valencia. 160 El apoyo de Vicente a Eymerich durante su lucha contra los lulistas secunda la sugerencia de Claudia Heimann de que Eymerich acusó de herejía a Vicente no porque se hubiera desarrollado una animosidad personal entre ellos, sino simplemente porque había oído las declaraciones heréticas de Vicente y había procedido de la forma en que lo hacía un inquisidor cuando se enfrentaba a errores religiosos. 161

Cuando Pedro de Luna se convirtió en el papa Benedicto XIII en 1394 hizo todo lo que estaba en su poder para acabar rápidamente con el conflicto entre Valencia y Eymerich. Durante los últimos meses del pontificado de Clemente VII el representante de Valencia en Aviñón había acusado al propio Eymerich de mantener opiniones poco ortodoxas sobre la Inmaculada Concepción, lo que condujo a un proceso inquisitorial contra su persona. Poco después de convertirse en papa, Benedicto detuvo el proceso contra Eymerich, que permaneció como partidario de Benedicto hasta la propia muerte del inquisidor en 1399. Pero Benedicto le hizo también a Valencia un favor igual de grande. En 1395 el guardián de los documentos papales hizo un anuncio sorprendente. Los lulistas de Valencia afirmaban que la bula papal de 1376, Conservationi puritatis catholice fidei , no era auténtica, a pesar de que Pedro IV había respondido a ella en 1377 y de que circulaban copias por toda la Corona de Aragón. El guardián de los documentos papales buscó en los archivos una copia debidamente registrada de la bula e informó de que no podía encontrarla. Por lo tanto, las diversas provisiones de la bula y su condena a Llull eran totalmente nulas e inválidas, y desaparecía la base de la ofensiva de Eymerich contra los lulistas. 162 En este caso, parece que Benedicto hizo desaparecer el problema de una manera bastante literal. 163 Así pues, el deseo del nuevo papa de acallar los conflictos que heredó de su predecesor, y la forma en la que desaparecieron inesperadamente documentos incómodos a comienzos de su pontificado, dan credibilidad a la acusación del cardenal Giffoni de que Benedito quemó los documentos asociados a la investigación y el juicio de Vicente y de que ordenó a todos los implicados no volver a hablar del episodio.

* * *

Aparte de su temporada en Toulouse en la década de 1370, Vicente pasó en Valencia y la Corona de Aragón las primeras cuatro décadas de su vida. Pero desde mediados de la década de 1390 (tal vez ya en 1392) hasta finales de 1408 parece no haber puesto un pie en Valencia ni en la Corona de Aragón.

No está claro exactamente cuándo y bajo qué circunstancias Vicente abandonó su tierra natal. En un sermón que predicó en Valencia en 1413 declaró que había estado presente en Aviñón durante el pontificado de Clemente VII, específicamente en el momento en que el hermano del papa, el conde de Ginebra, había muerto sin heredero. 164 El conde en cuestión, Pedro, falleció en Aviñón en marzo de 1392. 165 Quizá Vicente había ido a Aviñón para apelar su condena por herejía. Se desconoce cuánto tiempo se quedó –ni si regresó a Valencia o si todavía estaba en Aviñón en 1394, cuando los cardenales de obediencia a Aviñón eligieron a Pedro de Luna como Benedicto XIII–. También se desconoce la fecha en que Vicente se convirtió en el confesor de Pedro de Luna. Un testigo conocedor pero no infalible de la canonización, Jean Placentis, declaró que Vicente se había convertido en su confesor antes de la elección papal. 166 Documentos fiscales de diciembre de 1395 a julio de 1398 muestran pagos regulares realizados a Vicente por su servicio como confesor papal; su salario anual era de 120 florines, pagados de forma más o menos trimestral en cuotas de 30 florines. 167 Mientras estuvo en Aviñón, permaneció en contacto ocasional con la casa real de Aragón. Martín, ahora rey, escribió a Vicente, maestro en sagrada página y confesor papal (pero no maestro del sagrado palacio, un cargo que los historiadores le adscriben en ocasiones), en enero de 1398, pidiéndole que le enviara una copia de un diccionario no identificado que el rey creía que podía encontrarse en Aviñón. 168

Que los cardenales de Aviñón eligieran a alguien para suceder a Clemente VII resultó polémico y la situación de Benedicto XIII se deterioró pronto seriamente. Clemente no fue el primero en morir de los dos papas elegidos en 1378. Urbano había fallecido primero, en 1389, creando esperanzas de que sus partidarios terminaran con el cisma al abstenerse de elegir a un sucesor. Pero los cardenales de obediencia romana eligieron a Pietro Tomacelli como el papa Bonifacio IX. Las mismas esperanzas de fin del cisma surgieron cuando murió Clemente –con la muerte del segundo de los papas elegidos en 1378, la cuestión de cuál de las dos elecciones había sido válida no era ya tan tangible–. Simon de Cramaud, cabeza de hecho del clero francés y representante de la postura de la monarquía francesa, envió mensajeros a Aviñón al saber de la muerte de Clemente y pidió a los cardenales allí congregados que no eligieran a un sucesor. La curia romana realizó la misma petición, olvidando convenientemente que los cardenales romanos habían estado poco dispuestos a hacer lo mismo solo cinco años antes. Los cardenales de Aviñón hicieron caso omiso a aquellas peticiones y en su lugar siguieron adelante con una elección papal todavía con más rapidez. Solo doce días después de haber muerto Clemente, los cardenales de Aviñón eligieron a Pedro de Luna como Benedicto XIII. 169

En el momento de su elección Benedicto prometió que trabajaría para acabar con el cisma. No obstante, pronto se hizo aparente que veía aquella promesa de manera diferente a algunos de sus partidarios. En febrero de 1395 Simon de Cramaud presidió una asamblea francesa en París que trató varias formas de acabar con el cisma, como convocar un concilio general de la Iglesia para solucionar el asunto, o quizá establecer una comisión para resolver las reivindicaciones enfrentadas de legitimidad papal. Al final, la asamblea de 1395 votó a favor de la «vía de cesión», o via cessionis , por la que tanto el papa de Aviñón como el papa de Roma dimitirían de sus puestos, despejando el camino para la elección de un nuevo papa por parte de un Colegio Cardenalicio unido. Cuando los representantes de la asamblea viajaron a Aviñón e informaron a Benedicto de su decisión, el papa se negó a dimitir. El papa de Roma estaba todavía menos dispuesto a acatar la decisión de una asamblea francesa cuyos asistentes no eran ni siquiera de su obediencia.

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