Saltando al presente un instante, el hecho que muchas empresas de capitales chinos sean ahora transnacionales muy influyentes es el resultado de una política cuya parte visible y tangible la constituyen los productos que China vende al mundo, o las partes y piezas que empresas de China engarzan en los productos de las multinacionales (dueños de las marcas, de las licencias y/o de las patentes), productos que consiguen su forma final dentro del territorio chino, y desde allí son enviados a los principales mercados del mundo. Esto no era así antes de 1978, ya que la inversión extranjera tenía vedado el ingreso a China, y esta nación tenía poco comercio con el resto del mundo. Desde entonces, las decisiones que ha tomado han tenido el sentido de reducir sus grados de dependencia de Occidente, en particular.
Ese impulso original vino dado por el sector estimulado: el exportador. Por eso, el crear riqueza se transformó en una meta, un target del régimen, y así como el elemento constitutivo y esencial del desarrollo económico no es la creación de riqueza, sino la capacidad de crearla, no bastaba con fomentar el progreso técnico sino que pasó a ser necesario sentar las bases para crearlo, generar progreso técnico. Y también se debatió si era posible conseguir mayores niveles de cambio técnico en una situación de dependencia tecnológica, porque lo más probable es que si no se conseguían grados de independencia, sólo se iba a poder replicar una situación en la cual el capital extranjero iba seguir siendo el responsable de lo que sucediera con y dentro de la República Popular China. Puesto de otra manera: las necesidades tecnológicas pueden ser atendidas por el sistema científico y técnico doméstico o por las fuentes externas proveedoras de conocimiento tecnológico, pero reducir la política tecnológica a una regulación de la transferencia de la tecnología implicaría aceptar esa condición de “dependencia” tecnológica, lo que supone un juicio de valor sobre la incapacidad de las economías en desarrollo de encontrar soluciones tecnológicas a sus propios problemas. Una admisión del hecho que sería imposible crear para progresar.
En McGregor (2010) se ve que apenas luego de la aparición del “Plan de Mediano y Largo Plazo […]” mencionado, el Consejero de Estado Liu Yandong (funcionario y fundamental contribuyente al diseño de la política tecnológica de China) argumentaba en 2007 (revalidando la importancia del Plan), que “ […] la mayoría del mercado está controlado por compañías extranjeras, la mayoría de la tecnología central depende de las importaciones, […] la situación es extremadamente grave ya que los países desarrollados nos presionan con bloqueos y controles tecnológicos: si no somos capaces de resolver estos problemas, siempre estaremos bajo el control de otros”. Naturalmente, en los países en vías de desarrollo (en general) existe una gran desproporción entre los componentes internos y externos de oferta de tecnología, que lleva al sistema productivo a depender para su desarrollo de la importación de tecnologías. Por eso es que las interrelaciones entre el desarrollo industrial y la tecnología en esas economías dependientes (en el sentido ya comentado) se caracterizan por la dependencia tecnológica de la industria de las fuentes externas del conocimiento ( know-how ), y cuando no se tiene el poder de decisión sobre el proceso de desarrollo técnico, existe una dependencia técnica, o sea cuando sólo queda el camino de la copia de tecnología. La dependencia tecnológica es la falta de libertad para optar entre diferentes alternativas de importación y la creación propia (Máximo Halty Carrere, 1974).
La dependencia de China y su imperiosa necesidad de desarrollarse obligó al Politburó a indagar no solamente en cómo reducir los grados de dependencia, sino también en cómo hacerlo mientras se gana en competitividad, debido a que ese era uno de los desafíos que enfrentaban las empresas chinas, y de allí que el gobierno tuvo que reconsiderar la importancia y el papel de las normas técnicas. Desde la perspectiva china, la reducción de los grados de dependencia de las exportaciones manufacturadas solo iba a ser posible si el país lograba fortalecer su capacidad innovadora interna, para lo cual debía actualizar su sistema de estándares para reducir aquel “control de los otros países más desarrollados sobre China”, especialmente en el área de alta y nueva tecnología. En previsión de estos nuevos desafíos, el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MoST, por su sigla en inglés) realizó dos importantes estudios: uno en el año 2002 sobre la estrategia de desarrollo de normas técnicas, que fue seguido por otro en 2006, que es el esquema de la Administración de Normalización de China (SAC, por su sigla en inglés) del 11º Plan Quinquenal de desarrollo para la estandarización. Este esfuerzo sistémico no se agotaba con el diseño o configuración al interior de China del sistema científico y tecnológico, sino que muchas de esas iniciativas tenían por fundamento (reiteramos) reducir la dependencia tecnológica de China, que a los ojos del Politburó debilitaba (y debilita) sus capacidades mientras se convertía en un país con mayores responsabilidades globales. Como se ve, innovación y estándares son conceptos vinculados. Esa vinculación aparecerá a lo largo de esta obra.
Entonces, habiendo acordado al interior de los espacios de decisión política en China que esa dependencia debía reducirse, se comenzó a trabajar para encontrar las herramientas más útiles para la tarea, y es desde allí que se observa que los estándares pasan a ser una herramienta importante para disminuir la dependencia tecnológica y desarrollar las capacidades de innovación indígena dentro de las industrias más desarrolladas hasta entonces, las que no eran otras que las vinculadas con las exportaciones (dado que era el modelo que imperaba en China desde la creación de las Zonas Económicas Exclusivas, o ZEE) y, en menor medida, las tecnológicas de industria nacional que exportaban (pocas). El Ejército y el mismo Partido Comunista de China (PCCh) fueron actores relevantes en estas decisiones, y por eso de esta coalición de intereses es que a continuación aparecen las políticas sobre el patentamiento de los estándares que se generasen dentro de China. Esto es así ya que había plena consciencia del alto precio que se pagaba por las patentes de origen extranjero utilizadas hasta entonces, tal como se incorpora inicialmente en el Proyecto de Reglas sobre Patentes Incluidas en los Estándares, emitido por la Administración de Normalización de China (SAC,) en 2009.
China había considerado las normas técnicas como un medio para facilitar el comercio mundial, pero resultó que la primera barrera que encontró cuando sus productos ingresaron al mercado internacional fueron las regulaciones técnicas y las normas. Diversos trabajos consultados coinciden en que en el sistema de estándares de China –que comienza a ser trabajado desde entonces– todavía se apreciaba el legado de la economía planificada, cuando cada ministerio relacionado con las actividades industriales era responsable de la estandarización dentro de las grandes empresas estatales bajo su jurisdicción; las normas nacionales y ministeriales eran obligatorias y aplicadas por el gobierno. Ese sistema se vio presionado una vez que las reformas de Deng Xiaoping cobraron impulso, culminando con la solicitud de China para ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Por eso, desde que se inicia el proceso de apertura y reforma luego de la muerte de Mao Zedong, se produjeron cambios sustanciales en la estrategia de estandarización y sus instituciones; en poco tiempo China mejoró su capacidad para desarrollar e implementar estándares, y comenzó a participar en las organizaciones internacionales que definen su desarrollo (esta cuestión se trata adelante en una sección específica).
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