Levantarse en la mañana y observar el río, mientras transitan barcos de guerra con la bandera de Estados Unidos hacia un lado, y a la tarde observarlos en su regreso y así durante casi un siglo, es una marca a fuego en cualquier sociedad, y esa imagen que se va impresionando en la retina, también se llama dependencia. Desde la mirada norteamericana, Lyle Goldstein (profesor-investigador en el China Maritime Studies Institute de la Escuela de Guerra Naval de Estados Unidos) expresa lo mismo, pero con otras palabras: “piensa en esto, ¿cómo te sentirías si supieras que la marina china estuvo patrullando el Mississippi durante casi un siglo de historia estadounidense? Te haría ver el mundo de manera diferente”.
El tiempo ha pasado, y sin embargo los poderes establecidos y que diseñaron ese entramado de poder y dependencia no van a conceder gratuitamente el espacio conquistado a fuerza de contrabando, sangre e intervenciones militares. En mayo de 2020 tiene otra forma de manifestarse. En referencia a la nueva ley de seguridad en Hong Kong, el académico español director del Observatorio de la Política China, escribió el 24 de mayo de 2020 que “el foco principal de la iniciativa china radica en ‘impedir la interferencia extranjera’. La ley, que en buena medida es también una respuesta a la previamente adoptada en Estados Unidos en apoyo de la oposición hongkonesa en diciembre pasado […] tendrá un efecto inmediato sobre la red de ONGs y fundaciones, muchas de ellas apadrinadas por instituciones conservadoras de Estados Unidos y Reino Unido, que han apoyado activamente los movimientos de protesta. La imagen de los manifestantes portando banderas estadounidenses y británicas, las peticiones al entonces presidente para que ‘liberara’ Hong Kong o mismo las apelaciones al regreso de la autoridad colonial, provocaron no solo irritación entre las autoridades sino vergüenza ajena entre amplios sectores de la población continental”.
China fue y es dependiente. Pero no necesariamente lo es ahora de las mismas cosas que lo era antes, sean propuestas políticas, personas y/o recursos. Su carácter de dependiente marca a fuego su devenir, y a tal punto es importante esta observación que realiza grandes esfuerzos políticos y materiales para abandonar esa condición. Ese aspecto fue el detonante de este trabajo, que va desde la dependencia de China al largo camino que la lleva a la independencia, la que tiene una manifestación reveladora en la mayor iniciativa de infraestructura que tiene lugar en este momento en el mundo, y que China diseñó, promueve y financia. Me refiero a la Nueva Ruta de la Seda, que ahora se la conoce como Belt & Road Iniciative (BRI).
Sobre ese camino se pronuncia con formatos novedosos, con los que planea involucrar a sus vecinos, primero, y luego a todo el resto del mundo posible, para comprometerlos en una trayectoria que cree venturosa para todos ( win win ). Así la presenta. Sin embargo, hay otro plano paralelo, que está dado por los caminos de la interdependencia, que le resultan obligados, pues lo que ahora es China no podría serlo si no hubiese abrevado antes en el conocimiento de aquellos que avanzaron primero. En otras palabras, la dependencia está marcada por la ausencia de conocimiento: se es dependiente cuando no se es dueño del saber, cuando no se puede crear porque la llave del conocimiento no está disponible. Decimos que China se encamina a independizarse porque hasta aquí solo ha sido testigo de cómo los poderosos han establecido los estándares, patrones y normas que tienen que usar cotidianamente, tanto quienes las establecieron como aquellos que son (somos) usuarios obligados.
Si China no participa en la definición de esas pautas, estándares, no tiene otro camino posible que seguir la huella ya trazada por los otros poderes. Por eso trabaja para independizarse y establecer los suyos propios, intentando eventualmente que prevalezcan, tratando de internacionalizarlos sobre la base de aquella iniciativa de proyección global. En definitiva, se despliega con sus propias normas sobre un camino que está creando.
Pero el derrotero que planea seguir para alcanzar una sociedad “modestamente acomodada” (tal cual su pretensión explícita), no termina allí. Hay un último plano del que nos toca ser contemporáneos, testigos. Es uno de disputa hegemónica sobre el que se está escribiendo abundantemente en este momento, y que sólo presentaremos dada su contemporaneidad. Y es en este punto donde juntamos todo: se están disputando los espacios de hegemonía en la producción de aquella tecnología (conocimiento, saberes históricos) que va a regir gran parte de nuestra vida cotidiana, y para poder convertirse en quien establece las normas, estándares y procedimientos para hacer las cosas en el sector de las tecnologías de la información y comunicaciones (TIC’s), hay que patentar los inventos primero, convertirlos en innovación y luego estandarizar los procesos, mundializar los formatos y alcanzar (antes) el lugar que pretenden todas las empresas de países poderosos (y no necesariamente grandes).
El establecimiento de los patrones de producción manufacturera es el trasfondo de lo que mediáticamente se presenta como “guerra comercial” ente Estados Unidos y China la cual, es cierto, se manifiesta en una disputa con los aranceles y los cupos comerciales de una y otra economía. Nosotros creemos que esa es solamente la parte visible del problema, la punta del iceberg. Problema inevitable, por cierto. En este momento no sabemos cómo va a terminar dirimiéndose esa lucha, y la historia aquí hace un giro caprichoso: varias veces esas disputas entre un hegemón y un pretendiente a ocupar ese lugar, se resolvió por la vía armada. Otras veces, las menos, no. Este trabajo pretende recorrer el camino que marca la dependencia en origen que tiene China del conocimiento ajeno, creado y estandarizado por las empresas de los países que ganaron la última gran guerra. También contar cómo China está tratando de sortear esa dependencia a través de iniciativas como la BRI, y de qué manera (qué caminos) quiere seguir, y qué lugares ocupar en esos espacios de decisión tal que la gestión global del mundo, en un futuro mediato, considere sus intereses, los tenga en cuenta. En suma, que la contenga.
El mundo post Bretton Woods tambalea, y China entiende que es el momento de participar en la redacción de las reglas (otras y nuevas) para los dados en llamar esquemas de “gobernanza global”. En este libro, trataremos de recuperar el tipo de estrategias, políticas y operaciones llevadas adelante por la China contemporánea para pasar de la dependencia tout court a la dependencia estratégica, con escalas previas en la independencia y la interdependencia. En el tránsito, hablaremos de estándares, patrones y normas. Esa es la propuesta para las próximas secciones, a sabiendas que no siempre la dependencia se presenta de la misma manera. La pregunta, como todas las de relevancia, tiene una respuesta depositada en el futuro: ¿qué transformaciones podrá producir la política de China en un mundo tan integrado?
1- Para esta Introducción se utilizaron las siguientes fuentes: Eugenio Anguiano Roch, “De la Dinastía Qing en el Siglo XIX hasta el fin de la República de China”, en Historia Mínima de China , Flora Botton Beja (coord.), Colegio de México, México, 2016; Jonathan D. Spence, The Search for Modern China , Nueva York, W. W. Nortonn & Company, 1990; John K. Fairbank y Merle Goldman, China. A New Story , The Belknap Press of Harvard University Press, Londres, 2006; Michael Dillon, History of China. From Earliest Times to the last Emperor , China Translation & Publishing House, 2017; Wolfgang Keller y Carol H. Shiue, “China’s Foreign Trade and Investment, 1800-1950”, Working Paper 27558, National Bureau of Economic Research, 2020.
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