2- La guerra hispano-estadounidense comenzó en 1898 y culmina con Estados Unidos victorioso, haciéndose de las Filipinas, Cuba –que, se supone, consigue su independencia–, Puerto Rico y Guam. Cuando terminan los enfrentamientos, los puertos de Filipinas se convierten en amarraderos de las embarcaciones españolas tomadas por quienes ganaron, y de allí partieron a China, pero carecían de poder suficiente para ir más allá de Yichang, en los tramos más difíciles del río.
Capítulo 1Un camino diferente. Límites y características de la dependencia tecnológica de China
“En su proceso de reforma, aún en curso, China ha evolucionado tanto desechando como conservando e innovando estructuras y políticas de forma constante en un ejercicio de soberanía que atiende, en primer lugar, a sus propias dinámicas y objetivos. Y probablemente, el hecho de estar tan centrada en sí misma, aunque más atenta a su entorno que en otros períodos históricos, ha evitado la ruina subsiguiente de tantos consejos o ultimátums externos, tantas veces resultantes en agravamientos de dependencias y eternización de crisis.”
Xulio Ríos, prólogo del libro ¿ Cómo lo
hicieron los chinos? Algunas de las causas del gran
desarrollo del gigante asiático (2017).
En trabajo citado como epígrafe, se intentó desarrollar una explicación, seguramente parcial y hasta quizás mínima, sobre los mecanismos que utilizó y usa China para convertir su extraordinario crecimiento en desarrollo. De manera tal que su sociedad pudiese ascender en la escala de bienestar y dar cabida, en términos colectivos, a lo que el Politburó pretende alcanzar: una sociedad modestamente acomodada. De hecho, en ese libro prologado por Xulio Ríos culminábamos con esa sentencia.
Allí, tratamos de describir uno de los tantos vectores por los cuales se despliegan las políticas del gobierno chino para alcanzar sus objetivos, ya que dentro de la gran cantidad de reformas llevadas a cabo en China desde el ascenso de Deng Xiaoping, algunas se destacaban por recibir un enorme caudal de recursos técnicos, políticos y económicos. Las políticas de desarrollo científico y tecnológico que China había llevado adelante desde 1978 en adelante constituían el centro de ese análisis.
Nos referíamos entonces a las cuestiones legales, institucionales y políticas que hacen a la capacidad de un país para desarrollar su tecnología, lo que constituye una condición esencial para el desarrollo futuro. Ello requirió previamente desplegarnos sobre algunos aspectos puntuales del desarrollo chino post revolución, e inmediatamente después avanzar sobre lo que consideramos central para comprender el proceso, como lo fue la participación de los capitales chinos en las cadenas globales de valor (CGV), pensadas y estructuradas por las casas matrices de las transnacionales que, para entonces, se concentraban en el Hemisferio Norte Occidental. La cuestión consistió (si bien sigue siendo un verdadero desafío) en entender sobre elementos que sirviesen para explicar cómo el Ingreso Nacional Bruto de una economía campesina y empobrecida, había conseguido multiplicarse por 35 entre 1990 y 2018, y el ingreso per cápita explotara –en el mismo período–, transformando a China de un país de “bajos ingresos” en un país de “ingresos medios altos” (1). Si bien el trabajo constituyó una mirada sobre un aspecto particular de la política china, intentamos dejar en claro que no solamente la mirada era parcial, sino que se limitaba a los aspectos que resultaran allanables y comprensibles, como para poder presentarlos ordenada y criteriosamente.
Nuestra idea es que aquí transitemos otro vector diferente, pero estrechamente relacionado con el despliegue científico y tecnológico, de manera de ganar masa crítica y conseguir más densidad en la explicación que buscamos sobre el extraordinario desarrollo alcanzado por la República Popular China. Porqué China había tomado cierto tipo de decisiones, y era el motivo por el cual éstas tenían un “norte” determinado, constituye un eje importante sobre el que se imbrica el rumbo de su política con sus decisiones económicas, su despliegue internacional y la manera de ver el mundo, ya no a través de los ojos de otros, sino de los propios y usando sus propias categorías analíticas.
China usa sus instrumentos, ve el mundo a su manera y se nutre, ahora más que antes, de su creciente relación con el resto de las economías lo cual, por cierto, ya tiene muchos canales: de los naturales originados en su comercio –que no deja de aumentar– y la multiplicación de las inversiones (de entrada y salida, in y out ), el espectro ya se amplía para incluir sus posiciones en los organismos multilaterales, su intento de cambiar muchas de las reglas que ordenan el mundo desde la segunda posguerra y, mucho más aún, la representación que tiene en aquellas entidades globales que fueron diseñadas al calor del interés de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial (2GM) y forjadores del mundo “post Bretton Woods” (2). Ahora allí trata China de incidir, mientras cuestiona y debate el orden que se estableció oportunamente.
Las consecuencias de esas inquietudes son variadas y algunas muy visibles, como la creación de entidades que sí tengan en cuenta el creciente peso relativo chino: el AIIB (sigla en inglés del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura), el que se conociera como Banco de los BRICS (ahora Banco de Desarrollo), la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), la misma Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (hoy Belt & Road Iniciative o BRI) (3), por señalar algunas de las más renombradas.
Pero antes de alcanzar ese estadío, China se nos presenta como una economía en vías de desarrollo y, como tal, dependiente. El/la lector/a encontrará que en estas páginas se reitera esa palabra “dependencia” la cual denota una condición, lo que nos requiere aclarar desde aquí bajo cuál prisma leerla, ya que aquella dependencia a la que se refiere Xulio Ríos en el epígrafe, tiene connotaciones. La dependencia como concepto es popular y está muy difundida claro, y a nivel teórico recibe diferentes tratamientos y abordajes. Eso no impide comprender qué se quiere decir al utilizar el concepto, siempre que se defina a cuál acepción uno se está refiriendo. Genéricamente, la idea de dependencia nos habla de la relación de alguna cosa o alguien con respecto a otro elemento o persona; de alguna manera, es natural asociarlo con la falta de autonomía, en el sentido que quien tiene esta condición (la cosa o persona que sea dependiente) no puede o no se le permite tomar ciertas decisiones, ya que no cuenta con la libertad suficiente para hacerlo por algún motivo.
El valor analítico de un concepto depende (valga la redundancia), no tanto de su rigor teórico, como de su riqueza explicativa (Monza, 1972). Pero justamente por esa dificultad que se presenta al trabajar un concepto relativamente abierto ya que se puede aplicar a situaciones diversas, en el agregado podemos subsumirlo solamente a dos tipos de situaciones diferentes: la dependencia que relacionamos con las personas (más allanable conceptualmente con lo mencionado sobre la incapacidad, propia o que le provocan, de contar con libertad) o aquella dependencia que tiene dimensión política, que es la que nos interesa aquí. Se trata entonces de una situación (digamos, de sujeción) en la que una nación tiene a otra (o a un ente o una comunidad) a su merced, de tal modo que su voluntad se encuentra anulada o limitada para tomar decisiones fundamentales. Las propias determinaciones se encuentran sujetas, a veces también anuladas o se les impide de alguna forma que se desarrollen. No se tiene la suficiente autonomía, porque se es dependiente. No se cuentan con los grados de libertad que se requieren para aquellas propias determinaciones.
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