Lo importante para el éxito del Plan es no comprar tecnologías centrales en campos clave tal que afecten el alma de la economía y la seguridad nacional (tecnologías de Internet de próxima generación; máquinas herramientas de alta gama y control numérico; y sistemas de observación de la tierra de alta resolución, etc.). En Ernst se lee que en agosto de 2006 y para los semiconductores, el Ministerio de Información e Industria de China declaró que “[...] aumentaremos significativamente la relación de autosuficiencia a más del 70% para los circuitos integrados utilizados para la información y la seguridad de la defensa nacional, y a más del 30% para los circuitos integrados utilizados en las comunicaciones y los hogares digitales electrodomésticos [...] básicamente, deberíamos lograr la autosuficiencia en el suministro de productos clave”.
Hasta hace poco tiempo, la mirada de China hacia la innovación y la estandarización apenas si tenía un mínimo grado de entidad en la diplomacia económica internacional. Pero con el poder económico de China en crecimiento, esa evaluación sobre las cuestiones normativas ha cambiado drásticamente. Hoy, la política de innovación de China es percibida como una amenaza para la innovación y la competitividad de EE.UU. y hacen al core de lo más candente en sus relaciones bilaterales. Más aún, también acusa a China porque esta usa esa política como una estrategia que distorsiona (“discriminatoria”, en términos de la OMC) el comercio global para desafiar la supremacía estadounidense en la economía del conocimiento. Esa percepción, claro, no hace referencia exclusiva al eventual padecimiento de las corporaciones estadounidenses que se encuentran con que ahora hay competencia china que daña sus intereses, sino que incluye a las respuestas institucionales que expresan esos capitales. Como reseñara D. Ernst (2011), la Cámara de Comercio de los Estados Unidos argumentó que la política de innovación de China “... restringe la capacidad de las empresas estadounidenses para acceder al mercado y competir en China y en todo el mundo, creando ventajas para las empresas estatales y los campeones influenciados por el Estado de China ... [y tiene] ... el potencial de socavar significativamente la capacidad innovadora de la economía estadounidense en sectores clave y, en consecuencia, dañar la competitividad y el sustento de las empresas estadounidenses y los trabajadores que emplean” (7). Con su política de innovación indígena, China ingresa luego en el juego de los estándares globales y crece como un novedoso contendiente de Estados Unidos, que naturalmente reacciona frente a la erosión de su liderazgo. Por eso colabora sensiblemente con su eventual declive.
El papel de la estandarización y el de los derechos sobre la propiedad intelectual aparecen en el centro de este conflicto. Más aún, tanto en las CGVs como las redes de producción internacionales y las mismas cadenas de abastecimiento, los principales dispositivos normativos para garantizar la calidad y seguridad de un producto son los estándares del producto, que deben juntarse con los derechos de propiedad intelectual y las normas de origen. De ahí la continua presión de los actores e intereses favorables al comercio para la estandarización internacional, la armonización de las diferentes normas nacionales o al menos el reconocimiento mutuo de equivalencia (de allí, entonces, los acuerdos bilaterales, regionales o los mismos Tratados de Libre Comercio –TLC’s–); todas son respuestas normativas alternativas típicas a las demandas políticas y económicas de la globalización e integración económica, ya sea regional o internacional, que cada país o región debe equilibrar con sus propias prioridades e intereses nacionales.
Por eso es necesario comprender el deseo de China de convertirse en una superpotencia tecnológica. Conseguir reducir aquella dependencia constituye el corazón del proyecto del Politburó, y la traducción del “Sueño Chino” que, como una suerte de réplica oriental del “Sueño Americano” –pero no individual, sino colectivo–, pretende construir una sociedad “modestamente acomodada” (mejorar el nivel de vida del pueblo chino) para este año 2021 (coincidente con los cien años de la fundación del PCCh) y “plenamente desarrollada” en el 2049 (en el centenario de la fundación de la República Popular China), alcanzando la que llaman “revitalización nacional”. Los caminos seguidos por sus políticas científicas y tecnológicas ya fueron tratados (8), y en esta ocasión pretendemos transitar otras rutas, que dan sentido a lo anterior.
1- Espen Beer Prydz y Divyanshi Wadhwa, “Classifying countries by income”, The World Bank , septiembre de 2019, Disponible en: https://datatopics.worldbank.org/world-development-indicators/stories/the-classification-of-countries-by-income.html. Hace un año, en The Economist se presentó otra comparación impactante: desde 1995, la participación de China en el PIB mundial a precios de mercado aumentó del 2% al 16%.
2- Antes que termine la 2GM, en 1944, Estados Unidos y los aliados (que pronto saldrían victoriosos) fueron los anfitriones en un encuentro en Bretton Woods, momento y lugar donde se establecieron nuevas reglas e instituciones de posguerra para liberalizar el comercio y revivir el crecimiento económico; para entonces, el dólar y su vinculación al oro dominaban el marco monetario global.
3- En el trabajo de Jan P. Voon y Xinpeng Xu (“Impact of the Belt and Road Initiative on China’s soft power: preliminary evidence”, aparecido en el Asia-Pacific Journal of Accounting & Economics 2020 , Vol. XXVII, Nº 1), la iniciativa se considera como “el paso más importante que ha tomado la diplomacia pública de China en lo que va del siglo”.
4- Así como no nos detendremos a explicar todas las políticas chinas desde 1978 en adelante, tampoco lo haremos con el modelo de desarrollo asiático, de tanta fama académica y ya suficientemente analizado. Se sugiere a tal efecto ver Kaname Akamatsu, “A Historical Pattern of Economic Growth in Developing Countries”, The Developing Economies , Preliminary Issue, N° 1, Instituto de Temas Económicos de Asia, Tokio, marzo-agosto de 1962.
5- El gasto total en I+D de China por parte de sus institutos gubernamentales, universidades y empresas, creció a tasas de dos dígitos durante cuatro años consecutivos, hasta 319.000 millones de dólares en 2019. Ese gasto fue el segundo más alto del mundo, posición que China ocupa desde 2013, cerrando más la brecha con Estados Unidos.
6- Alejandro Nadal Egea, “Planificación normativa y esfuerzo científico y tecnológico”, Comercio Exterior , México, 1973.
7- En ese trabajo de Ernst se rescata este testimonio que brindara Jeremy Waterman, Senior Director de “Greater China”, el 15-6-10 en la Investigación Nº 332 sobre los supuestos delitos de China en materia de propiedad intelectual y las políticas de innovación indígena, ante su posible efecto nocivo sobre la economía norteamericana, ante la US International Trade Commission Hearing.
8- Se recomienda ver el trabajo de Zhuan Xie y Xiaobo Zhang, “The Patterns of Patents in China”, International Food Policy Research Institute, Development Strategy and Governance Division, Discussion Paper 01385, Washington, 2014.
Capítulo 2La dependencia estándar
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