William H. Shea - Daniel. Una guía para el estudioso

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¡Daniel! El mero nombre de este héroe de Dios evoca vívidas imágenes en nuestra mente. Ningún libro del Antiguo Testamento se compara con Daniel y sus sueños sobre imperios mundiales, sus estatuas de oro y otros metales, sus hornos de fuego, su foso de leones, sus cuernos, sus bestias, sus mensajeros angélicos con sus misteriosas profecías de tiempo, y sus predicciones del surgimiento y la caída de gobiernos terrenales a lo largo de la historia. Un reconocido teólogo nos ayuda a estudiar este antiguo libro y a entender que en las manos de Dios nuestro futuro está seguro.

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Hay lecciones concernientes al juicio en este capítulo. Dios lleva las cuentas de las naciones y los individuos. Babilonia y Belsasar fueron pesados en la balanza del juicio y fueron hallados faltos (vers. 27). En un extremo de la balanza se colocaron la misericordia y la justicia de Dios; en el otro, la rapacidad, violencia y orgullo de Babilonia y Belsasar. La misericordia de Dios sobrepasaba con mucho el orgullo de Belsasar, pero él escogió no aceptar esa misericordia. El juicio no es un tema popular en el mundo moderno. Por lo menos, no los juicios de Dios. Queremos nuestra debida porción de justicia en la corte, pero cuando se trata de enfrentarse a Dios, preferiríamos un Dios que no nos llame a cuentas. Preferiríamos evadir nuestra responsabilidad moral a toda costa si fuera posible. El tema del juicio divino no era más popular en el tiempo de Daniel, Jeremías o Ezequiel de lo que es en nuestros días. Si los profetas del Antiguo Testamento nos enseñan algo, es que en todas las edades una porción significativa del pueblo de Dios ha tratado de evadir su responsabilidad moral y así escapar del juicio de Dios.

Jesús ilustró este mismo elemento en su parábola del hombre rico que derribó sus graneros para construir otros mayores. Este hombre vivía su vida según el principio de la avaricia. Quería establecer más y más empresas. Entonces llegó la fatídica noche: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” (Luc. 12:20). Esa era también la condición de Belsasar. También podría ser la nuestra, pero no necesita ser así.

En el otro extremo, vemos el ejemplo espiritual de Daniel. Permaneció de pie delante del rey confiado en el Dios a quien servía. Había recibido la palabra del Dios viviente, por lo tanto no necesitaba temer a la palabra de ningún rey, sin importar cuán poderoso fuera. Bien fuera distinguido con altos cargos (como lo fue por Nabucodonosor y Belsasar) o echado al foso de los leones (como lo fue por Darío) la fe de Daniel y su confianza en Dios permanecieron sólidas. Poco importaba a Daniel si los babilonios o los persas controlaban el mundo. Tales detalles no alteraban sus hábitos de oración o su integridad personal en lo más mínimo. Independientemente de cómo soplaran los vientos políticos del mundo, Daniel permaneció como la brújula al polo, fiel a su deber y a su Dios. Nuestro ejemplo a seguir en el capítulo 5 no es Belsasar, sino Daniel. Belsasar provee una advertencia de un camino que no debemos seguir; Daniel señala el sendero de la fe y la confianza que nos lleva al reino de Dios.

Por la fe, Daniel reconoció que no importa cuáles ejércitos resultaran triunfantes o cuáles reinos se establecieran en un momento particular, la historia aún seguía bajo el control de Dios. Ultimadamente, la historia avanzaba hacia la meta trazada por Dios. Y la fe de Daniel se hizo realidad al cumplirse el primer paso de las grandes profecías cuando los persas conquistaron a Babilonia.

Nosotros nos encontramos hoy al otro extremo de la línea. En términos del capítulo 2 de Daniel, estamos en la misma base de la estatua, entre los pies y los dedos, en el tiempo del hierro y el barro cocido. Estamos en espera del siguiente y último paso: el establecimiento del reino de la piedra, el reino de Dios. Podemos mirar hacia atrás en la historia y ver que los reinos de las bestias en Daniel 7 se han levantado y se han caído tal como lo predijo Dios. Cuánta más fe y confianza en Dios deberíamos tener hoy día, en que él conoce el futuro y lo ha revelado a sus siervos los profetas.

LECCIONES DE NATURALEZA HISTÓRICA

No solo podemos tener confianza en el futuro profético según nos fue revelado a través de Daniel, sino que podemos tener confianza en la palabra histórica que el libro de Daniel nos comunica también. Los críticos de la Biblia han intentado socavar la exactitud histórica de Daniel y, por lo tanto, socavar la exactitud profética. Ese intento ha fracasado, y en ningún lugar ha sido más evidente dicho fracaso que en el capítulo 5.

Primero, los críticos negaron que siquiera existió una persona como Belsasar. Pero las tablillas que salieron de las excavaciones en Mesopotamia demostraron su existencia, su posición política, y por qué el libro de Daniel lo evalúa en la forma que lo hace.

Un examen más cuidadoso del ambiente histórico de este capítulo revela cuán preciso y exacto era el conocimiento de la Babilonia del siglo sexto a.C. que el escritor tenía. Podemos hacerle una pregunta bien específica a Daniel: “¿Quién era el rey en el palacio la noche que la ciudad cayó en manos de los persas?” Ese sería un buen punto para atrapar a un escritor posterior en cuanto a los detalles de un conocimiento impreciso. Basados en la información preservada mediante los historiadores clásicos, la respuesta habría sido “Nabonido”. Como el último rey oficial conocido de Babilonia, él debería haber sido el monarca para quien Daniel interpretó la escritura.

Pero el escritor de Daniel no colocó erróneamente al bien conocido Nabonido en el palacio aquella noche. Más bien, puso allí al virtualmente desconocido Belsasar. Daniel no hace mención de Nabonido. Si se celebró un banquete en el palacio y Nabonido se encontraba en la ciudad, él ciertamente habría asistido. Sin embargo, Daniel no hace mención de su presencia. ¿Por qué no? ¿Dónde estaba Nabonido? No sabíamos las respuestas a estas preguntas hasta que los arqueólogos excavaron la tablilla que ahora conocemos como la Crónica de Nabonido . Esa tablilla nos indica claramente dónde estaba Nabonido y por qué no estaba en la ciudad. Se había llevado a otra división del ejército babilónico al río Tigris, donde peleó contra Ciro y su ejército en una ciudad cercana llamada Opis. Dos días antes que la ciudad de Babilonia cayera, el ejército de Nabonido fue derrotado en el campo de batalla por las tropas persas de Ciro. Nabonido huyó y no regresó a la ciudad de Babilonia hasta después, cuando la ciudad estaba ya en manos persas. Así que Daniel 5 está en lo correcto al ignorar a Nabonido. Él no estaba en Babilonia la noche que ésta cayó.

Cuando Daniel entró a la sala del trono del palacio esa noche, vio al rey. Pero ese rey era Belsasar, no Nabonido. ¿Cómo podría Daniel haber sabido que Belsasar estaba en el palacio esa noche, para proteger la ciudad, pero que Nabonido su padre estaba ausente? ¿Cómo pudo haber conocido estos detalles íntimos acerca del personal presente en el palacio en esa precisa noche?

Solo es posible una respuesta a esta pregunta. Daniel fue un testigo ocular de estos eventos tal como lo narra en su registro. Podemos tener confianza en la exactitud de los eventos históricos descritos en el libro de Daniel, y podemos tener confianza que los eventos futuros que predice también vendrán a acontecerse.

LECCIONES DE NATURALEZA ESTRUCTURAL

La porción de Daniel escrita en arameo cubre los capítulos 2 al 7. En el mismo centro de esta sección, los capítulos 4 y 5 tienen que ver con sujetos similares: el rey. En el capítulo 4, el rey es Nabucodonosor; en el capítulo 5, el rey es Belsasar. Aunque los eventos de estos dos capítulos probablemente ocurrieron separados por más de cuarenta años, Daniel decidió contar estas dos historias lado a lado. De esta manera las colocó deliberadamente.

Aunque estos dos capítulos tratan del mismo tipo de sujeto, el rey lo maneja de forma diferente. Esos dos tratos nos dan un marco para su comparación y contraste que puede influir sobre la dirección de nuestra vida espiritual. Al final, Nabucodonosor nos provee un buen ejemplo; Belsasar nunca nos lo da. El primer rey se convierte de mala gana; el segundo rey rechazó por completo la conversión.

Para enfatizar las similitudes y contrastes en estas dos narraciones históricas, Daniel los ubicó en el centro del marco literario de esta parte del libro. Como el centro de la estructura quiasmática en Daniel capítulos 2 al 7, este arreglo se enfoca en la responsabilidad individual. Un rey finalmente hizo la elección correcta, mientras que el otro rey no. El énfasis está en la responsabilidad individual. Tal como los monarcas de Babilonia tenían una responsabilidad individual hacia Dios, así también cada uno de nosotros tenemos que hacer una elección a favor o en contra de la gracia y el reino de Dios. Aunque el ejemplo de Belsasar puede impulsarnos a demorar y finalmente a rechazar a Dios, la experiencia de Nabucodonosor nos motiva a aceptar a este Dios verdadero y personal y entrar así a su reino.

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