Shanae Johnson - El Ranchero Se Casa Por Conveniencia

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El Ranchero Se Casa Por Conveniencia: краткое содержание, описание и аннотация

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El amor a primera vista lo cambia todo cuando un ranger del ejército llega a un acuerdo estratégico para casarse con una ranchera en un matrimonio de conveniencia moderno.
El ranger del ejército Tony Keaton tiene una fecha límite ajustada. Solo dispone de noventa días para preparar el terreno, construir y abrir un campamento de adiestramiento para fuerzas de élite que él y sus hombres han estado planificando desde que dejaron la milicia. El problema es que el campamento, que está en tierras del rancho Purple Heart, necesita acceso al arroyo contiguo para los ejercicios de adiestramiento. Por suerte, la imponente ranchera que posee ese terreno está dispuesta a llegar a un acuerdo.
La ganadera Brenda Vance despide a unos ayudantes que no soportan trabajar para una mujer. Pero además está perdiendo dinero con la modernización de la propiedad. Para cubrir la deuda que le provocan los avances tecnológicos, acepta venderle el arroyo a Keaton. Pero el único modo de atajar los trámites burocráticos y traspasar la tierra lo suficientemente rápido como para cumplir con el plazo límite de noventa días es casarse. El acuerdo prenupcial blindado protege sus bienes, pero ¿qué protegerá su corazón?
Mientras Keaton y su unidad de rangers del ejército trabajan la tierra sin importarles que una mujer les dirija, Brenda sueña con inquietud que este matrimonio pueda durar más de lo que requiere la burocracia. Salir con alguien no figura entre los planes de Keaton, pero una mujer como Brenda hace que el amor pase a ser una prioridad.
¿Se ajustarán al plan y seguirán sus propios caminos una vez que el campamento esté listo y funcionando? ¿O cambiarán sus planes y harán que dure su matrimonio de conveniencia?

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Según iba circulando por el camino de gravilla, Keaton comprobó que el rancho estaba lleno de soldados en distintas fases de curación. Hombres con prótesis en las piernas que montaban a caballo con determinación. Bajando por el camino en curva, pudo ver un jardín donde araban la tierra hombres a los que les faltaban dedos y brazos. Saliendo de un establo, otros con quemaduras en la cara, brazos y piernas. Los soldados se ocupaban de una variedad de animales de granja. Ovejas y cabras se frotaban contra las cicatrices sus miembros como si no se dieran cuenta de las lesiones.

Keaton y su equipo tenían la suerte de haber regresado con todos sus miembros y facultades intactos. De haber sufrido alguno de ellos heridas graves, sabía que este era el mejor lugar para venir a curarse. Además de eso, esperaba que cualquier soldado que quisiera mejorar sus destrezas viniera al otro lado del rancho, donde planeaba construir su campamento de entrenamiento de élite.

Keaton aparcó el Jeep junto a la gran casa que había al final del camino. Ninguna de las casas tenía número. Según las indicaciones que le habían facilitado, debía seguir el camino hasta el final. Al bajar del coche vio al hombre al que había venido a visitar.

Dylan Banks salió por la puerta de doble hoja y empezó a andar. Llevaba una camisa vaquera y pantalones chinos. Una de sus piernas estaba morena; la otra era de acero.

—Keaton, has llegado.

—Me alegro de volver a verte, Banks.

Se dieron un apretón de manos; juntaron sus palmas llenas de cicatrices, agarraron los dedos ásperos y tiraron hacia dentro. Se abrazaron dándose numerosas palmadas en la espalda. Keaton había servido con el sargento Dylan Banks en más de una misión. Era un hombre sagaz y capaz de improvisar en situaciones difíciles con los mejores.

—Menudas instalaciones tienes —dijo Keaton—. Sólo he escuchado cosas positivas acerca de este rancho.

—Los aceptamos a todos —respondió Banks—. «A los rendidos, los pobres, las masas hacinadas».

—¿Eso no está escrito en la estatua de la Libertad? —se rio Keaton.

—Bueno, ahora acogemos a miserables desechos como los rangers del Ejército.

Banks extendió un brazo con la intención de dar un puñetazo a Keaton, quien vio el movimiento y se mantuvo en el sitio para recibirlo. Todo de buen rollo.

—Ah, ¿ Banksy-wanksy todavía sigue molesto por no haber pasado la prueba de aptitud física de los rangers ?

—Cierra el pico —dijo Banks, con un ladrido poco mordedor—. Solo me faltaron un par de puntos. Me hundió la parte de supervivencia en el agua.

—Eres de una isla.

—Soy de Nueva York.

Keaton se encogió de hombros. Las pruebas para entrar a formar parte de los rangers del Ejército no eran ninguna broma. Todos los meses, cuatrocientas almas llegaban entusiasmadas a Fort Benning, Georgia, con la esperanza de poseer las cualidades para lograr su objetivo. El cincuenta y uno por ciento regresaba a casa con sus esperanzas frustradas. La única razón por la que Keaton sobrevivió al adiestramiento era porque se había preparado para las pruebas físicas como un loco.

Eso era lo que tenía en mente para el campo de entrenamiento: adiestrar a otros del mismo modo en que lo había hecho él para las pruebas. El campo de entrenamiento de élite Boots On The Ground era un sueño del que Keaton no fue consciente hasta que comprobó lo dura que era la escuela de los rangers del Ejército de los Estados Unidos. Sabía que nunca podría preparar a ningún soldado del todo para enfrentarse a esa experiencia, pero cualquiera que pasase por su régimen de entrenamiento tendría más posibilidades de estar entre el cuarenta y nueve por ciento.

—El año que viene lo tendrás en marcha —dijo Banks.

—¿El año que viene? —Keaton se rio—. El plan es abrir dentro de noventa días.

Banks se rascó la incipiente barba al tiempo que miraba a Keaton. Su mirada de incredulidad lo decía todo.

—Es ambicioso, ya lo sé —dijo Keaton—, pero he elaborado un buen plan que funcionará si se lleva a cabo correctamente.

—No me cabe duda —Banks sonrió, volviendo a palmear a Keaton en la espalda —. Creo que puedes hacerlo. En noventa días pueden suceder cosas increíbles, sobre todo en este rancho.

Ahora era Keaton quien se rascaba la barba. Sabía a qué se refería. Muchos de los hombres que habían venido a curarse acabaron casándose en ese período de tiempo. Según algunos rumores, no solo las leyes de gestión del suelo urbano regían la ocupación en el rancho; muchos creían que algo pasaba con la tierra en sí.

Keaton no era supersticioso. Aún así, no tenía planeado vivir en las tierras, sino trabajar en ellas. Así que, las reglas y mitos no le afectarían ni a él ni a su trabajo.

—Vamos a echar un vistazo al terreno que arriendas —dijo Banks.

Se subieron a un carro de golf y arrancaron. Si a Keaton el terreno le había parecido hermoso desde lejos, al acercarse le pareció impresionante. Las tonalidades iban cambiando de los verdes pastos a las tierras marrón y un tumulto de flores multicolor. Se intercalaban caballos de color marrón, blanco y negro, ovejas peludas y el mayor surtido de chuchos que había visto nunca.

Cinco perros ladraron cuando pasaron junto a ellos. Algunos llevaban prótesis. Uno tenía incluso una silla de ruedas acoplada a sus patas traseras.

—Esos son míos —dijo Dylan—. Bueno, de mi esposa. Pero formaban parte del matrimonio, así que…

Keaton no se molestó en volver a poner en duda lo extraño del lugar. Fijó la mirada en la tierra, haciendo notas mentales de cómo sus clientes accederían a las instalaciones de adiestramiento. En el límite del rancho su sueño cobró vida. Justo allí, en la tierra sin trabajar, era donde haría una zona árida a partir de un área embarrada donde sus aprendices conocerían el placer de caminar como los cangrejos, hacer flexiones y abdominales.

En lugar de comprar madera, podían talar un par de esos árboles de la derecha y hacer un muro de escalada. Lo más importante a construir era la instalación cubierta para adiestramiento y las literas. Eso y el área de entrenamiento especializado, que aprovecharía la mezcla de terrenos, desde tierra seca a verdes pastos, colinas rocosas y el arroyo. Ahí sería donde pondrían las instalaciones para entrenar a las fuerzas especiales para las misiones encubiertas.

—¿Puedes parar más cerca del arroyo? —preguntó Keaton.

En lugar de parar, Banks redujo la velocidad.

—El arroyo no está dentro de nuestros límites.

Keaton tardó un poco en entender el significado de esas palabras. Cuando lo comprendió, el corazón le dio un vuelco. Necesitaba ese arroyo para el área de las fuerzas especiales. Qué diablos, lo necesitaba como parte del adiestramiento para la prueba de aptitud física de los rangers . Seguro que Banks lo sabía.

—Es propiedad del rancho colindante —dijo Banks.

—¿Y crees que podría estar dispuesto a venderlo o arrendarlo para lo que necesitamos? —preguntó Keaton.

Dylan frunció los labios.

—No estoy seguro de que esté dispuesta . Pero puedes acercarte y preguntarle. Es razonable. Casi siempre.

CAPÍTULO CUATRO

Brenda no tenía despertador en su habitación. La despertaba el olor del café recién hecho. Se había comprado una de esas cafeteras sofisticadas que se pueden programar y que, como por arte de magia, le preparaba una taza cada mañana antes de que saliera el sol. La mejor compra que había hecho nunca.

Se dejó guiar por el aroma escaleras abajo como si hubiera dedos en su nariz que la arrastraban. Se sorprendió de que sus pies no se levantaran del suelo cuando se dirigía a la cocina y la cafetera automática. Sacó dos tazones de la alacena y se sirvió los dos. Como hacía cada día desde que era adulta, bebía el primero dejando que el agua hirviendo le escaldara la lengua y despertara todas las células de su cerebro. Para cuando hubiera acabado el primero, el segundo ya estaría a temperatura ambiente y listo para ser saboreado.

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