El deudor, aterrorizado, cayó a sus pies y le suplicó:
–Mi rey, por favor, le suplico misericordia y paciencia, yo le pagaré todo.
Al ver esa escena y escuchar la súplica, el rey se conmovió y decidió perdonar la deuda. El hombre se apresuró a salir, antes de que el rey se arrepintiera de su gran acto de bondad, pero, al salir, se encontró frente a frente con uno de sus compañeros que le debía muy poco dinero. Al verlo, se le tiró encima y, agarrándolo, lo estrangulaba y le decía:
–Págame los cien centavos que me debes.
Su compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba:
–Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.
Pero este hombre endureció su malvado corazón y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo poco que le debía. Al verlo, sus compañeros quedaron espantados y fueron a contarle al rey. Inmediatamente el rey lo llamó y le dijo:
–¡Siervo malvado! Te perdoné una gran deuda. ¿No debías tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?
Esta vez no se salvó, porque el rey lo encerró de por vida. Qué contraste más grande. Hoy debes elegir estar de un lado o del otro. ¿Elegirás la bondad y el perdón, para así contrarrestar todo lo malo de este mundo? Magaly
12 de febrero
“Por tanto, siempre que tengamos oportunidad, hagamos bien a todos...” (Gálatas 6:10)
Una noche muy fría vi desde la ventana de mi casa a un señor viejito vendiendo globos. ¿Qué hacía un señor vendiendo globos a las nueve de la noche? La verdad, no lo sé. Pero parecía tener hambre y frío. Me dio mucha pena, así que rapidito saqué dos manzanas rojas jugosas y un paquete de galletas, y bajé a entregárselas. Con una sonrisa, le di lo que había llevado con tanto cariño. ¿Qué crees que pasó? Nada. El señor no me dijo ni siquiera “gracias”. Apenas recibió las cosas, no me miró más.
Volví a casa sintiéndome rara. ¿Tal vez lo había ofendido? ¿Tal vez no debería haberle dado nada? Quedé con la idea de que debía tener más cuidado. Tal vez, no siempre era correcto intentar ayudar a otros.
Tiempo después, cuando hacía unas compras en el centro de la ciudad, vi a una señorita ciega. Estaba caminando, guiándose con su bastón blanco. Cuando llegó a una esquina, nuestros caminos casi se chocaron. Ella estaba por cruzar la calle, y yo pensé: “¿Qué hago? ¿La ayudo?” En realidad, como seguramente sabes, los ciegos tienen el sentido de la audición muy desarrollado. Y allí estaba yo, dudando de ayudar a la señorita, pues no quería ofenderla. ¿Qué pasaba si ella realmente quería depender solo de su oído para cruzar la calle? Mientras yo pensaba qué hacer, un hombre salió de una tienda, y le ofreció su brazo para cruzar la calle. La señorita aceptó, agradecida, y llegaron al otro lado juntos.
Aprendí una lección importante ese día. Es mejor equivocarse con ofrecer ayuda de más que no ofrecerla. Es verdad, a veces puede haber personas que no la aprecien. Y también puede haber personas que no la necesiten, y te lo digan. Quizá te sientas mal por eso. Pero, piensa, ¿importaba, realmente, si yo ofrecía mi ayuda y la señorita prefería cruzar la calle sola? No. ¡Era mejor intentarlo!
El versículo de hoy nos deja un mensaje muy claro: “Siempre que tengamos oportunidad, hagamos bien a todos”. No solo cuando estoy seguro de que mi ayuda será apreciada. No solo cuando conozco a las personas. No solo cuando tengo tiempo de sobra. Siempre que tengamos oportunidad. Que hoy sea un hermoso día, lleno de oportunidades de mostrar tu amor ayudando a los demás, sin esperar nada a cambio. Cinthya
13 de febrero
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Seguramente recordarás un suceso que fue noticia en los meses de junio y julio de 2018. Fue en Tailandia, en la cueva de Tham Luang: una serie de cavidades de diez kilómetros bajo la montaña de Doi Nang Non, consideradas una de las mayores atracciones turísticas de la zona.
Doce niños y un adulto quedaron atrapados allí por no hacer caso a los carteles que decían que estaba prohibido ingresar a la cueva en época de lluvias. Cuando estaban en el fondo de la cueva, una lluvia torrencial hizo que el agua comenzara a subir, y los dejó encerrados adentro. Pasaron diez días y sus familias no sabían nada de su paradero, hasta que las bicicletas dejadas a la entrada de la cueva dieron la pista para ubicarlos.
Entonces, se dio inicio a la operación de rescate. Uno de los preparativos preliminares, antes de intentar rescatar a los niños, era distribuir tanques de reserva de oxígeno a través de los 3 kilómetros que comprendían los pasadizos llenos de agua, para luego usarlos en el operativo de rescate. Uno de los buzos encargados de esa tarea era Samarn Poonan. Él sabía que era una tarea riesgosa, pero aun así lo hizo. Tristemente, le costó la vida. Falleció a 1,5 kilómetros de la salida de la cueva cuando regresaba de su misión. Él, que había ido a distribuir oxígeno, murió por falta de oxígeno. Entregó su vida voluntariamente para salvar la vida de trece personas. ¡Qué ejemplo de bondad!
La historia de este héroe contemporáneo no es la única. Tú y yo conocemos una más grandiosa. Hace miles de años, el ser humano quedó atrapado en una cueva sin salida: un mundo usurpado por el enemigo de Dios, y convertido en un lugar triste, oscuro y sin esperanza. El nombre de nuestro rescatista: Jesús. Sabiendo que era una operación riesgosa, vino a este mundo, y al igual que Samarn, prefirió nuestra vida que la suya. Él se entregó a la muerte para que tú y yo podamos vivir eternamente. ¡Y su operación de rescate fue todo un éxito! El suyo fue el acto de bondad más grande que jamás haya existido, porque abarca a todo ser humano que quiera aceptar su regalo de salvación. Repasa el versículo para hoy. ¿Qué te parece agradecer en oración a Dios por la bondad de enviar a Jesús para rescatarnos? Gabriela
14 de febrero
“Les he enseñado que deben trabajar y ayudar a los que nada tienen. Recuerden lo que nos dijo el Señor Jesús: ‘Dios bendice más al que da que al que recibe’ ” (Hechos 20:35, TLA).
En muchos países del mundo hoy se celebra el Día del Amor y la Amistad. En muchos lugares se intercambian tarjetas, bombones, rosas, osos de peluche. Pero, más importante es poder realizar actos de amor hacia otros. Así, cada día puede ser una celebración de amor hacia otros.
¿Has oído hablar del “efecto mariposa”? Esto se refiere que un minúsculo cambio puede ocasionar grandes resultados; por ejemplo, que el aletear de una mariposa podría cambiar el clima de otro continente. Esta relación de causa-efecto puede aplicarse también a un simple acto de bondad, que puede ser contagioso y multiplicarse a grandes escalas.
Un conductor llegó al peaje en la carretera y notó que se había olvidado la billetera. El conductor que venía atrás se percató de ello y decidió pagar su cuenta. El conductor olvidadizo quedó tan agradecido que al siguiente día decidió retribuir el favor pagando el peaje del siguiente vehículo que venía detrás. Este simple gesto de bondad se repitió por las siguientes horas con muchos conductores que iban llegando a esa caseta de peaje.
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