Resulta que hasta el rey israelita estaba confundido con la situación, por ello le preguntó al profeta qué hacer. ¡Había llegado el momento de la dulce venganza! ¿Qué crees que ordenó Eliseo? La respuesta se encuentra en 2 Reyes 6:22. Mandó que les dieran de comer y beber, y luego los enviaran de vuelta a casa. ¡Qué venganza más inusual!
Sin dudas Eliseo se vengó “a la manera de Dios”. Aplicó al pie de la letra el principio que figura en el versículo de hoy. Vuelve a leerlo. Se “vengó” de los sirios haciéndoles el bien, ¡y los venció!
En 2 Reyes 6:23 la Biblia nos cuenta que luego de haberles hecho un banquete al ejército sirio, los mandaron sanos y salvos de vuelta a su país y “nunca más vinieron bandas armadas de Siria a la tierra de Israel”. ¡Fabuloso! Lograron liberarse de los sirios sin derramar una sola gota de sangre.
Así trabaja Dios. Y así debemos trabajar nosotros. Vencer con el bien el mal. ¿Te animas a probar con la bondad? Gabriela
18 de febrero
Extiende una mano misericordiosa
“No romperá la caña que ya está quebrada, ni va a apagar la mecha que apenas está encendida. Él sí hará justicia” (Isaías 42:3, PDT).
Este versículo no es muy conocido pero, ¡qué gran verdad enseña! Hay cañas y cañas. Si has sido conquistador, muchos mangrullos se construyen con ejemplares muy gruesos y fuertes. Nada los puede derribar, ni tormentas ni vientos. Menos aún se puede quebrar alguna de ellas. Lucen vigorosas allá en lo alto. Pero hay otro tipo de cañas, finitas y quebradizas. Sin ninguna utilidad aparente, débiles, descartadas.
Obviamente, la Biblia no está describiendo distintos tipos de estos tallos. ¿A qué se refiere? ¿De quiénes habla? De personas que, por el sufrimiento, están rotas y tienen el corazón quebrado.
En la escuela donde trabajo, todos estamos tratando de ayudar a Mati. Sus papás se acaban de separar. Antes, él era un niñito feliz, estudioso... pero aunque hay muchas familias que deciden no continuar juntas, y niños que lo superan, a Mati le está costando. Grita, tira cosas, pega... ¡Tan pequeño y tan quebrado está! Cuántos niños, adolescentes y adultos día tras día podrán cruzar a tu lado y solo puedes ver en ellos violencia o malos modos, pero en realidad sienten gran tristeza y soledad.
La palabra que viene a mi mente es misericordia. Dios los ama, y ellos tienen que ver su amor, a través de ti. ¿Qué puedes hacer? Brindar un abrazo, invitar a jugar, compartir tu merienda. Tener misericordia con pequeños actos de afecto y sinceridad.
El versículo también menciona que hay algo que es como una vela que se está apagando, como un tizón del que solo queda un hilito de humo, del cual el calor quedó lejos... Esto que queda es lo que una vez fue una llama; es la débil fe de los que están tristes. Otra versión bíblica del mismo versículo, llamada Traducción en Lenguaje Actual dice: “No les causará más daño a los que estén heridos, ni acabará de matar a los que estén agonizando. Al contrario, fortalecerá a los débiles y hará que reine la justicia” (Isa. 42:3).
Dios ama también a los tristes y quebrados. Deseo que él te utilice para ser misericordioso, paciente y piadoso con quienes sufren ese tipo de dolor que es difícil de aliviar, el dolor del alma. ¿Lo harás? Mirta
19 de febrero
“Muestren amor y compasión los unos por los otros” (Zacarías 7:9, NVI).
La maestra Riveros comenzó el primer día de clases de 5º grado. Ahí en la primera fila, había un niño llamado Facundo. Su ropa estaba descuidada y necesitaba darse un buen baño. Además, le costaba socializar con los otros niños. ¿Cuál sería el problema?
Cuando ella revisó su expediente, entendió un poco más:
1er grado: “Facundo es un niño brillante y alegre. Hace su trabajo de una manera limpia y tiene buenos modales”.
2° grado: “Excelente estudiante, se lleva muy bien con sus compañeros, pero se nota preocupado. Su madre tiene una enfermedad incurable. Debe ser muy difícil para él”.
3er grado: “Su madre ha muerto. Aunque trata de hacer su mejor esfuerzo, su padre no muestra mucho interés”.
4° grado: “Facundo se encuentra atrasado con respecto a sus compañeros y en ocasiones duerme en clases”.
Llegó el Día del Maestro y todos los niños trajeron sus regalos. Facundo también trajo el suyo, envuelto en un papel amarillento. Algunos niños comenzaron a reír cuando la maestra encontró una vieja peineta de perlas y un frasco de perfume con solo un cuarto de su contenido. Ella detuvo las burlas y resaltó lo preciosa que era la peineta y se colocó un poco de perfume en la muñeca. Facundo se acercó con una sonrisa y dijo:
–Señorita, hoy usted huele como olía mi mamá.
Esto la hizo emocionar. Desde ese día, ella puso atención especial en Facundo. Mientras más lo apoyaba, más rápido respondía él. Para el final del año, Facundo se había convertido en uno de los mejores de la clase.
Pasaron veinte años y la maestra recibió la visita de Facundo acompañado de una bella muchacha. Le contó que ahora era un doctor. Y le dijo que sus logros comenzaron mucho tiempo atrás, cuando ella le había dedicado atención. Ahora quería saber si le gustaría ser madrina en su boda. Ella aceptó gustosa, y aquel día llegó usando la vieja peineta y el mismo perfume que usaba su madre.
¡La bondad transforma vidas! ¡Tú también puedes marcar la diferencia en alguien siendo bondadoso! Gabriela
20 de febrero
“El justo sabe que sus animales sienten, pero el malvado nada entiende de compasión” (Proverbios 12:10, DHH).
Permíteme que te cuente acerca de un certamen que ocurrió hace muchos años. Era una competencia para determinar qué caballos tenían más fuerza. Para ello, usaban una especie de trineo, llamado rastra. En la rastra se apilaban grandes bloques de cemento para hacerla más pesada. Cada hombre que participaba en el certamen procuraba que sus caballos llevaran la rastra lo más lejos posible en un tiempo definido.
Hubo un hombre que se presentó con sus caballos. Les gritó, los azotó con riendas y les dio puntapiés para lograr que se colocaran frente a la rastra. Los caballos eran grandes y fuertes, pero resoplaban nerviosos mientras esperaban. Cuando se dio la señal de partida, el hombre comenzó a azotarlos y gritarles para que se movieran. Los animales llevaron la rastra con dificultad. Cada vez que se detenían, el hombre los azuzaba con gritos y los azotaba. Cuando terminó el tiempo, los caballos bufaban, resoplaban y respiraban trabajosamente; y al desatarlos, salieron corriendo asustados.
Luego, se adelantó otro hombre con sus caballos. Este les habló y ellos ocuparon sus lugares frente a la rastra. Mientras él revisaba los arreos, los caballos se quedaron quietos y tranquilos. Cuando dieron la señal de partida, tomó las riendas y las hizo sonar en el aire. Los caballos llevaron la rastra hasta la línea y la trajeron de vuelta ¡tres veces! Varias veces el hombre los detuvo para que descansaran unos segundos a fin de que no se fatigaran tanto. Todo el tiempo les hablaba en voz baja y les daba suaves palmaditas. Cuando el tiempo terminó, los desató y estos salieron tranquilamente.
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