Cuando termina el debate, Margot y Francesca se acercan a la mesa donde están los panelistas. Mucha gente los ha ido a saludar y tienen que esperar a que se despeje algo el ambiente. Algunas personas se quedan para continuar sus conversaciones. Margot se pone inquieta y se aproxima, abriéndose paso. Quiere saludarlo y felicitarlo por su presentación. Le hace falta la cercanía de algún compatriota. Por fin logra llegar a él y se presenta como la viuda de Rodrigo Darrigrande. Moreno se sorprende y le da toda su atención.
− ¡La esposa de Rodrigo! Por supuesto que me acuerdo de él y de…
No quiere completar la frase que estima podría ser dolorosa para Margot.
− No te preocupes−, Margot lo tutea de inmediato. Siente que no hay tiempo para formalidades y excusas, y le cambia el tema−. Me encantó tu charla. ¡Te felicito! Mira, quiero presentarte a una amiga−, le hace un gesto a Francesca para que se acerque−. Ella es Francesca, una gran amiga y benefactora, que me recibió.
Se saludan, pero hay otra gente que también quiere acercarse a Moreno y conversar con él. Pero ella le insiste que necesita solo un minuto.
− Tú estuviste en la Isla Dawson. ¿Te encontraste con Juan Pablo Solar ahí, otro detenido político? Entiendo que lo relegaron para allá.
− ¿Juan Pablo? ¡Por supuesto! Era del equipo−, bromea.
− ¿Sabes que ha sido de él? Somos muy amigos y me encantaría tomar contacto.
− Antes de salir de Chile hablamos por teléfono. Él también había sido liberado con la condición de salir del país en diez días, como todos a los que nos soltaron. Me parece que se venía a Inglaterra y si la memoria no me falla, creo que a la Universidad de Oxford. Tenía una invitación.
− ¿Y cómo podría conseguir sus referencias?
− Te ofrezco lo siguiente. Yo conozco unos estudiantes de historia, chilenos, que están en Oxford desde hace un par de años. Sé cómo contactarlos y si Juan Pablo está allá es seguro que se han conocido. Dame tu dirección y teléfono para avisarte en caso de que consiga noticias.
− Te lo agradeceré infinitamente. Mira que Juan Pablo fue detenido al salir de mi casa el día siguiente del golpe y me he sentido culpable todo este tiempo por no haber podido hacer más para evitarlo.
− ¡No lo sientas así! Hay que sacarse las culpas. Son otros los que deben asumirlas y yo espero que llegue algún día en que los responsables de todo esto tendrán que rendir cuentas.
Margot sacó un papel de su libreta y anotó sus referencias para Marcial Moreno.
− Ya tengo tus datos. A ver si nos encontramos alguno de estos días y te cuento más lo que fue nuestra experiencia.
− Me encantará.
Se despiden y Francesca y Margot se retiran, buscan un taxi y regresan para recoger a Sebastián en la casa de su amigo.
4
Casi un año después de haber sido detenido y enviado a la isla Dawson en el extremo sur de Chile, Juan Pablo Solar fue liberado en agosto de 1974 a condición de salir del país en el lapso de diez días. De no hacerlo, arriesgaría penas muy severas. Sería arrestado y acusado de violar órdenes militares bajo estado de guerra. Hasta podría ser fusilado. De modo que no era broma, debería salir del país como fuera. Pero no estaba desprotegido. Dos de sus colegas y amigos más cercanos, Dante Aguilera y Alejandro Torrealba, se habían estado movilizando durante varios meses en la expectativa de que finalmente Juan Pablo sería liberado y tendría que irse de Chile. Es lo que había ocurrido con otros detenidos de alto nivel jerárquico en el gobierno de Allende, aunque sin haber tenido cargos de connotación política. Otros, en cambio, como José Tohá, que fue ministro del Interior de Allende y un líder político, fue muy maltratado durante su detención y su salud se debilitó al punto que tuvo que ser enviado al Hospital Militar en Santiago, en calidad de detenido. Misteriosamente un día fue encontrado muerto por ahorcamiento, suicidio según las autoridades del hospital, pero una historia que poca gente creyó.
Aguilera y Torrealba recorrieron varias embajadas averiguando las posibilidades de que Juan Pablo pudiera ser recibido en algún país en calidad de exiliado y tener acceso a un trabajo que le permitiera ganarse la vida. Por supuesto buscaron en embajadas de países que simpatizaran con la izquierda chilena y que sus gobiernos estuvieran abiertos a acoger a los exiliados. Suecia fue el país más amistoso y su embajadora fue muy activa para tramitar solicitudes de acogida. Ella conocía el caso de Juan Pablo por su amiga Margot Lagarrigue, de modo que ese país era el que ofrecía las mejores posibilidades. El único problema era el idioma y aunque el inglés era muy difundido, era un segundo idioma y sería una limitante para tener una buena inserción social. Muchos exiliados chilenos no se regodearon, por supuesto, y aun sin saber ni sueco ni inglés se trasladaron al país nórdico. Las cosas no estaban para regodeos. Además, el gobierno sueco tenía un programa de aprendizaje del idioma nativo para inmigrantes extranjeros.
Para Juan Pablo surgió una segunda posibilidad, que fue Inglaterra. El gobierno era presidido por el Primer Ministro Harold Wilson, del partido Laborista y simpatizante de izquierda. Wilson dio órdenes para dar facilidades de ingreso a los exiliados chilenos que optaran por ese país, especialmente si tenían antecedentes académicos. Había sido estudiante y profesor en la universidad de Oxford, donde había un Centro de Estudios Latinoamericanos. El gobierno asignó fondos para que ese centro pudiera recibir académicos latinoamericanos por al menos un año, considerando que la mayoría de los países de este continente estaban bajo dictaduras militares de extrema derecha.
Cuando Juan Pablo fue finalmente liberado, se instaló en el departamento de su hermano mayor, Nicolás, casado y con tres niños chicos, hombres. Ese sería su centro de operaciones para informarse de las opciones que se le abrían y tomar decisiones. Aguilera y Torrealba lo fueron a ver al segundo día de su liberación y después de que hubiera podido descansar, reponerse algo de la pesadilla que había vivido y alternar con sus familiares más directos.
El encuentro fue emotivo. Se abrazaron con mucho afecto y con fuertes palmoteos. Las palabras no salieron con facilidad y los amigos entendieron que no podían exigirle a Juan Pablo un relato detallado de su odisea. Su cuñada había preparado café, té, pastelillos y galletas y con esas provisiones entraron directamente al tema. Le informaron los resultados de sus gestiones y las posibilidades que tenía en ese momento para ser recibido en el exterior. Juan Pablo guardó unos momentos de silencio y luego de agradecerles sus gestiones, habló como si pensara en voz alta.
− A ver, me emociona saber lo que han hecho ustedes y también me siento privilegiado de tener posibilidades como las que me describen. Pocos las tienen. Pero no es fácil llegar y tomar una decisión que puede ser tan determinante por un período largo, aunque entiendo que no hay mucho tiempo y hay que actuar desde ya. Sospecho que la opción tendrá que ser Inglaterra. Me encantaría visitar Suecia, pienso que es un país amable para vivir, pero es claro que la barrera del idioma es importante. Pasar un año o dos dedicados a aprender sueco no me atrae. Si me voy a instalar en un país extraño al mío, quiero poder socializar, establecer vínculos, moverme con facilidad. Y en eso Inglaterra me resulta mucho más favorable. El inglés no es problema para mí, lo hablo desde niño y he viajado muchas veces a Inglaterra y Estados Unidos, por obligaciones profesionales, de modo que creo que me sentiría muy cómodo. Además, y esto es decisivo, ustedes me dicen que hay una invitación de la universidad de Oxford para un cargo de académico visitante. ¿Qué más podría querer? ¡Me parece fantástico!
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