El sonido del viento era abrumador, Elena en medio de tanto caos logró escuchar el ladrido de un perro, woof, woof, woof, miraba para todos lados y no veía absolutamente nada y entre la vegetación una luz comenzó a brillar.
La luz viajaba a gran velocidad y como un misil se dirigió directo al epicentro de la maldad chocando contra aquella diabólica luz que atormentaba a los hermanos. Las luces de la casa se encendieron con tanta potencia que un haz de luz salió disparado desde la puerta principal, atravesando a Elena, Juan Cruz y la luz roja, Elena con sus pocas fuerzas, se arrastró hasta llegar a su hermano y trató de calmarlo.
—Ya está, Juan, ya pasó, abrazame, está todo bien.
—Pero ma… mamá y papá están –sollozaba Juan
—Sh, Juan, ya pasó.
Abrazados contemplaban la lucha entre el bien y el mal. De a poco la luz blanca comenzó a disuadir esa energía negativa y la luz roja fue desapareciendo, un estruendo similar a un trueno se hizo sentir en el lugar y seguido un silencio fantasmal. Atónitos los hermanos no podían creer lo que habían vivido, con dificultad se pusieron de pie y observaron cómo la blanca luz disminuyó su tamaño y se dirigió al estanque para desaparecer en el agua, los hermanos se acercaron y pudieron observar que algo brillaba en el fondo. Elena sumergió su mano en la gélida agua mientras que los peces rozaban su brazo dificultando un poco la visión, estiró los dedos y recolectó un collar dorado, parecía que le faltaba un dije o algo, ya que tenía una argolla de encastre. Elena guardó el collar y juntos regresaron a la casa.
Cuenta la leyenda que los 24 de agosto la luz mala sale a devorar las almas de aquellos mortales que moran en pena por este mundo, la luz roja que se ve deambular es el mismísimo diablo o alguna fuerza equivalente, mientras que la luz blanca se dice que pertenece a algún alma bondadosa y esta solo aparece cuando un corazón puro pide por su asistencia.
Juan Cruz nunca pudo contarle a Elena qué fue lo que vio esa noche, y ella nunca le quiso preguntar. Los días pasaron y Ramírez les comentó a los hermanos que habían encontrado el auto de los López en la localidad de Victoria, muy cerca de un hotel llamado El Molino. Solo hallaron un maletín con mucho dinero, parecía que al matrimonio se lo había tragado la tierra. Pero esa ya es otra historia.
La mente es muy poderosa, a veces atraemos cosas buenas y malas. Elena sin querer había llamado a aquella entidad maligna al no parar de pensar en la luz mala, y sus desgracias. Por otro lado la densa tristeza de Juan Cruz también sirvió para atraerla.
Todo es mente, lo que pensamos lo atraemos, así que cuidado porque podríamos están metiéndonos en problemas, donde está tu atención, estás vos…
Los ojos de Casio habían vuelto a la normalidad y automáticamente se desvaneció.
En plena mañana dominical un ladrido retumbó contra las paredes de las casas del frente despertando abruptamente a Casio.
—¡Juan Cruz, la luz! Un increíble dolor se expandía por su cabeza, parecía que le iba a explotar, sentimientos encontrados la invadían, con dificultad se sentó en la cama y se arqueó. “Mi espalda, por favor, qué dolor más horrible”. Una mirada de nostalgia se reflejaba en la ventana de su cuarto, Juan Cruz y Elena ya eran historia, parecía que el “sueño” había durado una eternidad. Viendo que el reloj marcaba las 8 de la mañana, Casio decidió descansar un rato más y se echó para atrás dejando caer sus despeinados rodetes que parecían polainas, cerró sus ojos y volvió a dormir. Algunas horas faltaban nada más para que ella y sus padres vayan a recorrer antiguos rincones históricos de la ciudad de Buenos Aires.
E L C A S C O H I S T Ó R I C O
Un antiguo e histórico adoquinado se prolongaba sobre una calle icónica en un barrio único, a lo lejos un viejo tango sonaba y la magia de aquel lugar cobraba fuerza. En una esquina, locales y turistas se amuchaban para deleitarse con el baile de una pareja de jóvenes tangueros, todos en aquella esquina podían sentir su energía, sus pasos eran tan precisos que manejaban el tiempo a la perfección. Casiopea no podía dejar de observar los movimientos de aquella bailarina, sus tacos eran oscuros como la noche y sus movimientos eran sutiles pero agresivos, aquel vaivén era hipnótico.
Un aplauso colmado de gratitud había inundado la emblemática esquina de San Telmo.
Defensa y Humberto Primo brillaba por sus números artísticos, los bailarines emocionados les agradecieron a todos, y sin aceptar dinero se perdieron entre aquel público callejero, eso era lo que Casiopea llamaba amor al arte.
Feriantes y personajes emblemáticos de la zona componían las mejores postales de la ciudad, la nostálgica arquitectura que recordaba a viejos tiempos, se mezclaba con la contemporaneidad y la virtud de tantos artistas y curiosos que merodeaban por sus calles llenas de historia. Para Casiopea San Telmo era como un parque de diversiones. Mientras caminaba con sus padres por la calle Defensa, Marina se detuvo en un lugar donde vendían toda clase de dulce de leche.
—¡Casio! ¿Venís? ¡Vamos a comprar dulce de leche! –dijo su madre entusiasmada
—Ahora voy, entren que ya los alcanzo.
Casio había ingresado a una galería que se encontraba al costado de aquel negocio, una vez allí recorrió algunos locales y uno en particular le llamó la atención, ya que antes de ingresar había que pasar por debajo de una treintena de paraguas de colores, se pegó a la vidriera y observó una caja que le recordó a la suya. Una amable señora se le acercó y cuando vio sus ojos quedó fascinada…
—Hola, hermosa. ¿Buscabas algo? –Ella le respondió que no, pero quería saber algo
—Si yo le muestro una foto. ¿Usted me podría decir a qué siglo pertenece un objeto? –Casio no buscaba vender la caja ni nada por el estilo, se sentía afortunada de tenerla y no había dinero que pudiera comprar aquella reliquia heredada por parte de sus abuelos, pero sentía curiosidad y buscaba el parte de alguien que supiera sobre el tema. Ella sacó su celular del bolsillo y le mostró varias fotos, la mujer muy interesada la miró y le dijo.
—Qué trabajo tan increíble, esto puede ser algo que data de muchos siglos atrás, traela y la investigamos. –La mujer le dejó una tarjeta del local a Casiopea para que guarde el contacto.
—Gracias, ah, perdón. ¿Cómo se llama?
La mujer la miró y le dijo que su nombre era Ignacia.
—¿Y el tuyo dulce?
—Casiopea.
—Hermoso nombre, espero volver a verte.
Casio le guiñó un ojo y la saludó con una sonrisa pero antes de que se dé vuelta la mujer le dijo:
—¿A dónde vas?
—Voy con mis papás…
—¿Por la ventana? –Casiopea se quedó hiper asombrada, la mujer se rio y negó con su cabeza.
—Podría jurar que había una puerta –insistía ella.
—Todos se confunden, vení que te muestro la salida. –La mujer guio a Casio hacia la puerta del local que daba a la calle Defensa, y al salir vio un toldo de color verde musgo con letras en dorado y leyó:
Abraxas… Y se quedó pensando en cómo hizo para pasar de un lugar a otro así como si nada. ¿Será que hay pasadizos secretos en San Telmo? Se encogió de hombros y dijo:
—Naaa. –Antes de ir con sus padres, Casiopea volvió a pasar por delante de la galería y una joven mujer vestida de negro y turbantes había llamado su atención, un amistoso aroma a copal y salvia blanca atrajeron a Casiopea nuevamente hacia la galería, giró a su derecha, se acercó a una enorme vidriera donde se exhibían unas hermosas piedras preciosas y colgantes con cristales, estuvo a nada de ingresar pero su teléfono había empezado a vibrar, sus padres la estaban llamando.
Читать дальше