1 ...6 7 8 10 11 12 ...19 En dirección opuesta, para Fanon, la violencia sí constituye la única solución frente a un estado de dominación colonial, en Los condenados de la tierra (1961) afirma el poder purificador y transformador de la violencia:
¿Qué es pues, en realidad, esa violencia? Ya lo hemos visto: es la intuición que tienen las masas colonizadas de que su liberación debe hacerse, y no puede hacerse más que por la fuerza […] Porque la violencia, y ahí está el escándalo, puede constituir como método, la consigna de un partido político […] Hay que reflexionar sobre esta problemática de la violencia. (Fanon 2014: 65–66)
Si bien Fanon sostiene que sólo la violencia posibilita la inversión de los valores impuestos por el colonizador, este es consciente de los límites de la violencia en la lucha contra el colonialismo. Por sí mismos, el odio y la agresión fracasan en la búsqueda de la liberación. La violencia es condición necesaria para la independencia, aunque no suficiente para la realización de su liberación. Para Fanon la pregunta no consiste en aceptar o no la violencia, sino en asegurar que su uso esté orientado a su superación y no a su auto-preservación. La violencia en este caso se haya justificada por el fin que se propone, sólo la violencia ejercida por el pueblo y organizada, en cuanto acto de resistencia y no sólo como acto espontáneo, permite romper con el proceso automatizado del poder colonial dominante. La inevitabilidad y necesidad de la violencia depende, de acuerdo a esta concepción, de una noción instrumental de la misma. La violencia es un medio requerido por un fin que la justifica y la limita, una herramienta que depende de una instancia que la soporta y la trasciende, sea esta una concepción de la historia, del progreso, del bien, de la libertad etc. Sin embargo, todos estos casos esconden una paradoja, la violencia en cuanto instrumento requiere de una justificación que nunca alcanza y sin embargo, se le presenta como inevitable o necesaria para el desarrollo histórico, una forma de gobierno o un proyecto emancipatorio.
Teorías como las de Hegel, Marx y Fanon comparten una concepción instrumental de la violencia que revela un problema. Algunas de estas teorías, como la de Hegel, evidencian la ausencia de problematización específica de la violencia, así como las limitaciones que la noción instrumental de la misma implica. Estas teorías enfrentan alguno de los siguientes problemas: o son ciegas a las formas concretas de la violencia (sus mecanismos, su fenomenología), o ignoran las condiciones concretas que producen la violencia (sus causas) y se centran principalmente en su aplicación como puro medio para cumplir fines determinados (objetivos). Sin embargo, ya en Marx o Fanon, a pesar de seguir atrapados en una concepción instrumental de la violencia, se realiza un desplazamiento que Arendt ve. Estas teorías señalan que la violencia no es un fenómeno transitorio o excepcional sin más, sino que es inevitable en cuanto elemento constitutivo de las formas de organización social moderna en términos de clase y raza. La diferencia entre Marx y Fanon se da en un segundo desplazamiento, mientras que para Marx, al igual que Hegel, la violencia es inevitable y constituyente de los procesos históricos, para Fanon esta tiene una dinámica propia y sus mecanismos son el objeto de su investigación. Así, las teorías contemporáneas intentan comprender la complejidad de la violencia al hacer explícito sus elementos estructurales, tales como:
1 el sujeto quien la ejerce o la padece
2 la forma en que es ejercida, ya se en cuanto acciones o por omisión
3 sus causas y razones (formas de justificación)
4 sus metas y motivos (intenciones) y
5 sus modelos de justificación (legalidad o legitimidad).
Toda tipología de la violencia pondrá en el centro alguna de las siguientes preguntas: 1. ¿quién?, 2. ¿qué?, 3. ¿cómo?, 4. ¿a quién? y 5. ¿por qué? (Imbusch 2003). El concepto de violencia contemporáneo no sólo intenta dar respuesta a estas preguntas sino también aclarar su vinculación y límites con conceptos relacionados tales como: fuerza, potencia, autoridad o poder. Con ello, se trata de evitar definiciones naturalistas, sustancialistas o reduccionistas que identifiquen la violencia con una forma específica, por ejemplo, violencia como guerra, asesinato, instinto etc. Pensar contemporáneamente la violencia requiere de la discusión sobre los tipos y formas, las dimensiones y las estructuras de significado, las dinámicas y los contextos. Una taxonomía de la violencia que no se centre sólo en sus causas o fines, resulta ineludible. A continuación, ahondaremos en el desplazamiento del lugar de la violencia aquí delineado a partir de dos debates filosófico-políticos.
3. Análisis filosófico de la violencia. Dos debates.
La violencia como problema contemporáneo de las ciencias sociales y la filosofía no sólo conlleva el análisis empírico de los diferentes fenómenos que abarca, sino el examen de las concepciones y presupuestos que le dan contenido al concepto. La reflexión filosófica sobre la violencia busca aclarar 1. la relación del concepto de violencia con otros conceptos asociados y elabora la pregunta ¿por qué?, es decir, 2. el cuestionamiento por los modelos de justificación y estrategias de legitimación de la violencia.
Este tipo de preguntas nos lleva más allá del estrecho modelo que se centra en la relación entre perpetrador y víctima, al pensar la violencia no solo en términos individuales sino colectivos. Se trata de analizar la violencia como un proceso compuesto por acciones (individuales/colectivas/estatales) y estructuras o sistemas. Se pone el énfasis no tanto en la violencia directa y física sino en las estructuras, y se pasa del ámbito del individuo a la sociedad. En este contexto, existen para la filosofía dos debates centrales que recogen los problemas 1 y 2. Por un lado, la relación entre la violencia y el poder y, por el otro, la pregunta por la legitimidad de la violencia.
3.1 Relación poder y violencia
El empleo correcto de los conceptos no es sólo una cuestión de gramática, la polisemia del concepto está ligada a sus cambios semánticos y su significado está determinado históricamente en una relación directa con las prácticas de las que busca dar cuenta. En un intento por desvincularse de la tradición que piensa instrumentalmente la violencia, Arendt se propone distinguir entre conceptos como: “poder”, “potencia”, “fuerza”, “autoridad” y “violencia” (Arendt 2005: 59). La función de la violencia en la formación del estado (o la centralización del poder) fue ya introducida por autores como Maquiavelo (1532) y Hobbes (1651), para quienes la violencia ocupa un papel central en toda acción política. En la relación entre poder político y violencia, esta aparece como un factor ineludible en las distintas formas de socialización. Desde esta perspectiva la cuestión crucial consiste en señalar
¿Quién manda a Quién? Poder, potencia, fuerza, autoridad y violencia no serían más que palabras para indicar los medios por los que el hombre domina al hombre; se emplean como sinónimos porque poseen la misma función. (Arendt 2005: 59)
A partir de esta diferenciación, Arendt cuestiona la tesis que sostiene que la violencia es la mayor manifestación de poder. Equiparar el poder con la administración de la violencia se corresponde con una noción específica de poder y de autoridad derivada de aquél. El estado, como garante del poder, es el lugar de concentración de la violencia. Max Weber definió en La política como vocación (1919) el medio específico del estado moderno, como monopolización de los medios de coerción física a través de una institución política especialmente legitimada para ello, y cuyos orígenes violentos han caído en el olvido. “El Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el ‘territorio’ es elemento distintivo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima” (Weber 1979: 83). Desde esta perspectiva la violencia no representa un problema ya que el estado, en su pretensión de acabar con la violencia particular o privada, monopoliza la violencia como instrumento para su control y el fortalecimiento de su autoridad.
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