Estos conceptos revisten central importancia al momento de definir lo que compone lo urbano y lo rural, tarea compleja por la falta de unanimidad en torno a su categorización. Estos conceptos, al ser escuchados, rápidamente se analizan de manera dicotómica, remitiéndonos al campo y a la ciudad.
Se intentarán dilucidar estos puntos para su mejor comprensión en torno a las cuestiones fronterizas para las cuales, la categorización de espacios rurales y urbanos, depende de delimitaciones basadas en el tamaño de los municipios o del peso de la población activa.
El concepto de zona rural está vinculado a un territorio con un bajo número de habitantes en el cual, la principal actividad económica, se relaciona con lo agropecuario. En este sentido, el tamaño de la comunidad y la densidad poblacional, están determinadas por la ocupación agrícola. La utilización de la tierra para cultivos, impide la concentración de agricultores o cultivadores en comunidades de gran extensión provocando que, las comunidades rurales se constituyan a partir de poblaciones mucho menos diversas, con un campo de desempeño similar, y un mayor grado de homogeneidad en sus costumbres y hábitos.
Sorokin y Zimmerman diferencian lo rural de lo urbano a partir de los aspectos del empleo, el medio ambiente, tamaño de la comunidad, densidad poblacional, sistemas de interacción y diferenciación y movilidad social (Villalvazo Peña, et al citando a Clóut Hugh).
Al interior de las zonas rurales, la movilidad es menor que al interior de las zonas urbanas, debido a la predominancia del trabajo en relación al campo, lo que sujeta a los habitantes al territorio. Otra consideración que define a lo rural, es el trazado de calles, el equipamiento básico de infraestructura y servicios públicos, así como la ausencia de actividades productivas secundarias y terciarias (Matijasevic Arcila y Ruíz Silva, 2013, p. 32). Además de esto, su paisaje es natural al carecer de edificios y no contar con una red de transportes desarrollada.
Cuando se habla de población urbana, se hace referencia a aquella con más de 2.000 habitantes, que posee la infraestructura necesaria, industria y servicios suficientes.
Lo urbano, desde la frontera, adquiere una connotación particular como consecuencia de las acciones coordinadas por las entidades existentes a ambos lados de la misma. Dilla (2015) propone el concepto de Complejos Urbanos Transfronterizos (CUT) para referirse a las relaciones que se forjan en ambos lados de las líneas fronterizas a partir de ciertas “condiciones”. Entre estas destacan la existencia de recursos naturales compartidos; las articulaciones espaciales, que hacen referencia a los roles de intermediación que se dan en estos espacios y que garantizan la continuidad transfronteriza de la zona; la interdependencia económica, que refiere a la relación mutua que involucra a las localidades a ambos lado de la frontera, sus actividades así como los empleos y las redes que se crean e impactan la vida local. Asimismo, hace mención a la existencia de relaciones sociales intensas que se dan entre los pobladores de las localidades, creando cruces e intercambios, no solo económicos sino, también, culturales.
La percepción de mutua necesidad se convierte en otra condición para las CUT dado que ambas localidades, a pesar de estar “separadas”, saben que son imprescindibles la una para la otra, por los lazos que han creado. Por último, menciona la construcción de relaciones instituciones formales, desde el Estado y la sociedad civil, que se manifiestan en dos niveles. El primero, la formalización binacional, que se refiere a los acuerdos o arreglos en torno a 4 claves que rigen la frontera: el comercio, la migración, la seguridad y el medio ambiente, indispensables para crear entendimiento en la sociedad. El segundo nivel es el nivel local o lo propiamente transfronterizo, que alude a la formalización legal e institucional de las fronteras. Esto nos lleva a pensar la organización y la gestión de esos espacios, así como el flujo compartido que se dan en las fronteras, como algo que va más allá de las instituciones.
1.4. Región transfronteriza
Hablar de región transfronteriza nos remite en forma básica al territorio contenido en ella, compartido por dos Estados-nación. Bob Jessop (2004) concibe, primeramente, a los espacios transfronterizos como continuidades (redes, interacciones) y, luego, como divisiones político administrativas de países distintos. Jessop analiza, desde la economía, el auge de la transfrontera como fenómeno a nivel mundial y concomitante al fortalecimiento de actores regionales, en paralelo a la desestructuración de los Estados nacionales.
En la región transfronteriza México-Guatemala -nuestra región de estudio- se han documentado, también, experiencias de continuidad identitaria e interacciones de redes familiares y comunitarias, más allá de las fronteras de los Estados nacionales, al menos en dos casos: la etnia mam (Peña-Piña y Fábregas-Puig, 2015) caso de estudio del ejido Pavencul, Limón (2010), libro sobre el pueblo chuj y sus interacciones sociales y religiosas entre la sierra de Cuchumatanes en Guatemala, y la meseta de Comitán en Chiapas, México, enmarcadas en ciclos de festividades anuales.
Tenemos, entonces, las interacciones locales que provienen de las identidades culturales previas a la conquista, interacciones entre poblaciones mestizas e indígenas diversas, que asumen identidades regionales específicas.
Ahora bien, las continuidades no solamente se dan en relación a lo étnico sino que, también, involucra cuestiones familiares, derivadas de alianzas empresariales e, incluso, institucionales de entidades distintas a los estados, tales como organismos civiles internacionales o religiosos (iglesias), que mantienen influencias históricas entre la población y que, con el tiempo, forman parte de sus ideologías e identidades. Esto genera, a su vez, una especie de continuum entre estructuras formales y no formales, que se expresa cotidianamente.
1.5. Territorios de la frontera y flujos poblacionales
Quedando estipulado que los territorios contienen a las regiones, y que las fronteras delimitan estos territorios, se puede inferir que los territorios de la frontera están determinados por dos factores: la contigüidad y la disparidad económica. Estas diferencias, presentes en el territorio, interactúan estimulando el proceso que permite crear mercados laborales en los centros poblacionales, que satisfagan las necesidades de los individuos.
La migración 2está implícita en el movimiento de las personas dentro de los territorios de la frontera, y se entiende como el desplazamiento de grupos o poblaciones que dejan su lugar de origen para establecerse en otra localidad o país, ya sea por cuestiones laborales, económicas o sociales. Las migraciones se conciben “como aquella condición espacio-temporal de dejar un lugar, por lo general, de residencia y pertenencia, para establecerse en otro” (Osorio-Campillo, et al. 2015, p. 94). Por ello, se entiende por emigrar al hecho de dejar el lugar de origen e inmigrar a llegar a un nuevo territorio. Ante el cambio de residencia, los migrantes deben hacer frente no solo al cambio espacio-temporal y cultural, sino a la creación de nuevos vínculos y nuevas formas de vida (ídem).
En relación a esto, la migración indocumentada se da “cuando una persona ingresa a un país del cual no es ciudadano o ciudadana, violando sus leyes y regulaciones de inmigración” (Castles, 2010, p. 51). Esto sucede como “consecuencia del desequilibrio entre la demanda laboral en los países de destino y la capacidad o la voluntad de los gobiernos a establecer los canales legales de migración” (Castles, 2010, p. 49).
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