“Apelamos a una solidaridad total entre los escritores para demostrar con nuestra ausencia en el concurso una protesta que significaría una afirmación de nuestra dignidad estética y nuestra dignidad moral; un respeto insobornable por la libertad, y un orgullo de ser lo que somos: ¡escritores, y no papeles negociables! Quienes colaboren bajo esas condiciones degradantes serán juzgados como traidores y mercenarios, y sentenciados implacablemente. En las manos de cada escritor quedará la decisión de mojar su pluma en la tinta de la libertad, o en la gasolina del servilismo remunerado”.
¡BUENAS NOCHES, Y HASTA EL SEGUNDO FESTIVAL!
Con un agitado “Proceso de guerra verbal al arte contemporáneo”, donde intervinieron todos los artistas barbados y sin barbas del Festival de Vanguardia, a manera de despedida yo propuse que cada grupo nadaísta en cada ciudad del país organizara su propio Festival, y que el Segundo podía tener como sede a Bogotá.
Elmo Valencia protestó para decir:
—Con perdón del Profeta, este festivalito no lo dejamos salir de Cali (el público rio y aplaudió frenéticamente).
Un joven pidió la palabra para decir:
—Mi amigo y yo hemos venido todas las noches desde Buga a los actos del Festival de Vanguardia, y regresamos en el último bus de “Trejos”. También en Buga nos gustaría hacer un festivalito...
—Bueno –aceptó el Monje Loco–, hagan en Buga su festivalito, pero eso sí, no se olviden de invitar a los nadaístas de Cali (muchos aplausos y cayó el telón).
Cromos , n.° 2.501, pp. 27-29. Bogotá, 16 de agosto de 1965.
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