Grenzio no sabía dónde se encontraba, solo admiraba la ubérrima naturaleza amazónica del lugar, que le era vagamente conocida, pero no formaba parte en sus memorias como joven ingeniero electromecánico constructor de líneas de alta tensión. Sus recuerdos recientes le llevaban esa última semana en abril 1975, pasando una tranquila vida, como jubilado, en la ciudad sede de gobierno, La Paz/Bolivia; Luego, su vida se tornaba borrosa marcada por un hecho delictuoso que se entrometió en su vida transformándolo en preso político y posteriormente exiliado de la fría urbe paceña con destino desconocido en la selva amazónica que tenía ante sus ojos. El paisaje se hacía cada vez más tropical y no se veían poblaciones ribereñas, pero seguían navegando rumbo al norte.
Notó que tenía problemas para dormir, pese a la monotonía del sonido de las aguas del rio y el motor de la embarcación. Intentaba sacar de su mente una serie de sucesos fantásticos que le aparecían en sueños, donde se figuraba estar en contacto con extraños seres que moraban escondidos en cavernas en medio de una floresta impenetrable.
Pasaron horas en su tedioso viaje fluvial y cuando llegó la noche, se preparó para recostarse sobre el piso de la embarcación. Apenas se durmió, sintió una descarga eléctrica que lo tensó de pies a cabeza y le hizo vislumbrar una lluvia de luces mientras trataba de recobrar su lucidez.
En su sueño, era de día y estaba parado sobre una especie de mirador situado en un promontorio alto rodeado por una ubérrima selva tropical. Grenzio contemplaba la naturaleza sobre un antepuesto amplio alar hecho con hojas secas de palma, sostenidas por un dintel.
El promontorio rocoso, presentaba una forma tronco piramidal con su base rayada por arcilla y vetas minerales cubiertas en casi todo su alrededor, por una tupida maleza espinosa que lo hacía inexpugnable. Grenzio, notó que el lugar se hallaba descuidado, recubierto por desordenadas lianas y hierbas crecidas desde tiempo atrás.
La ropa que llevaba puesta, era un conjunto pantalón recortado y una camisa cerrada sin mangas sujetos por una tira en la cintura, era de hechura nativa y en tela parecida al algodón.
Entonces tomó la decisión de observar detalladamente el mirador: notó que el piso estaba bien nivelado, armado con listones de madera pulida; Alguien había trabajado la madera y no existían aserraderos en esa zona salvaje. Aunque soñaba, no se desesperaba por salir del lugar o volver a su realidad y siguió revisando el lugar, que finalmente no le llevada a nada. Repentinamente, algo brilló en el alejado rincón Norte, se acercó y divisó una abertura circular tapada por ramas secas; las sacó y llegó hasta el borde donde sobresalía una escalera de madera finamente diseñada; Se sobresaltó y no quiso despertar o huir del lugar.
Decidió ingresar por ese lugar, comprobando que la escalera era vertical y bajaba hacia el interior que estaba casi oscuro, cómo si esa entrada estuviera cuidadosamente colocada para no ser vista, a no ser que la luz solar llegara en pleno. Bajó por la escalera cuatro peldaños y el recinto se iluminó un poco, sorprendiendo a Grenzio.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la tenue luz pudo distinguir, una sala de comando en un ambiente cilíndrico, con paredes cubiertas por placas y bloques circuitales, que emitían una tenue luz azul en emergencia ¡no se veía una sola ventana!, las placas rodeaban todo el recinto. Le recordó a un centro de control y operación de turbinas, que había visto en centrales hidroeléctricas, pero notablemente ultramoderno formando: una completa cinta anular
Notó, que el piso ya no era de madera, al contrario, parecía un metal dorado suave pero traslúcido. Dio varias vueltas a su alrededor y entonces, sintió que pisó algún detector, porque apareció un extraño artilugio que lo bañó en profusa luz roja y en la sala se escuchó una monosilábica voz electrónica, que le anunció con firmeza:
“¡Identifíquese criatura humana!, ponga una mano sobre el escáner que tiene al frente —Grenzio obedeció y la sala tenue se iluminó completamente elevando tres veces su nivel. Las instrucciones prosiguieron hasta que se escuchó un resumen: Identificado hombre terrenal ACI5107-4, llamado Grenzio Moxela, tiene alta formación técnica, coeficiente intelectual 164. El nivel técnico extractado de su mente indica amplio conocimiento científico, mucho más elevado que el último visitante, que logró tener acceso al mirador —Entonces, rayos de luz rojiza le envolvieron y escanearon todo su cuerpo por cinco minutos.”
“¡No presenta enfermedades! Iniciaremos siguiente paso para enseñanza virtual del comando y control del halo, en fase operativa nivel uno. Saludos hombre terrenal, como has sido calificado y aceptado, mostraré en pantallas, grabaciones antiguas similares, en que se abrieron mis circuitos detectores de inteligencia humana, para buscar algún ejemplar que pudiera servirnos como asistente técnico”
Grenzio vio un calendario anual del año 957 y el ingreso a la sala de control de cuatro guerreros exploradores incaicos que, enloquecidos por el descubrimiento del dorado tesoro, tocaban ventanas y paredes para extraer alguna de las placas. Casualmente uno de ellos tocó por curiosidad el escáner, el análisis dio nivel mínimo en conocimiento técnico para un aborigen incaico. Entonces la sala giró y el grupo de intrusos fueron engullidos por un gusano cilíndrico metálico que los llevó a la terraza y los arrojó fuera del cerro mirador; el recinto se apagó.
Seguidamente, la pantalla mostró el año 1592, cuando llegó un caballero español de barba puntiaguda, un Adelantado que tenía la cabeza y el cuerpo cubierto con un caparazón metálico, venía acompañado por cinco lanceros. Todos gritaban exaltados al creer que había hallado el famoso tesoro de la leyenda de El Dorado.
Pronto apareció la consabida luz roja del escáner, que les pareció una aparición diabólica, mientras se escuchaba una gran voz que les decía, que su inteligencia y conocimientos técnicos eran míseros. Entonces, se abrió la compuerta del techo para que salgan los conquistadores, pero no lo hicieron; empezaron a punzar con sus lanzas el duro material del halo dorado hasta que la espada del Adelantado quedó partida en dos y apareció el gusano que aspiró a los seis hombres y les arrojó fuera de la sala y la compuerta circular se cerró.
Pasaron otros 260 años, entonces apareció a mediados del año 1852, un caballero que tenía la pinta de un barbudo explorador, ataviado con casco, pantalón corto y camisa caqui, botas de cuero con amarres varios. Éste, llegó acompañado, por tres aborígenes que portaban teas llameantes; le llamaban señor C’Orligni y éste despotricaba contra ellos en idioma francés y les pedía sacar pedazos dorados de pantallas y paredes. Cuando apareció el escáner, el explorador entendió que debía colocar su mano y colocó la izquierda, porque la derecha sostenía su punzante espada, lista para matar al intruso artilugio. Cuando consiguió acertar, salió la luz rojiza que felizmente no le asustó. El famoso explorador miraba hipnotizado al origen del rayo rojizo y así fue escaneado; el resultado, dio un buen nivel de conocimiento geográfico y literario, pero nada técnico, entonces se inició la salida programada para intrusos y estos fueron expulsados de la sala y de la terraza; la pantalla se apagó.
Las luces elevaron su nivel y apareció una especie de silla levitante, que se movió hasta llegar al lado de Grenzio y cuando éste se sentó, brazos tubulares emergieron y le cubrieron la cabeza con un casco y fue llevado al panel de control principal, donde se veía una serie de controles especiales que lo rodearon completamente. Al mismo tiempo una cara cuasi humana apareció en la pantalla y se abrió una horrenda boca digitalizada que mostraba dientes acerados para despedazarle y tragarle.
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