—Me muero de ganas de ser Faith —dijo—. Creo, espero, ser lo bastante buena para el papel. —Se rio—. ¡Supongo que basta con que tenga fe [1]en mi capacidad para entonar!
Yo también me reí, y tuve que recordarme que Alexis era muy inteligente. A veces me costaba creer que fuese lo bastante lista como para ir al Billy Hughes.
Me aterrorizaba la posibilidad de encontrarnos con Chloe. Nos sentamos en una cafetería y yo me hice una bolita detrás de mi chocolate caliente. Cada vez que veía pasar algo negro o de color borgoña por el rabillo del ojo, se me ponía el corazón a mil revoluciones por segundo.
—¿Estás bien? —preguntó Alexis, que removía su latte descafeinado con leche de soja.
Genial, ahora se creería que estaba loca.
—Sí, solo pienso en los muchos deberes que me quedan.
—Es difícil al principio, ¿verdad? —Ladeó la cabeza.
Asentí.
—Te acostumbras —me dijo—. Cuando pasa un tiempo, todo se vuelve mucho más sencillo.
—¿A ti no te cuesta seguir el ritmo?
—No mucho. —Alexis se encogió de hombros y bajó la voz—. Aunque el semestre pasado me fue regulinchis; saqué un notable en Química.
Casi me ahogo con el chocolate. ¿Un notable? Yo tendría suerte si aprobaba . ¿Cómo era posible que Alexis pareciese tan cabeza de chorlito y luego fuese tan lista?
—Si necesitas ayuda, con los apuntes o con lo que sea, no tienes más que decírmelo —ofreció.
Llegamos al GPO, el segundo centro comercial de la tarde, donde los altísimos techos y las balaustradas blancas y ornamentadas me hicieron sentir de lo más adulta y sofisticada. Alexis estaba en su elemento y saludaba a todos los dependientes como si fueran viejos amigos. Yo eché un vistazo melancólico a unas botas Camper rojas y Alexis me convenció para comprarme una blusa celeste en Jigsaw. Entre el azúcar, la cafeína y las compras, estaba de subidón y sentía que el mundo era mío.
En realidad, nunca había hecho algo así antes: comportarme de forma estereotípicamente femenina, cotillear y hacer el tonto un rato. Era divertido. Había algo atractivo en la superficialidad de Alexis; algo abierto, sincero y amistoso.
Nos metimos en la zona de compras de Bourke Street, entre las masas de gente que arrastraban bolsas de compras y niños cogidos de la mano. Un tranvía pasó a nuestro lado haciendo sonar la campana. El aire olía a ajo frito y todo parecía perfecto.
Un tipo de aspecto andrajoso estaba tocando con la armónica How Much Is That Doggie In The Window? Su perro hacía el coro con un «¡guau, guau!» en el momento apropiado. Alexis y yo rompimos a reír histéricamente y nos metimos en el Royal Arcade.
Ella enlazó su brazo con el mío y se acercó a mi rostro mientras pasábamos por delante de una tienda que, en apariencia, solo vendía muñecas rusas.
—Cuéntame —dijo en voz baja—, ¿lo has hecho ya?
—¿El qué?
Todas las muñecas me miraron fijamente con sonrisas cómplices pintadas. Alexis soltó una risita nerviosa.
—Pues eso. ¿Eres virgen?
Ah. La pregunta.
—Eh… Más o menos. Es complicado.
Ella asintió.
—No, si lo entiendo. Técnicamente, lo eres, pero lo has hecho todo menos eso, ¿verdad?
Me pregunté qué me diría si le contara que había perdido la virginidad con una chica.
—Más o menos.
—Bueno, no te preocupes. He oído que Ethan tiene mucha experiencia en ese sentido.
No había pensado demasiado en esa parte. O sea, quería salir con un chico, era cierto. Quería ser normal, ir a las fiestas de fin de curso y llevar un vestido, y que él llevase un esmoquin y me regalase flores. Pero no había pensado en el hecho de besar a un chico y mucho menos en acostarme con él. Es decir…, Chloe y yo habíamos hecho bastantes cosas, pero parecía distinto hacerlas con un chico. Como peligroso. Enrollarse con chicos podía traer consigo sorpresas molestas, como bebés o infecciones de transmisión sexual.
Alexis se debió de dar cuenta de mi turbación, porque me cogió de la mano.
—No me refiero a que tenga tantísima experiencia en eso, no es un chuloputas . Es cariñoso y siempre les es fiel a sus novias. Me refería a que tiene fama de hacerlas muy felices.
—Sí, entiendo —respondí—. Por supuesto.
Regresamos a la estación de Flinders Street cuando la mayoría de las tiendas estaban cerrando y comenzaba a oscurecer. El tren de Alexis salía del andén 4 y el mío del 1, así que nos despedimos en el vestíbulo con un abrazo y le dije:
—Gracias por todo, me lo he pasado muy bien.
Alexis se rio ante mi formalidad.
—De nada. —Hizo una pequeña reverencia—. Nos vemos mañana.
Me subí al ascensor y bajé al andén, abrazando la bolsa de compras contra el pecho, y marqué una casilla imaginaria. Un buen día. Un día completado con éxito.
Me preguntaba qué pantalones llevaría con la nueva blusa y si tendría el valor suficiente para ponérmela con una falda cuando la vi. De pie en el andén, rodeada de humo de cigarrillo de color blanco azulado.
Chloe.
Sentí como si me diesen una descarga eléctrica. Volví la cabeza y pensé en retroceder y regresar al ascensor, pero no quería atraer la atención.
Ella estaba leyendo un libro antiguo y sobado de los suyos. Si levantaba la vista, me vería. Me vería con vaqueros, camiseta rosa y coleta. Me vería y todo cambiaría. Y yo no estaba preparada.
No levantó la vista. Yo giré sobre mis talones, eché a correr y me metí de nuevo en el ascensor. Casi atropello a una madre con un cochecito.
—¡Oye, ten cuidado! —se quejó.
No mires aquí, no mires aquí. Me esforcé en no girarme, porque cabía la posibilidad de que Chloe no me reconociese por detrás, teniendo en cuenta mi ropa y que llevaba coleta.
Cuando el ascensor llegó arriba, me escondí en los lavabos de la estación, que apestaban a meado y tenían espeluznantes luces ultravioletas para que la gente no se chutase droga. Me metí en un cubículo y me senté en el váter. Estaba temblando de arriba abajo.
Esperé media hora para asegurarme de que el tren se había ido. Entró una limpiadora que restregó un detergente asqueroso con olor a pino por el suelo. Llamó a la puerta y me preguntó si estaba bien; probablemente se pensaba que era una yonqui.
Cuando por fin salí, el tren ya no estaba y Chloe tampoco.
Practiqué para el casting del musical toda la semana. Cantaba en la ducha y me había escuchado la canción más de mil veces.
Elegí All By Myself porque me la conocía bien y pensé que mi voz destacaría con ella. Las notas agudas eran un poco difíciles, pero después de escuchar la versión de Céline Dion una y otra vez, conseguí hacerlo exactamente como ella. Hasta se me puso un ligero acento francocanadiense.
Iba a petarlo en la audición.
Alexis me dijo que vendría a buscarme a mi taquilla cuando pasasen diez minutos de la hora de comer. Engullí un sándwich de mantequilla de cacahuete y media barra de Snickers, y fui corriendo a los lavabos para asegurarme de que iba bien peinada y maquillada.
Alexis llegó dando brincos de la emoción.
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