Dios Padre, lleno de amor hacia nosotros, concédeme inteligencia para saber descubrirte todos los días en los más sencillos signos de tu presencia. Dame el milagro de sentir: «Anda, tu fe te ha curado». Que sepa vivir llenándome de gratitud y descubriendo tus dones. Se lo pido a tu Madre, para que ella me conceda la fe que necesito.
11 de febrero Sentir el rechazo
Realmente se cumple el dicho de que nadie es valorado en su patria y entre los suyos. Esto le pasó a Jesús cuando los vecinos de Nazaret ven y oyen que su fama se extiende y le rechazan: «Al oír esto se pusieron furiosos, lo llevaron a un precipicio con intención de despeñarlo, pero Jesús se abrió paso y seguía su camino» (Lc 4,28-29). Jesús desea hacer en su querido pueblo lo que hace en los demás sitios: va a la sinagoga y al leer el texto que le asignan pronuncia estas palabras: «Hoy se cumple esta Escritura» (Lc 4,21). No le admiten. La envidia, la suspicacia, la desconfianza provocan el rechazo.
Cuando Jesús quiere venir a tu casa y no le miras con los ojos de la fe, del amor, le rechazas. Piensa: ¿lo haces así con el prójimo? ¿Caes en la cuenta de por qué te ocurre esto? «Vino a los suyos y los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Y nos dice el Evangelio que, con tristeza y herido de dolor, abandonó su tierra y se dirigió a Cafarnaún. Jesús espera ser acogido por ti. Quiere que escuches su mensaje de salvación y liberación.
Hoy, con insistencia, eleva tu oración: Jesús, perdón por las muchas veces que te ves rechazado en mi vida. Quiero oír de ti que vienes a mi vida para curar, sanar, dar vista, dar libertad. No quiero rechazarte nunca. Que te acoja con todo amor en las personas que pongas en mi camino. Madre de la acogida, ayúdame.
12 de febrero La fuerza del Evangelio
Así es como tenemos que proclamar el Evangelio, como Jesús: «Se quedaban asombrados de su enseñanza porque su palabra estaba llena de autoridad» (Lc 4,32). Enseña en las sinagogas, cura enfermedades, libera del demonio a una persona que sufría la esclavitud de un espíritu inmundo, tiene un mensaje y unas palabras nuevas, enseña con autoridad, es el asombro de todos.
Somos responsables de anunciar y testimoniar con nuestra vida el mensaje de Jesús. Somos responsables de mostrarlo con entereza, con alegría, como él, que «enseñaba con autoridad». Nos obliga este texto a preguntarnos: ¿creo vivamente en lo que anuncio? ¿Mi vida ayuda a liberar, sanar y fortalecer al que sufre? ¿Hablo de lo que vivo?
Hoy, más que nunca, se necesita el testimonio de tu vida. Es necesario que vivas el mensaje que anuncias. Eres responsable del Evangelio. Pide una y otra vez al Señor que te ayude a acabar con los espíritus malos en las personas que tratas: la tristeza, la soledad, la falta de fe, la desconfianza, la violencia. Urge la misión, pero tienes mucho que aprender de Jesús. Dirígete a él y aprende la forma de comunicar su mensaje.
Enséñame, Jesús. Ayúdame, María. Necesito fuerza, entusiasmo, alegría y valor para comunicarte y atraer a otros a ti. Necesito curar, liberar... Pero sin tu ayuda no puedo hacer nada. En tus manos pongo mis afanes y la entrega para ser tu testigo.
13 de febrero Una jornada con Jesús
Hoy se nos invita a pasar un día con Jesús. Obsérvale, acompáñale y aprende de él en un día de sábado. Ha estado en la sinagoga, ha curado a un endemoniado, cura a la suegra de Simón: «Al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta... Él, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre y se le pasó» (Lc 4,38-39). Atiende a toda clase de enfermos que le llevan y temprano se va a un lugar solitario a orar con su Padre. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto (Lc 4,42). Así es la vida diaria de Jesús.
Tenemos que aprender mucho de su vida. Tenemos que observarle, seguirle, escucharle... Ir a Jesús como estos enfermos que le buscaban porque era su consuelo en las penas, porque les enseñaba el lenguaje del amor, porque les aconsejaba, porque palpaban su cariño.
Observa cómo es tu jornada diaria: ¿acudes al encuentro con Dios, curas, liberas? ¿Buscas a Jesús con el mismo afán que estos enfermos que no le dejan? ¿Vives pensando en hacer el bien a todo el que necesite de tu cariño y ayuda? No pases la vida sin escuchar a Jesús. Llena tu vida de servicio, de trato con Dios y de alegría de hacer el bien.
Hoy quiero estar contigo, acompañarte, sentirte, observarte y ver cómo actuabas. Quiero buscarte con el mismo afán que estos enfermos del Evangelio. Necesito que impongas tus manos sobre mi vida. Quiero retirarme en la soledad y pasar ratos contigo pidiéndote fuerza. Deseo imitarte, ser como tú eres y vivir como tú vives.
14 de febrero
«Rema mar adentro»
¡Maravillosa escena! No pierdas ni un detalle. Pedro y Andrés, Santiago y Juan eran ya discípulos de Jesús, pero de forma espontánea y ocasional, y él quiere que su decisión sea firme y definitiva.
«Rema mar adentro» (Lc 5,4), le dice Jesús a Simón, que se decide a ir a pescar. No cogen nada y Simón duda. Jesús le insiste y se llenan las redes de gran cantidad de peces. Ante el asombro de Simón, Jesús pronuncia las palabras más profundas: «Apártate de mí, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). La reacción de Jesús es sorprendente: «No temas...», le contesta. Y, lo más maravilloso: «Y dejándolo todo, le siguieron». ¡Qué lecciones tiene esta escena!
Jesús hoy te insiste: «Rema mar adentro» (Lc 5,4). Lánzate a la misión. Necesita que te adentres, necesita entrar en tu intimidad y decirte: «No temas. Yo te enseñaré. Yo estaré contigo». ¡De cuántas cosas tendrás que alejarte! ¡Son tantos los ruidos, las prisas que te rodean y envuelven tu vida! Confiado en la palabra de Jesús, podrás echar las redes y bogar mar adentro. Sí, no te canses de remar.
Jesús, ayúdame a «remar mar adentro». Ayúdame a no tener mis redes recogidas e inactivas. Socórreme, que necesito de ti, porque soy un pobre pecador. Te seguiré donde quieras que vaya.
15 de febrero La llamada
Es de admirar la prontitud del seguimiento cuando Jesús les dice: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres» (Mc 1,17) y ellos «inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mc 1,18). ¡Qué lección tan ejemplar en el seguimiento de Jesús! Dejar todo. Contempla la escena con detenimiento y trasládala a tu vida actual. El Señor nunca se deja vencer en generosidad y a estos hombres les ofrece: «Os haré pescadores de hombres» (Mc 1,1).
Hoy se te invita, a través de esta escena, a que recuerdes tantas llamadas del Señor que inundan tu vida y, entre ellas, alguna que te haya marcado de manera especial. ¿Qué has hecho con esas llamadas? ¿Te das cuenta de las señales de Jesús que marcan tu vida? ¿Eres capaz de comunicar a los demás: «Venid, porque el Señor me ha llamado»? ¿Te sientes llamado a evangelizar? No, no puedes quedarte parado. Tienes que dejar tus redes, tu posición cómoda y responder con rapidez y generosidad. Urge seguir a Jesús y comunicar su Buena Noticia. Deja de una vez las redes que atan tu vida.
Señor, quiero seguirte y estar contigo en mi vida íntima y personal. Quiero seguirte en mi forma de darte a conocer. Ayúdame en mi falta de decisión, mis cobardías, mi forma cómoda de vivir. Confío en ti. Confío en tu Madre y sé que me daréis fuerza para «ser pescador de hombres» y para «darte a conocer». Este es mi único afán: dejar mis redes y seguirte con alegría.
16 de febrero ¡Señor, límpiame!
Estás ante la bellísima oración del leproso que acude a Jesús y le pide, con suma necesidad de curación, que le limpie de su lepra. «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mt 8,2). Comienza reconociendo que está muy enfermo y en actitud de súplica le dice: «Si quieres, puedes limpiarme» (Mt 8,2). No le dice: «Límpiame», no, sino: «Si quieres». ¡Qué actitud de humildad y de necesidad vital! ¡Qué confianza y seguridad en Jesús! Aprendamos la lección.
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