Ricardo Reina Martel - Cartas a Thyrsá II. Las granjas Paradiso

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Cartas a Thyrsá II. Las granjas Paradiso: краткое содержание, описание и аннотация

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Segundo cuaderno de la saga Cartas a Thyrsá, en la que se relata la historia de Thyrsá e Ixhian. En esta segunda parte, el autor da prioridad a Ixhian; quien habrá de sumergirse en un mundo paralelo para despertar a las llamadas Madres Mariposas, aquellas que fueron confinadas a la tierra de Paradiso. Leyendas antiguas que regresan como último reducto de esperanza para una sociedad en plena decadencia y con la amenaza de una gran guerra llamando a sus puertas y la añoranza del retorno del matriarcado que imperaba en la Isla en sus tiempos de esplendor.
Ixhian y el Gris, el caballero errante, se introducirán en un mundo onírico, donde la fantasía superará cualquier atisbo de realidad. Con el encuentro y el amor de fondo, Ixhian intentará estimular con su presencia a cada mariposa para que inicie su regreso a la Isla. Por otro lado, Thyrsá, a través de una relación epistolar, irá relatando sus aventuras al tener que huir de Casalún, el pueblo de las mujeres, e intentar obtener refugio en la selva del Urbián. Siguiendo la línea del primer libro, el mensaje principal es el desgarro que supone la separación y encuentro con quien amamos, tema universal y clásico en la literatura de todos los tiempos. Y es que todos poseemos un lugar en el corazón, una zona que, consciente o inconscientemente, hemos levantado para poder refugiarnos y alejarnos del dolor o la incertidumbre.

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El Gordo lo mira y, como por arte de magia, este se transforma en un caballero de lo más hermoso y, guiñándole un ojo al comandador, le dice:

—¡Venga ya, comandador!Ahora que lo pienso quizás pueda echarte un cable, pero a cambio prométeme que cuando vengas de vuelta me traerás una piel de lobo. Son tan calentitas… El Gris saben dónde abundan, aguarda un segundo que ahora vuelvo.

Al rato, regresa el Gordo con algo bajo el brazo.

—Aquí está, pienso que puede serte útil. Yo quise comenzarlo, pero van pasando los años y no termino de ponerme. Además, ahora no tengo a quien escribir.

Sobre la mesa deposita un cuaderno forrado en piel.

—¿De qué está hecho?

—Es un cuaderno de notas. Me hice con él en uno de mis viajes al puerto de Genowa. Siempre me ha gustado pasear por los ancladeros, allí se encuentran cosas muy curiosas. Este, por ejemplo, me lo ofreció un señor de ojos rasgados y bigotes larguísimos; recuerdo que vestía con una túnica amarilla y portaba una coleta que le caía por la espalda. El tío era un espectáculo. Tenías que ver al Gordo y al maestro mandarín haciendo negocios en el camarote de su barco. ¡Qué pasada! Sus hojas son de palmeras. Ya sé que tiene pocas páginas, pero, según me dijeron, y dependiendo de la necesidad del beneficiario, le brotan nuevos pergaminos. El libro manda, tú escribes y él responde. Te toca probar, tampoco es que tengas mucho que hacer.

Ixhian lo envuelve en un paño de seda y se dirige hacia su aposento. Nada más abrirlo, descubre un enunciado que dice: «Cartas a Thyrsá». Sorprendido, y sin atreverse a proseguir, cierra el cuaderno y se queda dormido con él entre sus manos. Cuando despierta, las estrellas brillan de nuevo; se había pasado todo el día durmiendo.

***

En la taberna se repiten las mismas escenas de la velada anterior. El Gris coquetea con la chica, mientras el Gordo hace de maestro de ceremonia.

—¿Has descansado? Comienzas a acostumbrarte a esta vida; duermes por el día y resurges al final de la tarde. Tiene sus ventajas cuando te acostumbras.

—Estoy como si me hubiesen molido a palos, Gordo.

—¿Qué se te apetece, niño? Tengo preparada una maravillosa sopa de ganso con moras y perlitas negras.

—No, Gordo. Lo que de verdad necesito es regresar al camino. Deseo terminar esto cuanto antes y volver junto a Thyrsá. Comienzo a echar de menos el Powa.

—¡El hogar! ¿Dónde se encuentra eso? Vamos, no seas aguafiestas y dime qué necesitas.

—El cuaderno se ha puesto nombre por sí solo, anoche me dijiste cosas que no acabé de entender.

—El cuaderno representa tu anhelo, Ixhian. Es un filtro donde las circunstancias adversas se trasforman. Escribe en él cuanto tu corazón te dicte. El cuaderno te puede enseñar mucho. Es tu sigilo y atrevimiento.

Este no era el Gordo que los acompañó a través del jardín de los manzanos. Su rostro se había transformado y colmado de discernimiento. Nada más regresar a su habitación, el comandador descubre el cuaderno abierto y, dejándose llevar, escribe:

En casa de Gum,

en la orilla donde no baten las olas

y cien manzanos salpican.

Un galeón antiguo reposa en la arena,

de fondo se oye una canción.

***

Amanece. Le toca tomar decisiones y no debe aguardar al Gris, dado que este lleva otro ritmo, que, sin duda, le hará retrasar su misión. El comandador salta de la cama y sale apresuradamente en busca de Dulzura. Comienza a lloviznar y en Galeón todo el mundo duerme.

—¿Te marchas sin despedirte? ¿Así agradeces la hospitalidad de un amigo? —escucha la voz del Gordo, que le habla apoyado sobre una cancela, impidiéndole la salida.

—Déjame pasar, no puedo dilatar más esta misión.

—Al menos, déjame ofrecerte un mapa del lugar.Aunque no lo creas, estoy contigo en lo que respecta al Gris. Es un nómada y esa gente no suelen terminar nada de lo que comienzan.

—Me sería de mucha ayuda, Gordo.

—Entonces, ven y acompáñame a la biblioteca. —Le señala el viejo Galeón, pero Ixhian desenfunda su daga, a sabiendas de que intenta retenerle.

—Vaya, estos caballeros luciérnagas siempre con la violencia de por medio.

—Se acabó, Gordo. Cruzaré esa puerta con mapa o sin él, y aunque tenga que cortarte esa barriga.

—Vale, vale… no seré yo quien te lo impida, amigo. Eres un testarudo y, en vista de que me es imposible razonar contigo, me rindo. Mejor despedirnos como amigos que perderte.

—Déjate de charlatanerías y abre la cancela de una vez.

En ese instante se asoma el Núcleo, la piedra de las sirenas, entre los pliegues de su camisa.

—¡Oh! ¡La joya de las sirenas! ¡Qué bien le vendría a mi colección!

El comandador dirige la punta de la daga hacia el Gordo.

—Ni se te ocurra intentarlo —le dice.

—¡Por todos los dioses! ¡Basta de intimidaciones! Márchate de una vez y cruza las granjas. Pero ten cuidado, que hay agujeros que te pueden llevar a lugares indeseados. En las granjas podrás satisfacer tu hambre. Las Mariposas suelen ser buenas cocineras. ¡Gracias a Dios que aprendieron! Te será fácil reconocerlas, pero ten cuidado, que en todo esto hay trampa. La memoria de los magnificentes aún es poderosa.

El Gordo Gum le abre una puerta enmohecida.

—Adiós, Gordo, has sido muy amable. Cuando despierte el Gris, dile que ya he partido.

—Amparito te echará de menos. Ten cuidado, mi niño, no vayas a terminar como este viejo portón, hundido en el fondo del mar, y recuerda que la presunción te puede perder.Todos los comandadores pecáis de eso.

Sin demora, el comandador se aleja de la aldea y al mirar hacia atrás, percibe la figura de un enorme barco encallado sobre la arena. El camino serpentea sobre una llanura que comienza a poblarse de frágiles matorrales. En el cielo vuela algún que otro buitre solitario y distante. La naturaleza trae de nuevo la vida, tras solidificarse el océano.

Querido amor:

Te echo tanto de menos que no existe nada capaz de hacerme levantar el ánimo y en nuestra fuente, donde el agua no cae, dejo que la fragancia de este lugar me colme y sane, como si fuese un recipiente vacío. Miro el cielo y pienso que desde algún lugar también lo debes estar contemplando y demasiadas son ya las veces que me arrepiento de haberte dejado partir.

No decaigas y mantenme presente en tus oraciones, porque necesito que pidas por mí. Resiste, aun a sabiendas de que la soledad te colmará de dolor y de que llegarán esos momentos en los que te sentirás abatido y sin fe. Nosotras continuamos en Casalún, en nuestro Valle, donde un día espero verte regresar. Las doncellas me acompañan en cada momento, y aunque todas percibimos la inquietud que se manifiesta en el bosque, ninguna mencionamos el nombre de Kudra.

MadreAna padece dolores en su vientre. Ella dice que es la materia oscura que la está devorando, pero Eulalia, la sanadora, nos ha advertido de que no es más que fruto de la tensión y el miedo. La aldea se ha convertido en nuestro refugio, por lo que a ninguna de nosotras se nos permite salir. El invierno está siendo duro como ninguno; las soldados mayas rodean la aldea y ni tan siquiera las lecciones de canto bajo la acacia blanca consiguen hacernos elevar la moral.

Supongo que debes haber alcanzado la primera aldea, pues según nos dijo Archa, la sibilina, esta no se encuentra demasiado lejos de la orilla. Apresúrate, Ixhian, la vida de todos está en juego. Algo está a punto de suceder y tan solo hay que saber escuchar el lamento del viento para saber que lo que quiera que sea cada vez se encuentra más cerca de nosotras. Me llegan imágenes de mi caverna en las Díalas y es entonces cuando salgo al exterior y desde la lejanía percibo llegar la tormenta, pero esta vez no viene precedida de lluvia, nada de eso.

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