Gustavo García Garabal - Bichos muertos

Здесь есть возможность читать онлайн «Gustavo García Garabal - Bichos muertos» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Bichos muertos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Bichos muertos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

"Los cuentos de Gustavo Garabal tienen la fuerza de un animal de carga que se soltó y anda pechando alambrados, tranqueras, árboles, bosques. Son breves y contundentes, aunque también pueden descansar como en una larga charla de sobremesa o de vermut.
Rozan, todo el tiempo, y como sin querer, esa delgada tela astillada que hay entre la vida animal, salvaje, y las palabras más repetidas, mejor repetidas, por todos, en un bar o en una mesa familiar.
Cuando los leo encuentro precisión y vacío. También encuentro humor y máscaras. Por momentos, máscaras detrás de las que hay una cara bonachona y cándida. Por momentos, máscaras que ocultan algo siniestro.
Lo que mejor maneja Garabal en estos primeros cuentos que publica es el arte de la tensión y la fuga" (Félix Bruzzone).

Bichos muertos — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Bichos muertos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Capo gime y cuando intento acomodar la cabeza arriba de un almohadón, veo que de la nariz también salen hormigas, muchas, apuradas, y en fila corren hacia el balcón. Las piso, las aplasto con las manos, grito desesperado. Enloquezco mientras ellas siguen saliendo de adentro de Capo, por la boca, el ano, hormigas pequeñas, negras, veloces. El piso del comedor queda tapado por ellas.

Capo muere.

Al rato, el veterinario toca al timbre. Sube, se acerca a Capo y confirma lo que ya sé.

—¿Hace mucho que estaba enfermo? —pregunta.

—No, anoche respiraba mal, pero nunca había estado enfermo.

—¿Algo le llamó la atención?

—Ahora, mientras se moría, le salieron hormigas de adentro.

—¿Hormigas?

—Sí, muchas, por todos lados. Le salían sin parar y él gemía de dolor.

—¿Y dónde están?

Miré y no había ni una sola hormiga en el piso o en el balcón. Ninguna.

—Eran tantas que tapaban el piso del comedor —le dije, sabiendo que era imposible que me creyera.

—Señor, lo entiendo, está muy conmocionado. ¿Quiere que me lleve a su perro para enterrarlo?

—Sí, por favor, no quiero verlo más. No lo soporto.

Pone a Capo en una bolsa y lo arrastra hasta el ascensor, es pesado. Lo acompaño hasta la puerta, saludo y subo. Ya en casa las busco por todos lados, corro las macetas, el sillón: nada, no están.

En la semana me empieza a doler la panza. No mucho, como un ardor. Después de unos días de mierda en el laburo, resuelvo que son nervios.

Veo su plato de comida, el que le había comprado en Uruguay. Pobre Capo, era buen compañero, pienso.

Me acuesto y descubro un par caminando al lado de la mesa de luz. Hijas de puta, un pisotón y ya están muertas. La novela que estoy leyendo es apasionante, no me larga y quiero terminar el capítulo. Una hormiga cae en la hoja del libro, miro para el cielorraso, pero no veo nada. La aplasto contra la colcha.

Tengo sed, en la heladera busco el botellón con jugo, tomo un trago y siento algo que me hace picar la garganta. Toso y una hormiga sale despedida y otra…

El ruido

Lo escucho y me pone nervioso, en alerta. Hace un tiempo que aparece por la tarde, justo cuando me siento a tomar unos mates después de darle todo el día al sol, cortando troncos para hacer leña.

Es raro, nunca lo había escuchado y no se parece a ningún otro. Viene del monte.

Esta casa la hicimos con Manuela, de adobe y palos con techo de paja porque es más fresco. Antes vivíamos en una de chapa que en verano no se podía ni estar, el calor te ahogaba. Primero elegimos el lugar, al lado de un camino de tierra que corta el monte de norte a sur. Está bueno porque cuando llueve podés salir igual. Con el tiempo la fuimos amueblando: una mesa y cuatro sillas usadas pero lindas, un elástico de madera con un colchón y un ropero. Eso gracias a que hace un tiempo conseguí trabajo con unos patrones que tienen árboles y aserradero. No pagan mucho, pero ayuda. Con los chanchos, las gallinas y lo que siembro, alcanza y algo sobra.

Ahora el ruido es más fuerte, desaparece un rato y vuelve con más ganas. Manuela dice que parece un jaguar, pero yo le digo que los gatos suenan más roncos. Este es corto y bruto, te hace sacudir. Al rato que aparece, en la nariz se siente algo fuerte, agrio. No sé por qué, pero es así nomás.

Los animales parecen no sentirlo, salvo el ovejero. El pobre mira hacia el monte y agacha las orejas, lo asusta.

Hace calor y tengo que ponerme a preparar la comida de las gallinas. Cuando era chico me gustaba darles de comer. Mi vieja me daba ese trabajo bien temprano, después caminaba una legua para ir a la escuela. Nunca fui de los libros, si podía escaparme me iba al monte a buscar fruta con los otros pibes. Comíamos y después nos tirábamos al río. Qué felicidad, en calzones, jugábamos a las luchas, a las carreras. Ahí conocí a mi primera chica, una alemanita de ojos verdes y pelo medio colorado. Me puse triste cuando se fue a vivir a otro pago. Cuando mi viejo se enteraba de las escapadas, te daba para que tengas y guardes. Con la lonja te sacudía el lomo que te ardía una semana.

Ahora el ruido es grueso, más oscuro, retumba en las tripas. Hace tres noches lo escuché detrás de casa, fui a ver, pero no, se fue para adelante. Es del monte, pero no sé dónde está. Capaz es ahí nomás.

Cuando empezó, hará unos meses, llegué al borde de lo tupido para seguirlo. Llevaba un machete grande, recuerdo que hice unos pasos y sentí algo muy raro detrás mío, como si fuera una sombra, más bien una cosa, algo. Me cagué y volví a casa. Manuela insiste en que para ella es algún bicho que está rondando. Para mí no, es diferente, no es un animal. De los que conozco seguro no es.

Mi viejo se murió joven, chupaba mucho. La vieja se quedó sola con nosotros cinco. Me acuerdo cómo lloraba cuando llegaba la noche, tendría miedo. Mis hermanos y yo nos apretábamos en la misma pieza con una vela y nos dormíamos así, temblando de susto y de hambre. La panza hacía ruido , ruido que dolía me acuerdo, porque muchas veces no había para todos, comían los más chiquitos.

Este monte se tragó mucha gente, pienso, mientras termino de preparar la comida para los pollos. Ahora solo me queda esperar la cena y ver cómo se hace de noche. Está más lejos el ruido , parece que va desapareciendo. Es como un chillido, un quejido, como si doliera algo, es feo.

Manuela no puede tener hijos, dice el doctor que es porque de chica estuvo jodida de los pulmones. También porque estuvo desnutrida. Ella me contaba que solo comía galleta y agua mala, de esa que te enferma. Igual parece que unos gringos de cerca de casa nos van a dar uno, tienen como diez, medio rubiones, lindos pibes. Me gusta pensar que voy a ser papá.

La comida está lista, unos choclos y un pedazo de pollo con tomate y papas. Rico, cocina bien Manuela. Al rato doy vueltas en la cama mientras ella termina de lavar. Mucha soledad, en este monte cada vez somos menos. Me jode pensar que por ahí también nos terminamos yendo.

La noche está espesa y oscura, sin una estrella. Solo se escucha algún grito lejano de un bicho y su presa. Después, silencio.

Ojalá mañana no venga el ruido .

La casa y el árbol

El Negro hace un esfuerzo tremendo para sostener el cable y sujetarlo del árbol más cercano para que sirva como de ancla. El Colorado trabaja despacio con la sierra, midiendo cada paso, cada tajo en el tronco, para no mandarse una cagada. Se tensan los cables para tratar de controlar la caída. Alberto ata un cable grueso al tractor y lo coloca en tercera, preparado para tirar. Es un trabajo complicado porque estos árboles deben de tener como cien años. Estaban en el parque cuando mi abuelo compró esta casa. Alguna vez los podamos un poco, pero ahora están viejos y torcidos.

—Tengan cuidado, este pesa mucho y si se voltea para la casa, la hace mierda. Estén despiertos, no jodan —dice Alberto.

—Muñeco —así me dice a mí—, ¿no tenías un árbol más grande, la puta que te parió?

Al Negro lo conocemos desde que nació. Su viejo fue tropero en la feria de mi tío Carlos y sus hermanos mayores trabajaron de tractoristas en nuestro campo. Es un tipo bárbaro, un amigazo, nunca le saca el lomo al laburo. Es el menor de seis hermanos y el preferido de la vieja. Siempre empilchadito prolijo; la mamá lo cuida como si fuera un nene. Tiene pinta y mucho chamuyo con las mujeres. Desde hace un tiempo sale con la colorada Delfina, la hija del dueño de la estación de servicio. Se pone loco cuando lo jodemos diciéndole cosas como: “Siempre agarró bien la manguera” o “Le llenaron el surtidor”. Se la banca, pero por lo bajo nos putea.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Bichos muertos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Bichos muertos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Bichos muertos»

Обсуждение, отзывы о книге «Bichos muertos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x