Tucídides - Historia de la Guerra del Peloponeso

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Historia de la Guerra del Peloponeso es un relato de la guerra homónima, que tuvo lugar en la Antigua Grecia y que enfrentó a la Liga del Peloponeso (liderada por Esparta) y la Liga de Delos (liderada por Atenas). La obra fue escrita por Tucídides, un general ateniense que sirvió en la guerra. La obra es considerada un clásico, además de que se trata de uno de los primeros libros de historia que se conocen. Fue dividida en ocho libros por los editores posteriores de la Antigüedad.

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»Parecerale a alguno que nuestro consejo es útil y provechoso, pero temerá y sospechará, que si lo sigue romperá la paz y confederación con los amigos, este tal sepa, que vale más, para poner temor a los contrarios, no confiarse mucho en la confederación y alianza de otros, antes procurar el aumento de su poder, que no confiados de aquella, dejarnos de recibir por compañeros y aliados, y quedar por esta vía más flacos y débiles contra vuestros enemigos, que fuertes y poderosos. Los corintios, si nos vencen, quedarán seguros, y os tendrán menos temor y miedo que antes. No se trata, pues, solamente del bien y provecho de los de Corcira, sino también de los de Atenas, considerando que esta guerra es prefacio de la que para el tiempo venidero se prepara. Por ello no debéis de dudar de recibirnos en vuestra amistad, pues veis lo que os importa tener esta nuestra ciudad por amiga o enemiga, considerando la situación de Corcira, de tanta importancia, por estar situada entre Italia y Sicilia, de suerte, que ni desde Italia, si quieren, pueden dejar venir armada al Peloponeso, ni del Peloponeso para Italia, ni para otra parte. Y desde ella pueden seguramente pasar a un cabo y a otro según quieran, además de otros muchos bienes y provechos, que os pueden producir nuestra amistad. Finalmente, por abreviar nuestro discurso, y concluir, para que sepáis que no debéis rehusar nuestra compañía, debéis considerar que hay tres armadas aparejadas muy poderosas; la una es nuestra; la otra vuestra; y la otra de los de Corinto. Pues si menospreciáis y tenéis en poco cualquiera de estas tres, si las dos armadas se juntan en una, y los corintios nos toman por amigos, forzosamente habréis de tener guerra contra dos partes, a saber: contra los corcirenses y los peloponesios. Pero si nos recibís en vuestra compañía, tendréis más naves con las nuestras para poder pelear contra vuestros enemigos.»

Esto fue lo que dijeron los corcirenses. Y luego tras ellos los corintios hicieron el razonamiento siguiente:

IV

Índice

Discurso y respuesta de los corintios al de los corcirenses pidiendo al Senado de Atenas que prefieran su amistad y alianza a la de los de Corcira.

«Varones atenienses, pues los corcirenses han hablado, no solamente de sí mismos, persuadiéndoos que los recibáis en vuestra amistad, sino también de nosotros, diciendo que injustamente, y sin causa comenzamos la guerra: será necesario que ante todas cosas hagamos mención de lo uno y de lo otro: y de esta manera vengamos a lo demás de nuestro razonamiento, para que mejor entendáis nuestra demanda, y con razón rehuséis los provechos que os ofrecen.

»Dicen que por usar de modestia, equidad y diligencia jamás han querido admitir la compañía y alianza de nadie: lo cual ciertamente han hecho por vicio y malicia, y no por virtud ni bondad; por no querer tener compañero ni testigo de sus maldades, de quien siendo reprendidos pudiesen tener vergüenza. El buen sitio de su ciudad que alegan para vuestro provecho, antes les acusa de las injurias y ultrajes que hacen, que no los somete a juicio de razón: porque ellos no salen navegando a otras partes: y de necesidad han de robar a los que allí aportan de otras tierras. Se glorian y honran de no haber querido hacer alianza ni confederación con otro. No lo han hecho por no participar de las injurias ajenas, sino a fin de poder ellos injuriar a otros a solas sin tener quien se lo reprenda, y para donde quiera que prevaleciesen, hacer fuerza y afrenta a los demás, como podrían aislada y ocultamente, y de esta manera lograr más bienes y tener menos vergüenza de sus bellaquerías secretas, que no si fueran de otros sabidas. Porque si ellos son tan buenos como se nombran, cuanto menos culpables y violentos son para sus prójimos, tanto más deberían mostrar su virtud y bondad en dar y recibir solamente lo que es justicia y razón. No es esto lo que han hecho con otros, ni con nosotros, porque siendo nuestros pobladores, siempre se han apartado de nosotros hasta aquí: y ahora nos hacen guerra diciendo que no los sacamos de nuestra ciudad a ser pobladores en el lugar donde los enviamos para que los maltratásemos; a lo cual respondemos, que tampoco los pusimos allí a morar, para que recibiésemos de ellos injurias y agravios, sino para ser sus superiores, y que nos honrasen y acatasen según razón y como lo hacen las otras poblaciones, cuyos habitantes nos quieren y aman en gran manera. De ello se deduce manifiestamente que si a todos los otros somos agradables y apacibles, sin derecho y sin razón se desagradan y descontentan estos solos de nosotros.

»No sin gran causa y razón, ni pequeñamente injuriados les movimos guerra; y aun cuando en esto hubiéramos errado, fuera bien que dieran lugar a nuestra ira y nos soportaran, y entonces a nosotros nos fuera cosa torpe y fea si de igual modo no tuviéramos respeto a su paciencia y modestia, para no hacerles fuerza ni injuria. Mas ahora ensoberbecidos con las riquezas, además de otros muchos yerros y delitos que contra nosotros han cometido, no quisieron venir a socorrer la ciudad de Epidamno, que es de nuestro señorío, aunque la vieron cercada y apretada de sus enemigos: antes cuando nosotros íbamos a socorrerla la tomaron por fuerza y la tienen.

»En cuanto a lo que dicen que, antes de hacerlo, quisieron apelar a juicio, nada vale su dicho, pues tanto significa, como si teniendo alguno ocupada y detenida la hacienda de otro, quiere después litigar en juicio, sin entregar primero lo usurpado, antes que se lo reclamen por fuerza y contienda. Ellos no lo hicieron antes que pusiesen cerco a la ciudad, sino después que entendieron que nosotros no habíamos de descuidarnos en socorrerla. Entonces quisieron alegar su derecho y vinieron aquí, no contentos con el mal que allí hicieron, a requeriros que los queráis recibir por amigos y aliados, no tanto para confederación y alianza de la guerra, cuanto para compañía y amparo de las injurias y agravios que hacen siendo nuestros enemigos. Debieron haber venido antes a esto, cuando estaban salvos y seguros, y no ahora después que nos ven injuriados, y a ellos en peligro; y puesto que no habéis tenido participación en sus violencias durante la paz, no debéis darles ayuda ahora para meteros en guerra. Fuisteis libres de sus yerros, no debéis cargar en parte con su culpa.

»A los que en el tiempo pasado ayudaron con sus fuerzas y poder, deben ahora dar cuenta de sus casos y fortunas; pero vosotros que no fuisteis participantes en sus delitos, menos lo debéis ser de aquí en adelante en sus hechos.

»Ya os hemos declarado la justicia y equidad que usamos con estos al principio, y las fuerzas y avaricia que para con nosotros tuvieron. Ahora conviene mostraros, que por ninguna vía, ni razón los debéis admitir a vuestra amistad. Porque si, como antes decimos, en los tratados de confederaciones y paz, es lícito a cualquiera de las ciudades, que no son firmantes, ni confederadas, unirse al bando que quisieren, este contrato no se entiende que lo puedan hacer en perjuicio de tercero: antes solamente se entiende de los que tienen necesidad de la ayuda de otros, y la demandan, sin que aquellos a quien la piden se aparten de la alianza y amistad de los otros sus confederados: y no se refiere a los que en lugar de paz, traen guerra contra los amigos de aquellos a quien demandan la tal ayuda, como os ocurrirá, si no creéis nuestro consejo. Porque si decidís ayudar y favorecer a estos, en lugar de amigos seréis nuestros enemigos, obligándonos, si queréis estar con ellos, a ofenderos al tomar de ellos venganza. Obraréis cuerdamente, y conforme a justicia y razón, si no favorecéis a ninguno: y mucho mejor, si al contrario de lo que estos piden sois de nuestro bando, y amigos y aliados de los corintios contra estos corcirenses, que nunca tuvieron treguas firmes con vosotros. No establezcáis nueva ley auxiliando a los rebeldes; pues nosotros, cuando se os rebelaron los samios, fuimos de contrario parecer de los peloponesios, que decían convenía socorrer a los samios, y públicamente lo contradijimos, alegando que a ninguno debía prohibírsele castigar a los suyos cuando errasen. Si recibís y defendéis los malhechores, muchos de los vuestros se pasarán diariamente a nosotros, y por este medio daréis ley que redunde antes en vuestro daño que en el nuestro.

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