Tucídides - Historia de la Guerra del Peloponeso

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Historia de la Guerra del Peloponeso es un relato de la guerra homónima, que tuvo lugar en la Antigua Grecia y que enfrentó a la Liga del Peloponeso (liderada por Esparta) y la Liga de Delos (liderada por Atenas). La obra fue escrita por Tucídides, un general ateniense que sirvió en la guerra. La obra es considerada un clásico, además de que se trata de uno de los primeros libros de historia que se conocen. Fue dividida en ocho libros por los editores posteriores de la Antigüedad.

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Habían salido para venir a socorrer a Potidea los que estaban dentro de Olinto, porque como la ciudad estuviese asentada en alto, cerca de sesenta estadios apartada de Potidea, podíase ver bien a las claras desde ella el lugar de la batalla, y donde habían levantado las enseñas. Mas los caballos macedonios les salieron al encuentro para impedírselo. Cuando los de Olinto vieron que los atenienses habían alcanzado la victoria y levantado sus banderas, volvieron a meterse dentro de la ciudad, y los caballos macedonios se unieron a los atenienses.

Después de esta batalla los atenienses levantaron trofeo en señal de victoria, y entregaron a los potidenses sus muertos según derecho y costumbre. Fueron muertos de los potidenses y de sus compañeros y aliados, pocos menos de trescientos, y de los atenienses ciento cincuenta, y entre ellos Calias su capitán.

Pasado esto, los atenienses hicieron un fuerte en la ciudad de Potidea en la parte del estrecho, y pusieron en él guarnición, mas no se atrevieron a pasar a la otra parte de la ciudad, hacia Palene, que confina con la ciudad de Potidea, aunque esta no estaba cercada, ni fortalecida por aquella parte, porque no eran bastantes para mantener dos cercos y defender el estrecho, contra los que quisieran pasar de Palene, y temían que, si se repartían, les acometerían los de la ciudad por ambas partes. Sabido por los de Atenas que los suyos habían cercado a Potidea, empero que no habían fortalecido la parte de Palene, a los pocos días enviaron mil quinientos hombres armados de todas armas, y por capitán a Formión, hijo de Asopio, el cual partió de Afitis para venir hacia Palene por tierra, y fue poco a poco derecho a Potidea, robando y destruyendo por el camino los lugares. Como vio que ninguno le salía al encuentro para pelear, fortaleció a Palene, y así fue Potidea cercada por ambas partes y combatida fuertemente por mar y por tierra. Sitiada la ciudad y no viendo Aristeo ninguna esperanza de poderla salvar ni defender, si no le venía socorro del Peloponeso, o de otra parte, pareciole buen consejo, con algún buen viento que podrían esperar en este medio, enviar toda su armada, con toda la gente que estaba dentro, y dejar allí solos quinientos hombres de guardia, de los cuales él quería ser uno, para que les bastasen las provisiones que tenían dentro y pudiesen sostener el cerco más tiempo. Mas como no pudiese persuadir a los suyos, saliose una noche sin ser sentido de las guardias atenienses, para dar orden en lo que era menester y proveer todo lo de fuera, y así partió para los calcídeos, con cuya ayuda causó mucho daño en tierras de Atenas y entre otros males el de atacar la ciudad de Sermile, y poniendo una celada delante de ella matar muchos de los ciudadanos que salieron contra él. Trató además con los peloponesios que enviasen socorro a Potidea. Entretanto Formión, después que hubo fortalecido la ciudad de Potidea por todas partes con los mil y seiscientos hombres de guerra que tenía, recorrió la tierra de Calcídica y de Botiea y en ellas tomó muchos lugares.

Estas fueron las causas de las enemistades y guerras que ocurrieron entre los atenienses y peloponesios. Los corintios se quejaban de que los atenienses habían combatido la ciudad de Potidea, que era de su población, y maltratado a ellos y a los peloponesios que estaban dentro; y los atenienses de que los peloponesios habían hecho rebelar contra ellos a los potidenses que eran sus aliados y tributarios, y les habían dado socorro y ayuda contra ellos. No era todavía la guerra contra todos los peloponesios en general, pero ya se indicaba, y particularmente la hacían los corintios, los cuales, cuando estaba cercada la ciudad de Potidea, temiendo la pérdida de ella y de los suyos que estaban dentro, no cesaban de invitar a las otras ciudades sus compañeras y aliadas a que viniesen a Lacedemonia y se quejasen de los atenienses que habían roto la paz y alianza e injuriado a todos los confederados peloponesios. Los eginetas no osaban quejarse públicamente de los atenienses por el miedo que les tenían; empero secretamente excitaban la guerra contra ellos, diciendo que no podían gozar de su derecho, ni de su libertad como se les había prometido por el tratado de paz.

Los lacedemonios mandaron llamar a todos los confederados, y aliados y a cualquiera que fuese injuriado por los atenienses o tuviese alguna queja de ellos, y que dijeran sus causas y razones públicamente, según era costumbre. Y como cada cual de los confederados saliese con sus quejas y acusaciones, los megarenses también alegaron muchos agravios que habían recibido de los atenienses, y entre otros, que les vedaban los puertos y los mercados públicos en todo el señorío de Atenas, lo cual era contra el tratado de paz y alianza. Después de todos vinieron los corintios, porque de industria habían dejado a los otros que se quejasen primero y para encender más a los lacedemonios contra los atenienses hicieron el razonamiento siguiente:

VII

Índice

Discurso y proposición de los corintios contra los atenienses en el Senado deloslacedemonios.

«La fe y lealtad que guardáis en público y en particular entre vosotros varones lacedemonios, es causa de que si nosotros alguna cosa decimos contra los otros, no nos creáis; y por la misma razón sucede que, siendo vosotros justos y modestos, y muy ajenos de haceros injuria unos a otros, usáis de imprudencia y poca cordura en los negocios de fuera, porque pensáis que todos son como vosotros: virtuosos y buenos16. Así pues habiendo nosotros muchas veces dicho y predicado que los atenienses nos venían a oprimir y hacer mal y daño, jamás nos habéis querido creer, antes pensabais que os lo decíamos por causa de las diferencias y enemistades particulares que con ellos teníamos, y por esto no habéis llamado, ni juntado vuestros aliados y compañeros antes de que recibiésemos la injuria y daño pasado, sino ya después que la recibimos y fuimos ultrajados. Por tanto, conviene que en presencia de vuestros mismos confederados usemos de tantas más razones cuantas más quejas tenemos de los atenienses que nos han injuriado y de vosotros que lo habéis disimulado y consentido sin hacer caso de ello.

»Y si no fuesen conocidos y manifiestos a todos, aquellos que hacen males e injurias a toda Grecia, sería necesario que lo mostrásemos y enseñásemos a los que no lo saben. Mas ahora, ¿a qué hablar más de esto? Veis a los unos perdida su libertad y puestos en servidumbre por los atenienses, y a los otros espiados, forjándoles asechanzas, mayormente a aquellos que son vuestros aliados y confederados, a los cuales mucho tiempo antes han procurado atraer para poderse servir y aprovechar de ellos en tiempo de guerra contra nosotros si por ventura se la hiciéramos. Ciertamente no con otro fin nos tienen ahora tomada a Corcira por fuerza, y cercada la ciudad de Potidea, pues Corcira proveía a los peloponesios de muchos navíos, y Potidea era lugar muy a propósito para conservar la provincia de Tracia. La culpa de todo esto sin duda la tenéis vosotros, porque al principio, cuando se acabó la guerra de los medos, les permitisteis reparar su ciudad, y después ensancharla y aumentarla de gente, y fortificarla con grandes murallas, y sucesivamente, desde aquel tiempo hasta el día presente, habéis sufrido que ellos hayan privado de su libertad y puesto en servidumbre, no solamente a sus aliados y confederados, pero también a los nuestros. Aunque podemos decir con verdad que esto vosotros lo habéis hecho, pues se entiende que hace el mal quien lo permite hacer a otro, si lo puede impedir y estorbar buenamente, con mayor motivo vosotros que os preciáis de ser defensores de la libertad de toda Grecia. Aun ahora, con gran pena, habéis querido juntarnos aquí en consejo, y ni aun queréis tener por ciertas las cosas que son a todos notorias y manifiestas, siendo más conveniente a vosotros pensar cómo nos vengaréis de las injurias y agravios que nos han hecho, que no considerar y poner en consulta si hemos sido injuriados o no. Si los atenienses no hacen el mal de una vez, sino poco a poco, es porque piensan que así no lo sentiréis, y lo podrán hacer impunemente por la tardanza y descuido que ven en vosotros. Por eso se nos atreven; pero mucho más se atreverán cuando vieren que lo sentís y no hacéis caso.

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